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MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política. Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 27-78. “Historias”


ARQUITECTURA Y ESPACIO DOMÉSTICO 


 La vivienda desempeñó un papel fundamental en el proceso de transformación social resultante de la Revolución industrial y fue la base de las metrópolis industriales del siglo XX.


En medio de este proceso, y al dedicarse a los barrios de vivienda social, los arquitectos europeos de principios del siglo XX consiguieron situarse en el centro del proyecto de la ciudad, que en el siglo XIX había estado en manos de médicos, higienistas, ingenieros militares y civiles, políticos y perfectos de policía. La conquista de este lugar decisivo en el proyecto de la gran ciudad, no sólo desplazó a estos ingenieros, higienistas y prefectos, sino también a los maestros de obras y otros técnicos que habían proyectado las viviendas y las arquitecturas consideradas de segundo orden en ciudades y pueblos a lo largo de todo el siglo XIX. Y los arquitectos lo lograron porque consiguieron otorgar forma tipológica, morfológica, tecnológica y urbana a una búsqueda colectiva de décadas en torno al higienismo, al funcionalismo, al orden urbano y al control.


Por primera vez en la historia, la vivienda social para las masas trabajadoras, pasó a estar de lleno en el centro del pensamiento arquitectónico y constituyó una parte muy importante de la teoría y de la obra de arquitectos como Adolf Loos, Alexander Klein, Ernst May, Margarette Schütte-Lihotsky, J.J.P Oud, Bruno Taut, Lilly Reych, Ludwig Mies van der Rohe, Heinrich Tessenow, Walter Gropius o Le Corbusier, que pensaron todo tipo de viviendas dentro de la lógica de la producción en serie que pudieran servir para el objetivo de la vivienda social y la igualdad.


Paralelamente, en el campo de la vivienda unifamiliar, en contextos sociales distintos y para clases medias y altas, autores como Frank Lloyd Wright, Gerrit Th Rietveld, Ludwig Mies Van der Rohe, Louis I. Kahn, Max Cetto, Luis Barragán, José Antonio Coderch, Jean Prouvé, Eileen Gray, Charlotte Perriand, Alvar Aalto, Charles y Ray Eames, Mary y Russel Wright o Alison y Peter Smithson realizaron experimentos, prototipos y propuestas con la voluntad de revolucionar el funcionamiento del espacio doméstico, creando espacios flexibles y utilitarios relacionados con el entorno natural o el contexto urbano que rompían los condicionantes rígidos de la caja tradicional para potenciar  patios y dobles espacios, proporcionar espacios de refugio o recurrir a nuevas tecnologías y nuevas imágenes de los medios de comunicación de masas.


 En todo este proceso tuvieron un papel trascendental las mujeres, fueran o no arquitectas, como Catherine Beecher, Christine Frederick, Erna Meyer, Lilly Reich, Margarette Schutte-Lihotzky, Charlotte Perriand, aún hoy poco conocidas, que fueron las que trazaron una fuerte tradición de repensar la vivienda desde la experiencia y la eficiencia.


Ha quedado pendiente resolver las cuestiones previas planteadas si en este proceso de la vivienda obrera fue pensada de nuevo o resultó de una reducción de la vivienda burguesa, si mejoraron las condiciones de vida o la vivienda siguió siendo un espacio de dominio, y si las propuestas de las arquitectas y diseñadoras fueron cualitativamente distintas de las de los arquitectos…


… LA CRÍTICA POSTMODERNA AL MORALISMO MODERNO


Desde una interpretación retrógrada y reaccionaria, David Watkin en su libro Moral y arquitectura, fue uno de los primeros en desvelar las contradicciones de la arquitectura moderna, dedicándose a seguir el prejuicio del moralismo como base de la arquitectura moderna, desde el neogótico de Pugin hasta las teorías del que fuera su maestro Nikolas Pevsner. Watkin puso en cuestión la confianza en el progreso, en la función social de la arquitectura, en la utilidad y la naturalidad, sin artificios y añadidos superfluos, en que se basa nuestro pensamiento moderno en arquitectura; un pensamiento iniciado, por una parte, por Pugin, Ruskin y Morris, y por otra, por el positivismo tecnológico de Viollet-le-Duc y Lethaby y consolidado en las obras de Le Corbusier, Mies van der Rohe y Gropius, y en las teorías de Pevsner y Giedion.


Esta crítica conservadora a la modernidad y a la alta tecnología en arquitectura y urbanismo, sintoniza directamente con los argumentos que desde la década de 1980 plantea el príncipe Carlos de Inglaterra. En una visión que se ha desarrollado en polos contrapuestos, desde el revival urbano de Rob Krier y el new urbanism hasta la deconstrucción arquitectónica de Peter Eisenman.


Si una de las revisiones del moralismo moderno lo representa la visión conservadora de David Watkin, las críticas progresistas procedieron especialmente del pensamiento femenino (Hannah Arendt y Maria Zambarno) y del diseño moderno hecho por mujeres (Charlotte Perriand, Lilly Reich, Margarette Scütte-Lihotzky), además de la filosofía de la Escuela de Frankfurt. En su ensayo Functionalism Today Theodor W. Adorno, arremete contra el puritanismo de Adolf Loos al estigmatizar el ornamento. Adorno argumentaba que el artesano necesita dejar huella de su trabajo manual que dentro de lo funcional también entre lo simbólico y que el ser humano necesita y seguirá necesitando los significados simbólicos…


… Tras estas primeras experiencias (Puig i Cadafalch), llegó el fuerte compromiso en el período de entreguerras de diversos arquitectos municipales; Adolf Loos en Viena, Ernst May en Frankfurt, Dritz Schumacher en Hamburgo, Otto Haesler en Celle, Max Bergen Breslavia, Bruno Taut en Magdeburgo, Martin Wagner en Berlin .


En 1920. Adolf Loos (1870-1933 )asumió el cargo  de jefe del Area de la vivienda de la ciudad de Viena y en 1921 promovió la construcción de unas Siedlungen de pequeñas dimensiones. Estas viviendas se realizaron en un primer momento según un sistema cooperativo, donde el Ayuntamiento ponía terrenos a disposición de los cooperativistas, adelantando un 85% del gasto de la construcción con garantía hipotecaria; el restante 15% venía cubierto por el trabajo material de los futuros inquilinos. Más adelante, el municipio decidió financiar totalmente las construcciones y fundó una sociedad para construirlas y gestionarlas, la GESIBA. En 1923 se redactó el primer plan quinquenal de vivienda municipal. Loos estuvo cinco años en este puesto y en su equipo trabajó Margarete Schütte-Lihotzky (1897-2000), la primera arquitecta austriaca graduada en 1918, quien conjuntamente con Kart Dirnhuber y Franz Schuster proyectó el Otto Haas-Hof en 1924. El trabajo de Loos en relación a la política de vivienda fue un referente para Ernst May quien cuando era encargado de la política de vivienda en Silesia, visitó a Loos para conocer de primera mano la experiencia vienesa.  En esta ocasión conoció a Margarete Schütte-Lihotzky, quien colaboraría con la revista de May en Silesia y se uniría a su equipo de trabajo en Frankfurt a partir de 1927.


Ernst May (1886-1970) formado en el lenguaje expresionista ocupo el cargo de asesor del Ayuntamiento de Frankfurt entre 1925 y 1930, llevó a cabo el plan regulador de la ciudad y promovió 25 Siedlungen de distintos tamaños y morfologías, ente los que destaca una de las primeras en construirse, la Römerstadt (1927-1928), perfectamente integrada en la ladera del rio Nidda. Dicha Siedlung construyó una síntesis de la idea de ciudad jardín, procedente de Ebenezer Howard y trasladada a Alemania por Hermann Muthesius (de hecho, Ernst May trabajó con Raymond Unwin) y de la propuesta de la vivienda racionalista. Es por ello que la Römerstadt, una especie  de “Siedlung jardín” se adapta tan bien a la topografía, a la orientación y a las vistas. Más tarde, y debido al crecimiento incesante de la demanda de vivienda y a la crisis económica de 1929, que derivaría del advenimiento del nacionalismo, las condiciones productivas se fueron imponiendo y exigieron soluciones urbanas drásticamente simplificadas, racionalistas y repetitivas. Una de las últimas propuestas del equipo de May, el Siedlung Goldtein (1930), conformado ya por la infinita repetición de bloques, nunca llegó a realizarse.


Esta producción seriada de viviendas se basó en piezas clave, como la cocina de Frankfurt diseñada por Margarete Schütte-Lihotzky, y en la disponibilidad de un sector de la construcción que utilizaba la tecnología de prefabricación y puesta en obra más avanzada del momento. En un período muy breve, entre 1925 y 1930, Ernst May consiguió realizar unas 30.000 viviendas en Frankfurt por lo que llegó a solucionar prácticamente el problema de la vivienda en aquellos años previos a la crisis de 1929. No olvidemos el singular soporte legislativo y económico del que se partía: la Constitución de la República de Weimar aprobada en 1919, en la que se establecía el “derecho a un alojamiento salubre” para todo ciudadano alemán. Según este artículo, el estado debía controlar la distribución y la utilización del suelo como medida destinada a salvaguardar un buen uso, y la Administración tenía que establecer el nivel mínimo estándar para las viviendas construidas bajo la iniciativa pública. Era el primer país que reconocía este derecho a la vivienda y esta obligación del Estado para con sus ciudadanos.


Para divulgar dicha experiencia en Frankfut, y también para formar a la sociedad alemana sobre los nuevos usos de la vivienda moderna, May fundó y dirigió la revista Das neue Frankfurt (1826-1931), donde publicaron sus obras además de las de May y Schütte-Lihotzky, Raymond Unwin, Walter Gropius, Heinrich Tessenow, Le Corbusier, Adolf Loos, Laszlo Moholy-Nagy, Ludwig Hilberseimer o Sigfried Giedion. En la revista se presentaron en detalle todos los proyectos de Frankfurt, con los repertorios de los modelos de planta y los sistemas constructivos, y también se promovieron debates sobre la vivienda social y los nuevos barrios.


A causa de los efectos de la crisis de 1929, en 1930 May se trasladó a la Unión Soviética, donde permaneció durante tres años, realizando proyectos para nuevas ciudades industriales en Siberia y proponiendo el plan de expansión de Moscú (1932). Después de la II Guerra Mundial volvió a trabajar en Alemania y realizó proyectos para Kenia y Uganda hasta 1954…


… EFECTOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN LA GESTIÓN DOMÉSTICA


Las experiencias de la vivienda mínima obrera de la denominada Viena roja en la década de 1920 nunca consideraron la vivienda como elemento autónomo, autosuficiente, ni el lugar donde la familia desarrollaría toda su actividad, sino que siempre estaban complementadas con equipamientos públicos, espacios comunitarios y públicos y bien ubicadas respecto al transporte público. En realidad, la familia desarrollaba una parte de la vida en el interior privado y otra en la comunidad, en los lavaderos, la guardería, los espacios de almacenamiento, los huertos comunitarios etc. Sin este sistema comunitario imprescindible, la vivienda mínima no hubiera satisfecho el desarrollo completo de la familia y sus integrantes.


Entre las experiencias de aquellos años, también se llevaron a cabo viviendas sin cocina, tanto en Frankfurt como en Viena que partían de la premisa de que si en esas casas vivían hombres y mujeres que trabajaban (ambos) en una fábrica, alguien tendría que prepararles la comida. No era justo que al volver del trabajo en las fábricas, las mujeres tuvieran una segunda jornada laboral dentro del hogar. Estas eran las discusiones del momento, temas que aún hoy sorprenden, pues se supone que el momento de la comida es el momento de reunión de la familia. La colectivización no eliminaba este momento, sino que evitaba que hubiera alguien que hiciera una doble jornada laborar con la gestión y preparación de la comida; la colectivización reconoce las tareas de la reproducción como trabajo.


En 1922, la arquitecta Margarette Schütte-Lihotzky y el jefe de la oficina de vivienda en Viena, Adolf Loos, incorporaron un edificio a los programas de vivienda pública en Heimhof, un edificio dedicado a las familias de trabajadores sin cocinas individuales. Fue tal la importancia simbólica del espacio de la cocina como medio de control y opresión que con la llegada del nazismo a Viena una de sus primeras actuaciones fue instalar cocinas individuales es estas viviendas mínimas colectivas…


…Págs. 197- 246.“Alternativas” 


Continuando con lo iniciado en el capítulo dedicado a “las tradiciones alternativas de vida comunitaria” pensadas para la igualdad real de oportunidades para hombres y mujeres, la primera obra que se debe destacar es el edificio de viviendas Margarette Schütte-Lihotzoky Hof en Viena, un ejemplo hecho por y para mujeres. A principios de la década de 1990, el Instituto de la Mujer del Ayuntamiento de Viena hizo un análisis de la producción de vivienda pública, dirigido por Eva Kail. En Viena, la producción de viviendas públicas es muy importante, e indagando sobre su autoría, se dio cuenta de que entre los proyectistas de las grandes obras de vivienda pública no había mujeres.  Ante esta evidente discriminación sin justificación, decidieron realizar una selección de arquitectas para organizar el concurso de un plan general donde se definieran las condiciones de las viviendas pensadas para facilitar la conciliación y la vida cotidiana de las mujeres.


El proyecto de aproximadamente 350 unidades de viviendas, se desarrolló entre 1993 y 1997 y las motivaciones fundamentales para hacer un proyecto de viviendas pensado por mujeres y para mujeres fueron dos. La primera tiene relación con los cambios sociales y de roles de la mujer en la sociedad contemporánea, reconociendo que, en el proceso convencional de planificación urbana y de construcción, apenas se toman en cuenta sus necesidades y problemas específicos. Gran parte de estas necesidades específicas derivan de la imposición de roles y responsabilidades de género asignados; el cuidado del hogar y la familia. La “mujer ideal” de hoy en día no es el alma de casa recatada de antaño, sino aquella que trabaja y al mismo tiempo lleva eficazmente la casa.  En Viena se dedican 39 horas semanales a las actividades relacionadas con el hogar, y el 76% recae sobre las mujeres. Los conflictos espaciales aparecen debido a la rotura de los dominios tradicionales del hombre y de la mujer, para evitarlo y logar el reparto igualitario del tiempo del trabajo y la familia, se necesitan estructuras urbanas que permitan y faciliten a ambos elegir libremente cómo organizar su vida.  La segunda motivación es la ausencia de mujeres entre los expertos en los procesos de planificación y proyectación de barrios y viviendas.


El proyecto urbano ganador fue el presentado por Franziska Ullman y el conjunto se dividió entre las cuatro arquitectas participantes del concurso; la misma Ullmann, Gisela Podreka, Elsa Prochazka y Liselotte Peretti. Los criterios esenciales del proyecto fueron las múltiples facetas de la vida cotidiana de la mujer tanto en los procesos de planificación urbanística como en la construcción de viviendas. El objetivo era demostrar que los criterios para una vivienda adaptada a la mujer no constituyen solo un manifiesto teórico, sino que pueden llevarse a la práctica. El proyecto incorporaba la participación de las futuras usuarias y usuarios como un dato fundamental y necesario, y entre las características de proyecto más específicas destaca la propuesta de usos mixtos del suelo que rompe con la rígida funcionalización de la ciudad; es decir, en el mismo complejo construido conviven las viviendas con espacio para el trabajo reproductivo, de ocio, equipamientos educativos, un centro de salud, una comisaría para la policía local, comercios y espacios para el trabajo remunerado. Para que este requerimiento fuera posible, las arquitectas participantes en el concurso tuvieron que solicitar una modificación de la normativa que permitiera el uso mixto del suelo, sin el cual era imposible pensar propuestas en el sentido indicado. El espacio comunitario está proyectado con principios sostenibles, y se previeron ámbitos para diferentes edades, adecuando su proyecto a los usos y los diferentes usuarios; lugares de juego cercanos a los accesos para lo adolescentes, espacios más resguardados para los niños y zonas más tranquilas para las personas mayores.


 Se buscó una variedad de tipologías con la máxima flexibilidad en su uso y la máxima relación entre las cocinas de las viviendas y los espacios de juego de los niños más pequeños.  Cada edificio cuenta con un espacio comunitario cuyo uso decide la comunidad. Los espacios intermedios o de paso están sobredimensionados para que sirvan de espacios de juegos alternativos para los niños en días de mal tiempo.  Se preveen espacios comunes de almacenaje para grandes bultos en cada planta y para bicicletas, carritos, triciclos etc. en planta baja, todo ello diseñado buscando la máxima visibilidad, las transparencias y garantizando la seguridad de las personas. Y lo más impactante es que el espacio abierto interior es auténticamente público, de paso, de juego y de estancia. A partir del aprendizaje de esta primera experiencias se ha continuado con el programa, y en marzo del 2009 se finalizó la construcción del tercer conjunto de estas características.

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