Inprimatu

CURTIS William. J. “La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs.287-303.La continuidad de las antiguas tradiciones” 


El monumento a Lincoln, en Washington (DC), proyectado en 1911 por Henry Bacon y terminado en 1922, proporciona un ejemplo interesante de esta lucha por la representación apropiada. Las formas de la solución de Bacon habrían sido inconcebibles sin la tradición ya existente del clasicismo beaux-arts en los Estados Unidos, que derivaba de Richard Morris Hunt y Charles Follen McKim. Sin embargo, también se ha de tener en cuenta el contexto neoclásico existente en Washington, por no mencionar las variadas connotaciones morales y políticas asociadas a las formas clásicas dentro de la tradición norteamericana. La idea de un monumento conmemorativo a Lincoln se había formulado por primera vez poco después de su muerte, pero no fue hasta el  siglo XX cuando se suscitaron debates para encontrar un emplazamiento y un arquitecto. El primero se escogió entre un conjunto de seis opciones; y el segundo, por recomendación de Daniel Burnham, que ya había participado en la remodelación del Mall de Washington siguiendo principios urbanísticos clásicos. En su momento, el proyecto era inseparable de la visión de Washington como una especie de nueva Roma situada en el centro de un incipiente imperio. El monumento debía levantarse en el eje principal, en línea con el Capitolio y el obelisco dedicado a Washington, y debía ser el último vínculo visual entre esta gran avenida de connotaciones presidenciales y el cementerio de Arlington, situado al otro lado del río Potomac. El esquema adoptado evitaba el uso de la cúpula para no apartar la atención de la del Capitolio, y era una caja neogriega, baja, horizontal y elegante, colocada sobre un montículo elevado; era un cruce entre un templo y una tumba, y estaba hecho con los mármoles más puros de Colorado. Un ático bajo se apoyaba sobre un peristilo de columnas dóricas nítidamente talladas, mientras que el friso y el entablamento estaban esculpidos con símbolos de los estados y la unidad entre ellos. En el interior, la escultura de Abraham Lincoln sentado, obra de Daniel Chester French, observaba el eje principal por encima de un largo estanque (según el modelo del Taj Mahal), hacia el monumento a Washington y el Capitolio, más alejados. En términos simbólicos, la intención era reflejar la pureza del carácter de Lincoln, consolidar su posición histórica en relación con sus grandes predecesores en la presidencia y exaltar los ideales que guiaban la Unión. La síntesis de estos prototipos clásicos concretos no encajaba en ningún procedimiento ortodoxo sencillo; pero la fusión tenía valor arquitectónico, pese a todo, Resulta interesante especular sobre cómo el edificio pudo controlar esta gama de evocaciones y emociones sin hacer referencias a la antigüedad clásica ni a la reutilización norteamericana del clasicismo en el siglo y medio anterior. Como se expondrá en la tercera parte de este libro, el movimiento moderno tuvo que resolver a la larga unos problemas retóricos análogos, a veces retornando a los antecedentes antiguos, pero sin una reutilización tan obvia del vocabulario histórico.


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