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Entre los edificios más destacados de la ciudad de Nueva York, destacan los rascacielos que en su enorme variedad, se pueden apreciar diferentes características, valores y cualidades. Entre ellos destacamos el edificio de la corporación Hearst que tiene un amplio marco de análisis.


Esta torre diseñada por Norman Foster es la sede mundial de Hearst Corporation y está situada en la Octava Avenida entre las calles 56 y 57, cerca de Columbus Circle. En dicha ubicación se encontraba la antigua sede de la empresa. Fue encargada al arquitecto Joseph Urban en 1926 y completada en el año 1928. Originalmente se pensó como la base para un proyecto de rascacielos pero éste nunca llegó a construirse debido a la Gran Depresión del 29. Finalmente permaneció un edificio Art Decó, de seis plantas de altura construido en hormigón.  Las fachadas originales son lo único que se ha mantenido ya que el interior del edificio fue vaciado para albergar la estructura de la torre. Al restaurarlas, se revistieron de piedra caliza.


 La fachada principal que se muestra a la Octava Avenida es totalmente simétrica. Su entrada está marcada por un gran arco de medio punto que sustenta a sus dos lados dos de las cuatro columnas que coronan la fachada. Las otras dos columnas se encuentran en las esquinas de la misma. Tienen unos 15 metros de altura e incorporan 8 estatuas que representan la comedia, la tragedia, la música, la industria, el deporte, las ciencias y la imprenta.


Este edificio pensado para albergar las nuevas oficinas centrales de la Hearst Corporation, fue el primero en ser levantado entre 2003 y 2006 después de los atentados del 11-S del 2001. Marcó un acontecimiento importante para la sociedad norteamericana y fue una revelación para la Gran Manzana ya que se convirtió en el primer edificio ‘verde’ de la ciudad. Además, fue galardonado con el Gold LEED (Leadership in Energy and Environmental Design), algo así como ‘líder en energía y diseño bioclimático’.


El nuevo edificio fue concebido como un llamativo rascacielos de acero y vidrio que como se ha dicho, nace del interior del edificio de 1928, produciendo un gran contraste. Quizá lo más característico de esta torre de 182 metros de altura, formada por 46 plantas, es el diseño de su fachada en forma de diamante. Sin embargo, esta elección no es capricho de Foster sino que a través de este sistema en diagonal se ha podido ahorrar un 20 % de acero y al mismo tiempo conseguir la misma rigidez y mayor luminosidad en el interior.


Por otro lado, la torre está sostenida por el conjunto de 12 enormes columnas de acero que nacen del interior sujetando la gran estructura de forma triangular evitando así cualquier tipo de viga o pilares en su interior. Esta estructura triangular sostiene el muro cortina que lo envuelve con vidrios especialmente pensados para filtrar la radiación solar y evitar el exceso de calor en el interior. La escala del edificio es difícil de calcular porque el sistema diagonal entrante y saliente desorienta la percepción visual. Para hacerse una idea de su tamaño, cada ventana triangular corresponde en el interior a cuatro plantas funcionales. 


En cuanto al interior, la planta baja alberga una serie de cascadas de agua alrededor de las escaleras mecánicas que colaboran en refrescar la temperatura y aseguran un confort de microclima. El resto de plantas tienen casi una variedad infinita de servicios como un centro de fotografía digital, un centro de la salud de primera clase, un centro de conferencias ejecutiva, comedor (en el piso 44), una cafetería y un teatro para 168 espectadores.


 Teniendo en cuenta que el 85% del acero empleado en el nuevo edificio es reciclado, la Hearst Tower se convirtió en el primer rascacielos ecológico del siglo XXI para la ciudad de Nueva York. Esta torre en muy poco tiempo formó parte de los edificios más queridos y representativos de la arquitectura americana, perteneciendo a la lista de los 150 edificios más importantes y representativos de América, importante lista que ha sido elaborada por el prestigioso AIA Instituto Americano de Arquitectos.


Garbiñe EMBÚN


 

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