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PARODI REBELLA, Anibal., "Museo de Arte de Teshima: Espacio arquitectónico, experiencia perceptiva y manipulación de la escala"
en Revista Arquisur nº11. Noviembre 2017. Edit.. UNL.Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe (Argentina). págs. 44-63.


págs. 45 – 60. "...Se trata de una obra iniciática, sin referencias previas, que encuentra su identidad en el balance entre arquitectura y arte y entre arte y naturaleza, y se despliega en un espacio conceptual en el cual las respuestas formales, expresivas, funcionales y técnicas se entrelazan hasta fundirse.
Aunque ya haya sido adecuadamente difundida, la construcción de las cáscaras del Museo de Arte de Teshima resulta tan singular y sencilla como consistente con la experiencia espacial y sensible que la obra ofrece.


La factura de los domos, su delgada sección, la terminación tersa y homogénea de sus superficies exterior e interior, la perfección geométrica de su forma orgánica, no revelan con certeza el modo en cual fueron materializados en el sitio. Dos enormes montículos de tierra fueron utilizados como encofrado de las esbeltas cáscaras de hormigón blanco, armado y aligerado.


Sobre el verde intenso de la cima del Monte Myojin se recorta la silueta clara de los cuerpos aparentes del museo: el café y la sala de exposiciones. Como dos blancas e inmensas gotas de rocío petrificadas en un tiempo sin tiempo, la expresión de los domos articula naturaleza y artificio, abstracción y figuración extremas. La dimensión funcional del control de acceso al complejo cultural es reducida a un breve pabellón (ortogonal por oposición al dúo protagónico) que se encuentra ubicado a un lado bajo la alfombra vegetal del terreno y en dónde comienzan a desplegarse las plantaciones de arroz.


Como si nos adentrásemos en una madriguera, la estrecha abertura, tan solo un poco más alta que una persona promedio, amplía rápidamente su embudo hasta afluir en el espacioso vientre interior de la gran sala que se extiende sobre una superficie de aproximadamente 60 x 43 metros, cubierta por un bóveda que no se eleva más allá de los 4,5 metros en su cota máxima. Sobre la superficie continua de la inmensa cámara abovedada se abren dos grandes óculos ovoides (de aproximadamente 14 metros en su diámetro mayor) por los que la luz y la naturaleza circundantes se derraman hacia el interior.


Se trata de un espacio interior que no remite a experiencias previas. No posee divisiones internas y aparenta ser vulnerable a todos los atravesamientos imaginables. Cada centímetro cuadrado de su envolvente está expuesto a la mirada, no importa dónde nos situemos. Se encuentra vacío y sorprende por su forma, extensión, esencialidad expresiva e intensa pregnancia. En el interior del Museo de Arte de Teshima el espacio aparece como una prolongación de nuestro cuerpo y nuestro cuerpo como una prolongación del espacio. La realidad de la experiencia se activa desde ambos extremos, la percepción del espacio se transforma en función de los cambios en la cinestesia del cuerpo en movimiento. Los cambios en las condiciones objetivables del entorno físico, iluminación, temperatura, humedad, etc., modifican a su vez el modo en el cual nos movemos y percibimos el espacio."

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