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BRAIDOTTI, Rosi

BRAIDOTTI, Rosi

  • Filósofa
  •  
  • 1954 - Latisana. Italia

MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 197- 246.“Alternativas” 


Pág. 214. Igualdad de géneros.  Que un urbanismo sea auténticamente igualitario significa que es auténticamente democrático, un concepto de la modernidad que aún se está intentando desplegar de manera completa. Se ha conseguido en mayor medida en algunos países y períodos del siglo XX, pero generalmente ha sido incompleto e insuficiente, transitorio y no consolidado del todo.  No olvidemos lo incompleta que ha sido la democracia; hasta hace pocas décadas el sufragio femenino no existía; en Suiza no se reconoció este derecho hasta 1975.


Se trataría, por tanto, de reforzar una igualdad que responda a la diversidad contemporánea, que alcanzara una verdadera igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, sin discriminación de sexo, género, cultura, lengua, religión, ni orientaciones sexuales.


Uno de los frentes más avanzados en la lucha por la igualdad es la de géneros, que parte de la diferencia que existe aún entre las posibilidades de mujeres y hombres en todos los terrenos; entre la diferencia de tiempo que dedican unas y otros al trabajo doméstico, entre las diferencias en los salarios recibidos por trabajos similares, en las dificultades de las mujeres para acceder a altos cargos en el mundo empresarial, político, mediático o universitario; en las dificultades de conciliar vida familiar y profesional, en la falta de reconocimiento y visibilidad de las aportaciones de las mujeres, en el necesidad de escribir nuevas historias que superen las historias únicas construidas desde el dominio y el exclusivismo patriarcal.


La discriminación de género tiene una fuerte plasmación en el urbanismo y la arquitectura; desde el espacio público, con sus parques y aceras, a las condiciones en los sistemas de transporte, hasta los lugares de trabajo y la estructura jerárquica que muchas veces se mantiene en la vivienda. Por tanto, no hay ninguna posibilidad de justicia e igualdad si no se parte de una perspectiva crítica de género.


El discurso feminista no se limita a pretender sustituir a los hombres por las mujeres en el centro de los hechos y del poder, manteniendo intactos discursos de suposición binarios, reglas de dominación y mecanismos de exclusión; todo lo contrario. Es por ello que el pensamiento de Gayatri Sìvak pone en sintonía el pensamiento feminista con la deconstrucción: el feminismo se refuerza cuando intenta dar voz a los subalternos, cuando deconstruye la oposición entre género femenino y masculino y no exacerba dicha pugna. Y por esto puede ser tan fructífera la propuesta de Rosi Braidoti de una nueva subjetividad nómada, basada en los efectos y las relaciones intersubjetivas, que surge de una visión nada victimista, positiva y de afirmación, de inclusión del otro.


En esta revisión de la ciudad y de la arquitectura sigue habiendo una misión para los hombres; la lucha por una sociedad justa e igualitaria tiene que ver con el esfuerzo para repensar y vivir a partir de la llamada crisis de la masculinidad tradicional, superando paulatinamente un modelo clásico, radicado en la autoridad patriarcal indiscutible, en la primacía del racionalismo, la abstracción y lo pretendidamente objetivo,  por encima de los sentimientos y la experiencia, de la alteridad y de la diferencia. Es una visión más compleja la que permite superar una concepción lineal y operativa de la vida, que ha situado la productividad como razón de una existencia dirigida a unos objetivos únicos.


Se trataría, en definitiva, de crear una nueva cultura – una ecosofía tal como sostenía Félix Guattari – unos modos de vida que incorporen la visión de las mujeres, priorizando los seres vivos y la experiencia....


... En un mundo que ya no tiene un centro absoluto para interpretarlo todo, sin grandes relatos y legitimaciones, abandonada cualquier pretensión de reconstrucción de una ideología hegemónica, sigue siendo imprescindible, una labor cultural crítica, siguiendo aquel argumento que estaba en la raíz del marxismo y continúa en el posmarxismo; desvelar intereses y reclamar justicia. En ello la práctica de la arquitectura y el urbanismo tienen mucho que decir, si sabe renacer. Y tal como propone Rosi Braidotti, se ha de defender una política afirmativa y capacitadora, que frente a la destrucción, la especulación, el dominio y la negatividad proponga un cúmulo de prácticas micropolíticas de activismo cotidiano y de proyectos para crear mundos alternativos.


La crítica nos abre un nuevo horizonte y son muchas las acciones pendientes: desde registrar críticamente la realidad, mapeándola, hasta visibilizar aquello que se intenta borrar, que ha quedado oculto, como la aportación de las mujeres o la memoria de los movimientos sociales urbanos. Dicho proyecto crítico se ha de enriquecer por la defensa de unas nuevas subjetividades ecológicas y solidarias. Por ello, se ha de basar en valorar la experiencia y en potenciar el activismo, recuperando y reinterpretando dos de los conceptos de Hannah Arendt en La condición humana; la labor y la acción como características esenciales de la existencia humana. Y el objetivo de la arquitectura del futuro debería ser contribuir a la felicidad de los seres humanos, aportando espacios para sus labores, experiencias y acciones.


 

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