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Sao Paulo es la capital económica de Brasil. Por otro lado, la ciudad se divide en 9 zonas político-administrativas y 31 subprefecturas que a su vez se dividen en 96 distritos. La amplia extensión de la ciudad en todas las direcciones ha propiciado que la desigualdad se extienda rodeando aquellas zonas de mejor calidad de vida y éstas hayan quedado limitadas a la división Centro y algunos distritos colindantes a dicha división, sobre todo al sur y al oeste.


Atendiendo al Índice Gini, Sao Paulo es una de las ciudades desarrolladas con mayor desigualdad4 entre los miembros acaudalados de la sociedad y aquellos que viven en peores condiciones. Las principales explicaciones provienen de puntos de vista demográficos y urbanísticos.


Existe un proceso de confrontación y separación de los extremos sociales en el que se configura como principal factor de dicha separación el urbanismo que es completamente equidistante entre las zonas ricas y las zonas pobres donde existe una construcción de carácter estratificado y diferencial como es la favela.


Las favelas constituyen poblados marginales que, además, se encuentran en constante expansión por la alta natalidad y la inmigración de clases sociales desfavorecidas de otras zonas del país. Para poder sacar a esta población desfavorecida y marginal de estas dinámicas sociales se planteó primeramente la posibilidad de reubicarla en viviendas sociales, solución que se desechó rápidamente ya que el gran número de personas que viven en estas condiciones hacía difícilmente asumible el coste de dicha operación.


Juan OTERO MAYÁN


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MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y políticaGustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 159-196.Vulnerabilidades” 


Diversidad de slums


En segundo lugar, estableceremos diferencias entre la gran diversidad de tipos de tejido urbano informal que existen en la realidad.


Hay una primera distinción de tamaño, entre los inmensos barrios autoconstruidos, como el que en Ciudad de México se considera que aloja a seis millones de personas, o los minúsculos barrios precarios construidos en hendiduras o solares abandonados, junto a canales, torrentes, ríos o líneas de ferrocarriles.


Otra gran distinción tiene que ver con la morfología, según sean los barrios autoconstruidos en laderas de montañas, que generan morfologías orgánicas y laberínticas, fractales y rizomáticas, o en terrenos llanos, fáciles de parcelar siguiendo trazados rectilíneos, tal como sucede en la mayor parte de las villas miseria de la provincia de Buenos Aires, que siguen la extensión de la cuadrícula. También son distintos según las características de terrenos, ya sean secos, como en Lima, o pantanosos e inundables, como en Manila, lo que obliga a estructuras palafíticas de madera.


Otra distinción básica radica entre los slums existentes en el interior de los tejidos urbanos y las construcciones precarias en las periferias.


Estas primeras grandes divisiones nos llevan a diferenciar, de nuevo, entre los slums formales y los informales.


Podemos decir que cuando se degrada o superpuebla la estructura física, aunque esta sea de origen formal y se sitúe en la ciudad reglada y reconocida, el bajo nivel de las condiciones de habitabilidad pueden transformarla en slums, como sucede en el Centro Habana, en zonas del Raval de Barcelona o en los edificios de apartamentos del centro de São Paulo, los llamados cortiços abandonados y ocupados por familias pobres. Lo mismo puede ocurrir cuando la vivienda pública es de muy baja calidad, alberga una población homogénea, cuantitativamente importante, y su estructura urbana y ubicación la aísla del entorno, creando guetos; o los casos de habitantes que malviven en infravivienda, pensiones y hostales humildes. En el apartado de ciudades y barrios autoconstruidos podemos encontrar también casos de cierta formalidad, en los que los propietarios parcelan sus tierras y entregan títulos de reparcelación sin valor legal, pero que para los destinatarios es una legalidad de tenencia.


Y otro capítulo aparte son los okupas, que han tenido relevancia en diversas capitales europeas, como Barcelona, Bilbao, Róterdam, Berlín, Copenhague o Londres. Sin embargo, si en algunas de estas capitales se han dictado leyes transitorias de tolerancia con la ocupación, en España, en cambio, la ocupación es delito desde la promulgación del nuevo Código Penal de 1996.


 Y en este apartado de la informalidad al límite están los “sin techo”, que viven en las calles, de los que se tratará en la segunda parte de este capítulo. Tal como señala Mike Davis, también esta situación tan precaria está dentro del mercado, ya que los sin techo — por ejemplo, los que viven en sus rickshaws en las calles de las ciudades indias o filipinas — tienen que pagar cuotas a policías, guardias, vigilantes o mafias. En un mundo donde prima el mercado y el negocio, todo tiene precio, incluido el intento de sobrevivir infrahumanamente.


 El terreno de lo informal, que es el mayoritario, a su vez se subdivide en dos grandes grupos totalmente distintos.


 Por un lado, las urbanizaciones pirata construidas por promotores ilegales, que tienen suficiente poder para evitar ser penalizados y perseguidos por las autoridades. Se trata de parcelaciones piratas donde los especuladores venden parcelas bien delimitadas, sin ninguna infraestructura, a veces con título de propiedad y muchas otras veces con documentos falsos, como ha sucedido, por ejemplo, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). A menudo estos parceladores ilegales son los propietarios de las redes de pequeños autobuses (colectivos, peseros, etc.) que cubren los trayectos desde los nuevos barrios a los nudos de comunicación más centrales. Y los primeros comercios que se sitúan en estas nuevas áreas ilegales urbanizadas, además de alguna tienda de alimentación, son, lógicamente, los minoristas de materiales para la autoconstrucción de estas parcelas. En estos casos, el proceso pasa por una primera ocupación, luego se inicia la construcción precaria y se consolida. Más tarde se intenta conseguir ser autorizados y no expulsados, es decir, ser incluidos en el planeamiento y, después, se luchará por conquistar los derechos a agua corriente, luz, infraestructuras de saneamiento, equipamientos y transporte; en definitiva, para ser legalizados e incluidos en la estructura de lo urbano.


Por otro lado, se encuentran los barrios autoconstruidos, generalmente no autorizados y siempre autogestionados, tal como ha sucedido en la mayoría de los casos. A partir de la década de 1970, con las llamadas políticas de autoconstrucción, el urbanismo informal ha pasado a estar autorizado, incluyendo la parcelación, la urbanización y los servicios mínimos. Es el caso de Monterrey, en México, donde promociones públicas como la del barrio de La Fama en Santa Caterina se ha partido de una parcelación y urbanización básica, donde a cada futuro habitante se le entregó una parcela para que se autoconstruyera la casa. Con los años, ello ha generado un barrio con cierta calidad urbana, definido por la diversidad, con pequeños negocios y árboles plantados en las aceras por los propios moradores.


Asimismo, otra variante dentro de los barrios informales periféricos es la ocupación de construcciones ya realizadas.


Y, por último, existe otra variante de barrio aún más precaria, que es el caso de los campos de refugiados, que comienzan provisionales, con ayudas internacionales, y que pueden acabar en el olvido de las instituciones internacionales. Lo que en un principio era temporal, con un mínimo de servicios e infraestructuras, acaba siendo permanente.


En el caso concreto de Argentina, la misma legislación que a finales de la década de 1980 intentó controlar la parcelación de vastas superficies carentes de infraestructuras, que daba lugar a las llamadas villas miseria, parceladas por promotores privados, ha sido la que ha potenciado la aparición de los barrios cerrados como alternativa comercial a los countries. En consecuencia, en Argentina, villa miseria y barrio cerrado siguen en las últimas décadas una misma legislación sobre nuevos barrios.


 Y en cualquier caso, y tal como explica Mike Davis, tanto las favelas como las parcelaciones piratas forman parte del mercado inmobiliario, con alquileres y compras.

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