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La bodega de Michael Graves supone no sólo la construcción de un edificio cuyo programa va estrechamente ligado a su uso, sino que además convierte la obra en un destino, a nivel internacional, que debe expresar una convicción, la de que el vino es una forma de arte que debe deleitar, iluminar y sorprender. A esto le ayuda la posición del proyecto, en un lugar escénico en la sección norte del Valle de Napa. El proyecto se decide y desarrolla tras la celebración de un concurso de diseño arquitectónico en mayo de 1984, siendo la propuesta de Graves la ganadora.


El edificio se termina tres años después, dejando a la vista del acabado una mirada posmoderna, rescatando precedentes arquitectónicos en donde se combina arquitectura moderna y antigua, con un guiño a la cultura mediterránea antigua. La intención del autor es tender a evocar recuerdos de una ascendencia europea, así como tener una sensibilidad atemporal. El jurado de selección del proyecto ganador concluye que la materialidad de la obra ofrece una encarnación de un estilo de vida único en Napa Valley.


La actuación se compone tanto de la bodega como de una residencia encima de la loma volcánica en la que se sitúa. Esto le da una visión de villa palladiana, con un cuerpo representativo prácticamente simétrico en la parte baja, y un volumen privado coronando la colina. El volumen bajo se compone de dos secciones: Una para la producción del vino, y otra para el disfrute del mismo. La separación de estas secciones viene dada por un pórtico apoyado sobre pilares masivos, que además alberga la entrada principal. Sin embargo, el proyecto no se limita a la superficie, si no que excava 20.000 pies cuadrados de grutas que permiten el almacenamiento de las barricas en el ala de la bodega, y una serie de espacios lúdicos y dramáticos preparados para eventos y celebraciones. De esta manera se crea una relación entre las dos artes, la arquitectura y la viticultura, que es alabada y reconocida por representantes mediáticos tales como la revista "Casa y Jardín", el "New York Times" o incluso el Gobierno francés, que reconoce la inspiración en Clos Pegase de la exposición Chateau Bordeaux en el Centre Pompidou de París.


El resultado es una integración sin fisuras de la estructura del edificio y sus motivos, creando un ambiente majestuoso y tranquilo, que funde espacios interiores y exteriores como ocurre en el patio de cipreses, que guarda una estructura formal similar a un jardín europeo.


Ander GONZÁLEZ

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