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CURTIS W., La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong-Kong, 2006.


pág.121. En la Francia de la década de 1920 (a diferencia de la Alemania de la República de Weimar), había relativamente pocas oportunidades para la vivienda pública, por lo que el arquitecto hubo de contentarse con transformar su prototipo como lo permitían las circunstancias. Puesto que sus clientes solían provenir de ese sector de la sociedad parisiense que Wyndham Lewis llamó acertadamente “la bohemia de clase media alta”. Le Corbusier tuvo que renunciar a su ambición de efectuar una transformación importante del entrono moderno y concentrarse con proyectar elegantes transformaciones de sus principios generales en pequeñas parcelas suburbanas alrededor de Paris. Así entre 1920 y 1924 le encontramos construyendo casas o estudios para su amigo Ozenfant, para el escultor Lipchitz, y para el banquero suizo y coleccionista de pinturas Raoul La Roche. En estos experimentos iniciales Le Corbusier desarrolló una técnica para sacar las cosas de su contexto habitual y establecer para ellas nuevas vibraciones de significado. Así, por ejemplo, las ventanas fabriles o los lucernarios industriales en diente de sierra se incrustaron repentinamente en el escenario doméstico. Las viviendas cúbicas y encaladas, con cubiertas planas y terrazas que evocaban lejanos ecos mediterráneos, se encontraban ahora en Paris. Los salones, las cocinas, los dormitorios presentaban nuevas e inesperadas relaciones, a menudo en plantas que habitualmente no estaban reservadas para ellas. Podrían decirse que esta técnica de “perturbación” se usaba para forzar el rechazo de los viejos hábitos y las costumbres trasnochadas.


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