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Edificio Castelar

  • 1977 - 1983
  •  
  • DE LA HOZ ARDERIUS, Rafael
  • OLIVARES, Gerardo
  • DE LA HOZ CASTANYS, Rafael Remodelación   2010 - 2011
  •  
  • Madrid
  • España

“Un desafío estructural de hormigón, piedra y vidrio”, así es como define Rafael De La Hoz hijo al Edificio Castelar, la obra cumbre de su padre.


Este impactante edificio fue concebido por el arquitecto Rafael De La Hoz Arderius, asistido por Gerardo Olivares, para albergar la sede del entonces Banco Coca. Después de pasar por varias manos, acabó adquiriéndolo la Mutua Madrileña, quien lo alquiló a Catalana Occidente hasta el 2009 y al bufete de abogados Pérez-Llorca en la actualidad. En 2010 el hijo del arquitecto, Rafael De La Hoz Castanys, se encargaría de llevar a cabo su remodelación, en un arduo trabajo de recuperación de los conceptos originales del edifico.


Se trata de un auténtico experimento, con unas técnicas innovadoras en su momento, gracias a las cuales el edificio mantiene aún hoy un carácter moderno y actual. El uso del vidrio como instrumento de control climático y como verdadero elemento resistente y su singular concepto estructural potencian su elevado grado de abstracción.


La idea detrás del Edificio Castelar es la de crear un gran prisma de cristal, como un farolillo gigantesco, sobre un cuerpo basamental de travertino al que no llega a tocar, manteniéndose siempre casi ingrávido. Una caja suspendida que parece desmaterializarse a través de una sucesión de capas de vidrio. La vista que se ofrece del edificio es la de una pieza abstracta, sin referencias de escala, sin elementos que permitan averiguar, por ejemplo, su dimensión o el número de plantas.


Se ubica dentro del conjunto histórico de Madrid, en el paseo de la Castellana; como un gesto de calma entre el caos tipológico que lo rodea. Su complicada parcela (un sector circular con un desnivel de 18m), lejos de suponer un problema, se convierte en la virtud del proyecto. Colocando el edificio en la parte más alta y alejándolo lo máximo posible de la calle, logra ganar perspectiva y altura.


El programa consta de dos partes: una enterrada, con las salas comunes, de reuniones y el acceso, y la parte de la torre, el elemento en altura que contiene las oficinas. La parte enterrada, el basamento, forma parte del terraplén, proporcionando un plano inclinado sobre el que colocar las escaleras por las que se accede. El núcleo de comunicaciones abandona su posición central habitual para formar la estructura pescante, en un solo brazo de hormigón. Las plantas quedan suspendidas excéntricamente a través de unos tirantes que cuelgan a su vez de una plataforma de hormigón unida a dicho núcleo, la estructura pesante. De esta manera se consiguen plantas diáfanas, libres de pilares y de servicios.


Pero sin duda el rasgo más característico del Edificio Castelar es su fachada, el “halo” de vidrio que no solo la envuelve, sino que lo mejora, tanto térmica como acústicamente. Una doble piel que permite la circulación del aire para contrarrestar el efecto invernadero de los edificios acristalados. Rosada y vertical al interior, mateada y en posición horizontal en la envolvente externa. Para mantener la coherencia proyectual, la unión entre ambas debía ser también en vidrio; costillas de vidrio en perpendicular a ambas pieles para sujetarlas entre sí.


Tal minuciosidad se traduce en un edificio elegante, en el que todas las decisiones son intencionadas y nada está de más; los materiales, pocos y bien elegidos, se usan de una forma muy coherente y honesta. El esfuerzo estructural se ve compensado al presentarse como su forma esencial.


El edificio se percibe como una figura abstracta e inmaterial, que se deja rodear por la ciudad, a la vez que se aleja de ella. Vidrio para permitir que la ciudad entre a formar parte, pero traslúcido para que sea velada, sin quitarle protagonismo a lo que ocurre en su interior; “un edificio abstracto tiene que mostrar una ciudad abstracta”.


Maria Pilar MIGUELEZ

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