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RIVERA, David., La otra arquitectura moderna. Expresionistas, metafísicos y clasicistas. 1910-1950.


Edit. Reverté. Barcelona, 2017.


Págs. 191-216. "La metrópoli del mañana"


La publicación en 1922 de los dibujos de Ferriss sobre la ley de zonificación coincidió con la aparición en escena de Raymond Mathewson Hood, que se convertiría en el intérprete más admirado de la nueva estética inspirada en los dibujos de Ferriss. A pesar de su temprana muerte en 1934 (a los 53 años), Hood influyó decisivamente en el rumbo de la arquitectura neoyorquina, y dejó tras de sí un conjunto de obras tan llamativas como intrigantes. Su importancia es manifiesta en la herencia arquitectónica de la ciudad, pero su figura se ha investigado muy poco hasta la fecha, y las historias de la arquitectura moderna apenas le mencionan de pasada. El estudio más relevante acerca de la obra de Hood continúa siendo el sustancioso libro tributo que en 1973 le dedicó Walter Kilham, que trabajó durante años en su estudio y contribuyó a la materialización de sus obras más importantes.Por otro lado, Rem Koolhaas hizo algo por reivindicar su figura en su sorprendente ensayo de crítica cultural de 1978, Delirious New York, donde Hood aparece junto a Ferriss y Corbett como uno de los ‘teóricos de los rascacielos’, y como el arquitecto más imaginativo de Manhattan de los años 1920...


...El propio Hood iría depurando su estilo a lo largo de los años 1920, usando un lenguaje más austero y vanguardista, con esquinas retranqueadas y recortadas, grandes planos continuos y un desarrollo original y propio de elementos ‘funcionalistas’, como las cubiertas ajardinadas, las bandas de vidrio y los paños de muro sin decorar o revestidos simplemente con aplacados continuos o bandas de color. Sus obras más importantes son el edificio de la firma American Radiaton (1924), la sede del diario Daily News (1929), el edificio McGraw-Hill(1930-1931) y la definición formal del Rockefeller Center(1930-1937); todas ellas presentaban variantes cada vez más audaces y modernas del tema monumental del Chicago Tribune, y se sitúan ya invariablemente dentro de la estética del zigurat propuesta por Ferriss. Y en todas Hood fue reforzando y ampliando su modelo de monumento moderno, de modo que a cada avance tecnológico, funcional o formal (como el efecto ‘disuelto’ del Radiator, los recortes neoplásticos del Daily News, las bandas acristaladas del McGraw-Hill o los jardines colgantes del Rockefeller Center) le correspondía un avance paralelo del concepto jerárquico y expresivo general, junto con un trabajo abiertamente simbólico y comunicativo en las zonas situadas a pie de calle y un gran cuidado en la colocación de fachadas y volúmenes, de modo que las perspectivas desde la calle resultasen siempre elocuentes...


...Nos referiremos ahora a las utopías monumentales neoyorquinas que dieron su máximo desarrollo al tema del zigurat en la teoría y el pensamiento arquitectónicos del período de entreguerras, y que enlazan desde un punto de vista más maduro y concreto con las vagas visiones tecnófilas imaginadas por Antonio Sant’Elia.Las figuras de Corbett, Ferriss y Hood-todos ellos relacionados por estrechos contactos personales y profesionales, y por su participación en la elaboración del primer Plan Regional de Nueva York (1929)- confluyen en el terreno del urbanismo visionario y coinciden en presentar sendas imágenes babilónicas como anticipación de la metrópolis del futuro.


En opinión de Koolhaas, toda la teoría arquitectónica meditada y formulada por Corbett, Ferriss y Hood era una justificación a posteriori de impulsos creativos visionarios puramente inconscientes; y el ‘manhattanismo’, que estuvo vigente hasta la II Guerra Mundial, no es otra cosa que la expresión de las aspiraciones poéticas y estéticas de un grupo de arquitectos y urbanistas que supieron seducir con su retórica de la gran ciudad a los políticos, clientes y promotores. Según esta interpretación, los rascacielos y las propuestas urbanas neoyorquinas de los años 1920 y 1930 constituyen una de las grandes floraciones del espíritu poético moderno y sólo guardan una relación secundaria con las necesidades económicas y ‘objetivas’...


...También Raymond Hood cabalgó de manera entusiasta sobre la ola de la congestión urbana, y dedicó gran parte de sus pensamientos arquitectónicos a la cuestión de la ciudad del futuro. El 1927 se publicó su propuesta ‘Una ciudad de torres’, con el objetivo de ofrecer una «solución al problema neoyorquino de la superpoblación». En ella, Hood pretendía corregir la ley de zonificación de 1916 y ponía el énfasis no tanto en la relación entre la silueta del edificio y la anchura de las calles circundantes, sino más bien en la interconexión orgánica entre el volumen global de las construcciones y la cantidad de espacio libre (calle, plaza) que se establecía alrededor del edificio. Y, en efecto, su propuesta anticipaba en términos generales la segunda ley de zonificación de Nueva York, que no llegaría a aprobarse hasta 1961. Según este sistema -que se desentiende indirectamente de la cuadrícula de 1811- los edificios altos o compactos aparecerían aislados. Puesto que la operación más rentable es la de la edificación en altura, Nueva York se convertiría entonces en una ciudad de torres separadas que destacarían como esculturas o monumentos estilizados desde lejos las variadas perspectivas que se obtendrían circulando por las autopistas. O, como lo veía Robert Stern "[...] a diferencia de Le Corbusier -que sólo podía imaginar el nuevo urbanismo como consecuencia de un proceso a modo de cataclismo que destruiría la parte antigua de París-, Hood, más pragmático y más deliberadamente interesado en los efectos pintorescos, proyectó un proceso amplio por el cual las torres irían creciendo con el tiempo mientras la ciudad antigua se iba demoliendo.


 Se conservan diferentes perspectivas y fotomontajes con maquetas que muestran el aspecto que tendría esa futura ‘ciudad de torres’ vislumbrada por Hood, pero la visión más romántica y monumental la encontramos de nuevo en los dibujos que hizo Ferriss para ilustrar sus ideas.


En 1929, Hood propuso una nueva idea: ‘Una ciudad bajo un solo techo’, en la que defendía la concentración en grandes edificios -o, más bien, en microciudades- de una serie de usos relacionados que acabarían constituyendo por agregación una suerte de vecindarios verticales. Según esta propuesta, Nueva York se convertiría en una ciudad de centros especializados independientes que podrían modelarse arquitectónicamente como piezas escultóricas gigantes.


Las razones para adoptar este modelo fueron formuladas por Hood con precisión utilitaria: gracias a su ‘sistema’, el tráfico se reduciría enormemente, pues los neoyorquinos tendrían en un solo bloque su club, su restaurante, su trabajo, su teatro y hasta su casa. No haría falta desplazarse por las calles. Además, el espacio menos apreciado por todos (por debajo del décimo piso) bajaría del 40 al 15 por ciento, ya que los niveles inferiores de los edificios estarían dedicados a tiendas, teatros y servicios, situados a su vez sobre grandes aparcamientos; el suelo se reservaría a la circulación rodada. Así se acabaría con las viviendas y oficinas mal ventiladas e iluminadas, y la congestión se tornaría positiva al concentrarse sobre sí misma. Que los ciudadanos no quisieran pasear por las calles y prefiriesen pasar su vida dentro de un solo bloque es una idea que sólo podía ocurrírsele a un arquitecto del siglo XX; y, en efecto, se encuentra también en otros arquitectos visionarios con veleidades urbanísticas, desde los constructivistas a Archigram, pasando por Le Corbusier. Para Hood, la cuestión crucial era ser capaz de pensar a escala colectiva, conseguir un orden superior mediante la concentración de las funciones en un mundo artificial idealizado. Hood describe una situación en la que la diversidad de inversores y propietarios, y el individualismo y pequeñez de las aspiraciones, eran incapaces de provocar el salto organizativo necesario para sacar el máximo partido colectivo de los recursos de cada uno. Las operaciones se solían hacer sobre un solo bloque, o sobre parte de él, a causa de un respeto ciego al sistema de la cuadrícula. Nueva York -avisaba Hood- podría quedar físicamente ahogada a causa de su propia congestión, a no ser que se adoptase el tipo de ‘remedio preventivo’ que suponía su ‘ciudad bajo un sólo techo’.


En 1930, Hood presentó en la exposición anual de la Architectural League de Nueva York su propuesta ‘Manhattan 1950’; en ella retomaba su proyecto de 1925 para colonizar los puentes con grandes construcciones habitables, y rediseñaba la cuadrícula de Manhattan de manera que su equivalencia y homogeneidad se veía superada por la colocación, en puntos regularmente espaciados, de 38 montañas escalonadas que focalizaban las actividades de la ciudad. En este caso, las torres principales se situaban en las cuatro esquinas de la intersección entre dos calles, de modo que la cuadrícula, de hecho, se ve reforzada por los enormes cañones verticales; el perfil de la montaña descendía progresivamente hasta disolverse en los volúmenes del tejido preexistente. No obstante, la construcción de las montañas supondría una importante reorganización de las parcelas de la cuadrícula, la destrucción de muchos edificios, y una jerarquización visual y funcional impuesta como algo acabado. Y sin embargo, este proyecto colosal estaba pensado para materializarse al cabo de tan sólo veinte años, en un ejercicio de conciliación entre las visiones utópicas y la realidad urbana y material del lugar donde ambas cosas iba a concretarse. «La congestión se ha eliminado de las calles y ahora es engullida por la arquitectura. [...] Manhattan es ahora una tranquila llanura metropolitana marcada por los universos autosuficientes de las ‘montañas’».Ésta es también, en efecto, la metrópolis del futuro imaginada por Ferriss.


La crisis de 1929 supondría una interrupción catastrófica en la evolución arquitectónica de Manhattan, y nunca se llegará a saber en qué medida se habrían podido hacer realidad las audaces propuestas de Hood y de sus colegas visionarios. El conjunto del Rockefeller Center ha quedado como la muestra más ambiciosa y completa del monumentalismo de la congestión, uno de los capítulos más singulares del pensamiento arquitectónico del siglo XX."


Págs. 220-365."El optimismo del Art Déco" 


  "Las variaciones de esta nueva tendencia aparecieron profusamente representadas en las exposiciones internacionales de 1933 (en Chicago, titulada “Un siglo de progreso”) y 1939 (En Nueva York, dedicada a “El mundo del mañana” en cuyos montajes, pabellones y propuestas visionarias colaboraron personalidades muy representativas de la arquitectura de los años 1930, como Hugh Ferris, Raymond Hood, Wallace Harrison, Paul Cret o Joseph Urban, así como los diseñadores más importantes asociados con el Streamline Moderne, Norman Bel Geddes, Henry Dreyfuss, Walter Dorwin Teague, John Vassos o Raymond Loewy(el propio Wright colaboró al principio en el evento en Chicago, pero fue apartado del proyecto a causa de su arrogancia).


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