p. 647-648-649. Otro arquitecto que empezó con Le Corbusier y luego se pasó a su propio espacio cultural fue el colombiano Rogelio Salmoná. En las décadas de 1960-70 Salmona desarrolló una arquitectura basada en la construcción autóctona del ladrillo. En la década de 1980, Salmona tuvo conocimiento del cambio general producido en el pensamiento arquitectónico en favor de una representación cultural más patente en la forma arquitectónica, pero fue igualmente consciente del peligro de dejar reducida la tradición a una calcomanía superficial...
.. Con referencia a la obra de Salmona, Germásn Téllez señalaba en 1989: "El regionalismo o localismo latinoamericano es de reciente data en el campo de la arquitectura. Ha comenzado, como era de esperar, por descender el universalismo conceptual... para indagar por una presunta e incierta "identidad regiona... Su comportamiento (de Salmoná) ante la formidable presencia del espacio natural de su país adoptivo representa una toma de conciencia emocional y espiritual.... La arquitectura de Salmona... resulta más vital, importante y valiosa por lo que pueda tener de universal, por su permanente y profundo apoyo en nociones que vienen del pasado.. que por su presunta identidad regional.
Un puñado de obras de Salmoná... exige para su captación todos los sentidos... para leer entre líneas las intenciones ocultas y los significados implicitos... de su particular clave poética... su arquitectura, ocasionalmente, otorgará al espectador el placer prácticamente sensual que sólo otorga un dominio formidable de las formas construidas"
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Págs.. 190-214. “Diagramas de energía”
Arquitecturas ambientales. Existe, por ultimo, una variante posible y espléndida de la arquitectura entendida como, condensadora de energía, que propone síntesis que se proyectan hacia el futuro. Son los edificios conformados como entorno, que se desmaterializan fusionándose realmente con la vitalidad del espacio público y con la frondosidad del paisaje, que interactúan con el medio social, que asumen de manera auténtica la vitalidad de la naturaleza, que desarrollan las formas translucidas y livianas potenciadas por las nuevas tecnologías y materiales, que se basan en potenciar experiencias en el ambiente. Cada conjunto arquitectónico plantea una atmósfera propia para el espacio interior como entorno bien climatizado y pensado para la existencia humana; y los espacios exteriores potencian relaciones de simbiosis con el contexto. La voluntad final sería la de construir una especie de biosfera desde la que gestionar con eficacia los recursos energéticos; unas esferas para la vida.
Esta posición de sensibilidad por el medio ambiente, que ya estaba en la buena arquitectura tradicional entroncada con la capacidad de crear paisajes culturales demostrada por los arquitectos finlandeses Alvar y Aino Aalto y Elsa Kaisa Mäkiniemiy por el colombiano Rogelio Salmona.Una sensibilidad que tiene más posibilidades de desarrollo en el presente gracias a que se dispone de materiales más avanzados: ligeros y transparentes, experimentales e inteligentes, blandos y maleables, permeables y porosos, capaces de ser soportes de vegetación.
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Pág. 183-192.“Del racionalismo al revisionismo: La arquitectura en Italia, 1920-1965”
Una nueva dimensión urbana. A finales de la década de 1950, la actitud de los arquitectos-urbanistas italianos con respecto al problema de la ciudad sufrió un cambio importante. Los movimientos demográficos debidos a la migración del sur al norte, así como a los avances técnicos de la industria de la construcción, llevaron a una redefinición del alcance de la planificación urbanística, entendida como algo que abarcaba unas «ciudades región» más amplias. Según Manfredo Tafuri:
“Los intelectuales italianos estaban tomando conciencia de una nueva realidad; la urbanización convulsiva y la difusión de la comunicación de masas habían provocado unas profundas transformaciones en la sociedad. Estos cambios, junto con el rápido crecimiento económico, alentaron la formación de modelos interpretativos que rápidamente reemplazaron a los de la década precedente [...]. Los mitos neorrealistas fueron sustituidos por los tecnológicos [...]. Toda la concepción del urbanismo quedaría superada a principios de la década de 1960. “
El concepto de ciudad región, entendido como un conjunto de relaciones dinámicas en un estado de cambio permanente, ocupó el lugar del modelo fijo.
Un requisito esencial de este concepto era la ratificación de la ciudad como tal. En 1959, el arquitecto Giuseppe Samonà (1898-1983) publicó un libro titulado L'urbanistica e l'avvenire della città negli stati europei en el que defendía la gran ciudad y atacaba las premisas sociales del movimiento de la ciudad jardín y el concepto angloamericano de barrio como pequeña ciudad, guerra. Al mismo tiempo, se convocaron una serie de concursos de proyectos para nuevos centros comerciales y administrativos dentro de las ciudades existentes. De esos proyectos, el primero y más influyente fue la propuesta de Quaroni para el barrio Cepalle Barene di San Giuliano, en Mestre (1959), en el que el tejido urbano, libre en su desarrollo con un mínimo de restricciones urbanísticas, tenía su foco en un grupo monumental de edificios que daban a la laguna.
En este y otros proyectos similares, la ciudad se concebía en dos partes: una fija y simbólica, y otra continuamente cambiante y esencialmente incontrolable.
En otros proyectos contemporáneos, a esta concepción dualista se le dio una interpretación más radical, según la cual una infraestructura o esqueleto continuo contendría un relleno cambiante al azar." Esta evolución no quedó circunscrita a Italia: las concepciones similares que estaban surgiendo en Suecia se tratarán en el capítulo siguiente y, dentro del contexto del movimiento megaestructural, en el capítulo undécimo.