Tras la guerra de 1914-1918, en los círculos artísticos franceses hubo una enérgica reacción en contra de la anarquía y el experimentalismo incontrolado de las vanguardias de preguerra. Se consideraba necesario un «retorno» al orden. Pero mientras que para algunos esto significaba una vuelta a los valores conservadores y un rechazo de la modernidad, para otros significa aceptar los imperativos de la tecnología moderna. Lo que complicaba aún más la situación era que tanto los pesimistas culturales, como el poeta Paul Valéry como los utópicos tecnológicos como Le Corbusier invocaban el espíritu del clasicismo y la geometría. En el periodo posterior a la guerra hubo muy poca actividad arquitectónica en Francia hasta 1923, y los arquitectos se limitaron principalmente a proyectar viviendas particulares. Este capítulo tratará del desarrollo de la vanguardia francesa tal como surgió de esta situación, con Le Corbusier como su representante más creativo y vigoroso.
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