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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.  


Págs. 20-28.“Transformaciones territoriales: evolución urbana, 1800-1909”


Napoleón III y el barón Georges Haussmann dejaron su marca indeleble no sólo en París, sino también en buen número de grandes ciudades de Francia y Europa central que sufrieron regularizaciones inspiradas en las de Haussmann a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Su influencia está presente incluso en el plan trazado por Daniel Burnham en 1909 para la retícula urbana de Chicago, del que el propio Burnham escribió: "La labor que Haussmann realizó en París corresponde al trabajo que se ha de hacer en Chicago con objeto de superar las intolerables condiciones que invariablemente surgen con el rápido crecimiento de la población".


En 1853, Haussmann, recién nombrado prefecto de la región del Sena, comprobó que tales condiciones se concretaban en París en el abastecimiento de aguas contaminadas, falta de un adecuado sistema de alcantarillado, insuficiente espacio libre para cementerios y parques, extensas áreas de viviendas miserables y por último, pero en modo alguno de menor importancia, una circulación congestionada. De todas ellas, las dos primeras eran indudablemente las más críticas para el bienestar cotidiano de la población. Como consecuencia de la extracción de la mayor parte del agua potable del Sena —que a su vez servía como principal colector de vertidos residuales—, París había sufrido dos graves brotes de cólera en la primera mitad del siglo. At mismo tiempo, el trazado de las calles existentes ya no era apropiado para el centro administrativo, una economía capitalista en expansión. Bajo la breve autocracia de Napoleón III, la solución radical de Haussmann para resolver el aspecto físico de este complejo problema fue el percement. Su intención general era, como ha escrito Choay, "conferir unidad y convertir en un conjunto operativo 'ese enorme mercado de consumo, ese inmenso taller' que era la aglomeración parisina". Si bien el 'plan de los artistas' en 1793 y, antes de éste, el de Pierre Patte en 1765 ya habían anticipado claramente la estructura axial y focal del París de Haussmann, se puede detectar como señala Choay— un cambio en la localización real de los ejes: de una ciudad organizada en torno a los quartiers tradicionales, como en el plan trazado bajo la dirección de David, se pasa a una metrópolis unificada por la "fiebre del capitalismo". Los economistas y tecnócratas seguidores de Saint-Simon, muchos de ellos salidos de la École Polytechnique, influyeron en las visiones de Napoleón III en cuanto a los medíos económicos y los fines sistemáticos que debían ser adoptados en la reconstrucción de París, haciendo hincapié en la importancia de unos sistemas de comunicación rápidos y eficaces. Haussmann convirtió París en una metrópolis regional, cortando el tejido existente con calles cuyo objetivo era unir distintos barrios y puntos cardinales a ambos lados de la barrera tradicional del Sena.


Concedió la máxima prioridad a la creación de ejes más importantes en dirección norte-sur y este-oeste, a la construcción del bulevar de Sebastopol y a la ampliación hacia el este de la Rue de Rivoii. Esta cruz fundamental —que daba servicio a las principales terminales ferroviarias situadas al norte y al sur— estaba rodeada por un anillo de bulevares que a su vez estaba ligado al principal distribuidor de tráfico de Haussmann: el conjunto de l'Étoile, el trazado en forma de estrella construido alrededor del Arco del Triunfo de Chalgrin.


Durante el mandato de Haussmann, la ciudad de París construyó unos 137 km de nuevos bulevares, que eran considerablemente más anchos y estaban más densamente arbolados y mejor iluminados que los 536 km de antiguas vías que reemplazaron. Con todo ello llegaron los tipos residenciales normalizados y las fachadas regulares, así como los sistemas unificados de mobiliario urbano: pissoirs ('urinarios'), bancos, refugios, quioscos, relojes, farolas, carteles, etcétera, diseñados por los ingenieros de Haussmann, entre ellos Eugene Belgrand y el ya citado Alphand.


 Todo este sistema se 'aireó' siempre que fue posible mediante extensas superficies de espacios abiertos de carácter público, como en los casos del Bois de Boulogne y del Bois de Vincennes. Además de éstos, se crearon, o bien se incorporaron dentro de los nuevos límites de la ciudad, nuevos cementerios y muchos parques pequeños como los de Buttes Chaumont y Monceau. Y, sobre todo, se instaló un adecuado sistema de alcantarillado y se trajo el agua potable a la ciudad desde el valle del Dhuis. Para conseguir que se hiciera realidad este plan global, Haussmann, el administrador apolítico por excelencia, se negó a aceptar la lógica política del régimen al que servía. Su acción fue finalmente truncada por una burguesía ambivalente que a lo largo de su mandato apoyó sus 'mejoras lucrativas' al tiempo que defendía sus derechos de propiedad en contra de su intervención.


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 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.. 61-84.“ La época de la reorganización y los orígenes de la urbanística moderna (1983-1850)” 


 Durante la efímera vida de la Segunda República, el conde A. de Melun, diputado por el Norte y proveniente de la Sociedad de San Vicente, consigue que se apruebe la primera ley urbanística francesa, en 1850. Los Ayuntamientos son autorizados, desde entonces, a elegir una comisión, que indique «las medidas indispensables de sistematización de los alojamientos y dependencias insalubres, alquiladas y ocupadas por persona distinta al propietario»; es necesario que formen parte de la comisión un médico y un arquitecto, y al propietario puede obligársele a llevar a cabo los trabajos, en el caso de que sea responsable de los inconvenientes, o bien el Ayuntamiento puede actuar en lugar del propietario, expropiando «la totalidad de la propiedad comprendida en el perímetro de los trabajos a efectuar».


 Esta última disposición es la de mayor importancia, al atribuir un significado nuevo a la expropiación. La ley napoleónica de 1810 y la de 1833, promulgada en los comienzos del régimen orleanista, consideran la expropiación como una medida excepcional; la ley de 1841 facilita el procedimiento, pero establece que las autoridades únicamente podrán usarla en razón de los «grands traveaux public» y, de hecho, sirve de base a la ley del 42 sobre la nueva red ferroviaria. Ahora la expropiación puede tener también como objeto el saneamiento de los barrios de vivienda e incumbe a todo el perímetro de las obras, es decir, incluso a las que deberán volver a manos privadas, como los nuevos edificios; se convierte, de este modo, en un instrumento urbanístico general, gracias al cual las autoridades intervienen en el proceso de transformación de la ciudad, diferenciando exigencias públicas y privadas.


Es la ley que, dentro de poco, va a permitir a Haussmann efectuar sus grandiosos trabajos de transformación de París. La aplicación sucederá en una atmósfera política autoritaria, y con un espíritu marcadamente diferente al de los legisladores republicanos.


Págs. 175-213.“Las iniciativas para la reforma del ambiente, desde Robert Owen a William Morris"


... El movimiento para la reforma de las artes aplicadas. La revolución de 1848 marca el punto culminante de las esperanzas de resurrección social que están animados los utopistas, mientras que el rápido contra-ataque de la reacción produce un abatimiento general; la distancia entre la teoría y la práctica se revela demasiado grande para pensar en una reforma inmediata del ambiente urbano.


 Es éste un momento de revisión ideológica, en el cual la izquierda europea elabora una nueva línea de acción -anunciada en 1848 con el Manifiesto, de Marx y Engels- y contrapone a las reformas parciales una propuesta revolucionaria global. El debate político se plantea decididamente sobre cuestiones de principio y abandona sus vínculos tradicionales con la técnica urbanística, mientras que el nuevo conservadurismo europeo -el bonapartismo en Francia, el movimiento de Disraeli en Inglaterra, el régimen de Bismarck en Alemania- hace suyas, de hecho, las experiencias y las propuestas urbanísticas elaboradas en la primera mitad del siglo, y las utiliza como un importante instrumentum regni: sirven como ejemplo de todos ellas, los trabajos de Haussmann en Paris.


 Como ya se ha dicho, Ias leyes de sanidad elaboradas antes de 1850 son aplicadas por los nuevos regímenes con espíritu distinto del originario, y hacen posibles las grandes intervenciones urbanísticas de la segunda mitad del siglo. Al mismo tiempo, los modelos teóricos, ideados por los escritores socialistas como alternativa a la ciudad tradicional, quedan, en buena parte, absorbidos por la nueva práctica, dejando de lado sus implicaciones políticas y siendo interpretados como simples propuestas técnicas, para reorganizar precisamente la ciudad existente.


 Las ciudades ideales descritas después de 1848 -Victoria, de J. S. Buckingham, publicada en 1849, e Hygena, de B. W. Richardson, publicada en 1876- derivan de aquellos precedentes, pero carecen ahora de connotaciones políticas, mientras que se da toda la importancia a sus características constructivas y técnicas; constituyen el eslabón de unión entre las utopías socialistas y el movimiento de las ciudades jardín, que empieza a despuntar a fines del siglo, pero confirman en el fondo, el agotamiento de la línea de pensamiento de Owen, Fourier y Cabet, insostenible en la nueva situación económica y social.


 De hecho, los nuevos regímenes autoritarios abandonan la política de no intervención en las cuestiones urbanísticas, propia de los regímenes liberales precedentes, y se comprometen directamente por medio de las obras públicas- o bien indirectamente -por medio de reglamentaciones y planes- a dirigir las transformaciones en curso en las ciudades.


 De este intervencionismo nace una vasta experiencia técnica, indispensable para el desarrollo futuro de la urbanística moderna, pero al mismo tiempo la cultura urbanística pierde la carga ideológica de que la habían impregnado los primeros socialistas, y pierde su función de estímulo para una verdadera transformación del paisaje; ahora se trata, todo lo más, de racionalizar el cuadro existente, de eliminar algunas manifestaciones visibles del desorden urbano, manteniendo inalterables sus causas.


 Así, la línea de pensamiento descrita en el apartado anterior, que debe considerarse justamente como la primera surgida de la cultura arquitectónica moderna, se diluye en la práctica de las oficinas técnicas y se deforman en la interpretación paternalista de los nuevos regímenes autoritariosAl final, la propia incapacidad de los urbanistas para resolver las contradicciones de fondo de la ciudad industrial mantiene intactos los motivos para una revisión cultural, insoslayable a principios del siglo siguiente.


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MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 159-196.“Vulnerabilidades”


Ciudades de slums y geografías de los “sin techo”


                  Más allá del urbanismo formal y legal, ya sea proyectado por instancias públicas o promovido por la iniciativa privada, en las ciudades de los países en desarrollo hay una media de aproximadamente el 75 % del llamado urbanismo informal. Para tratar este fenómeno tan presente en las grandes ciudades —slumsshanty towns, infravivienda, asentamientos precarios, favelas, villas miseria o chabolas—, según Peter Hall, Mike Davis y Verena Andreatta, lo primero que vamos a hacer es aclarar los conceptos.


Los conceptos de slum y de urbanismo informal


  Antes que nada, hemos de recordar que, tal como explica Mike Davis, la palabra slum se empieza a utilizar por primera vez en Inglaterra en 1812 para designar áreas urbanas pobres y degradadas, y enseguida se identifican con lugares de criminalidad. A mediados del siglo XIX se registraron slums en Francia, en la India y en algunos lugares de Norteamérica. Este concepto se formula como contraposición a la aparición del urbanismo como disciplina científica, que viene marcada por dos planes urbanos emblemáticos: el del ingeniero Idelfons Cerdà para el Ensanche de Barcelona (1859) y el del Barón Haussmann para París en la década de 1860. Lo informal se define como contraposición al urbanismo entendido y practicado como proyecto y política de planificación de base científica. Todo aquello que no entra en lo científico y técnicamente definido se considera anómalo. No ponemos en duda la precaria existencia de muchos seres humanos que habitan en condiciones insalubres, pero discrepamos del tratamiento de lo informal como mal que se deba extirpar, y estamos más cercanos a las propuestas de recuperar y reforzar las cualidades que pueda tener.


  En sus propuestas para los slums de la India a principios del siglo XX, Patrick Geddes se oponía a la tábula rasa o “haussmannización” de los procesos de renovación urbana, proponiendo una lectura atenta de la realidad, para mejorarla según sus propias potencialidades y oportunidades.


  Slum, en definitiva, que surge como concepto para definir los barrios degradados en la ciudad, hoy se tiende a emplear para todo tipo de construcción del urbanismo de la pobreza, sea urbana o periférica, y tiene siempre un sentido peyorativo. Es por ello que en la historia de la arquitectura y del urbanismo son claves los momentos en los que, desde pensamientos anarquistas y participacionistas, se ha valorado el urbanismo de la informalidad, en contra del dominio de la vivienda pública y privada producida en serie, algo ya presente en el urbanismo vitalista de Pattrick Geddes.  


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