El racionalismo arquitectónico que se fundamenta en el mito de una sociedad científica y racionalmente ornamentada, coincide con la admiración por las máquinas. La escultura y la arquitectura de las vanguardias, desde László Moholy-Nagy hasta Le Corbusier, parte de la mitificación de la precisión y la belleza de la máquina. Ludwig Wittgenstein planteó en 1928 una casa para su hermana Hermine en Viena, siguiendo un proyecto de Paul Engelmann, discípulo de Adolf Loos y proponiendo unos espacios radicalmente vacíos de ornamentación, que estaban entendidos como un mecanismo lógico, como si fueran un circuito eléctrico. Wittgenstein había escrito “el significado es el uso”. Si en una similar batalla puritana, Adolf Loos identifica ornamentación con pervivencia irracional y ve en el ornamento un impulso mimético que va contra objetivación racional, Engelmann y Wittgenstein van mucho más allá, convirtiendo también los interiores en espacios radicalmente abstractos. Si Le Corbusier en el prototipo de la casa Domino, y Mies van der Rohe en sus pabellones platónicos eliminan la visión de las jácenas, la casa de Wittgenstein convierte las jácenas y los capiteles de los pilares en los elementos centrales de los interiores.
Coincidiendo con la conversión de las vanguardias en un movimiento internacional, van apareciendo modelos estrictamente racionales y cartesianos. El más paradigmático y seminal es la casa Domino creada por Le Corbusier en 1914. Se basa en la certeza de un a priori cartesiano, en una estructura constructiva básica: forjados y columnas prefabricadas que dejan la planta libre y la fachada independiente de la estructura, creando un espacio diáfano en torno a los pilares; un espacio humano que mira con optimismo hacia el horizonte. La estructura Domino, junto con la estructura vertical de la casa Citrohan que permite crear los dobles espacios, son el punto de partida de la mayor parte de los prototipos lecorbuserianos.
Por su síntesis de idealismo y racionalismo, el sistema Domino es una especie de “cabaña primitiva” de la arquitectura moderna, dentro de la misma tradición que la planteada por Laugier. Siguiendo el mismo sentido fundacional, los elementos básicos ahora no son de madera sino que están realizados con la incipiente cultura del hormigón armado y del acero.
Págs 181-206..... (Dentro de un lenguaje de diversidad del minimalismo, podemos destacar la categoría de precisión técnica y materialidad)…
El minimalismo se precipita en la materialidad como esencia del arte. No puede existir una obra minimalista modélica sin la perfección y simplificación formal que la técnica y los materiales de calidad pueden aportar, sin recurrir a todo el saber del arte de construir.
Recordemos cómo el filósofo Ludwig Wittgenstein, con su colaborador el arquitecto Paul Engelmann, estableció en la casa para su hermana Hermine en Viena las bases de un espacio estrictamente racional, exacto y preciso, como un circuito eléctrico. Un espacio mucho más radicalmente internacional de lo que hubiera sido capaz el maestro de Engelmann, Adolf Loos.
En los proyectos y obras de los racionalistas más radicales, como Mar Stam o Hannes Meyer, pertenecientes respectivamente a la nueva objetividad holandesa-alemana y suizo-alemana (y más tarde al exaltado constructivismo soviético), predomina esta concepción de la arquitectura como pura técnica, precisión mecánica, casta belleza que emana de la materialidad del objeto arquitectónico. El prototipo de interior CO-OP (1926) de Hannes Meyer es un emblema de la materialidad más unitaria y simple. Este valor de la materialidad y la estructura que llega a su culminación con la obra de Mies, al final de la tradición rigorista y técnica de Carlo Lodoli- Gottfried Semper-Adolf Loos, ha renacido en una parte de los reduccionistas actuales que enfatizan la “fisicidad” de toda obra: en Giorgio Grassi, Antonio Monestiroli y Francesco Venezia, en Alvaro Siza Vieira y Eduardo Souto de Moura.
Pero si en las vanguardias la técnica estaba totalmente idealizada, en la actualidad la pulcritud tecnológica es un objetivo realista. Sin alardes de alta tecnología y sin ornamentación añadida, a los minimalistas lo que les cautiva es el mundo de los materiales arquitectónicos. Tal como ha señalado Vittorio Gragotti, “ la tecnología ni les maravilla ni es combatida”; sencillamente se acepta como una preexistencia cotidiana, como un hecho natural. Es una arquitectura que no critica a la sociedad -el liberalismo democrático es su medio-, ni critica el mundo de la tecnología.
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