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Tomás Maestre Aznar nació en Madrid, 1925, en el seno de una destacada estirpe empresarial de la Región de Murcia. Abogado de profesión, emprendió sus primeras incursiones en el sector inmobiliario con diversas experiencias en Madrid y la Costa del Sol, suscitando así su sueño de convertir La Manga del Mar Menor en un centro turístico, deportivo y recreativo sin igual en España. Este trozo de tierra plagado de mosquitos y útil únicamente para la pesca y la sal le pertenecía a la familia de Maestre, quien poco a poco se hizo con los trozos de tierra de sus parientes hasta poseer el total de la lengua de arena. El abogado, hombre cercano al Régimen, era muy amigo de Fraga (Ministro de Turismo), quien le dio el visto bueno a su proyecto turístico antes de la aprobación de la norma que creó los CITN (1963).
La urbanización del terreno arenoso no fue fácil, y los trabajos e inversiones iniciales comprendieron el principio del desastroso final. Originalmente el plan se le encargó al arquitecto Antonio Bonet, quien, capacitado para diseñarlo, propuso trazar un urbanismo racional que acogiera a unas 70000 personas, con espacios libres entre construcciones en altura que dejasen respirar a los edificios, evitando el efecto pantalla. Sin embargo, la historia no podía dejar que una ciudad vacacional elitista fuera debidamente planificada, y los inmensos gastos iniciales e imprevistos así lo aseguraron. Ante las dificultades financieras Maestre trató de mantener sus proyectos a toda costa, pero se encontró con la crisis de los años 70 y dejó de poder atender sus pagos. ¿Cuál fue la solución? Empezar a pagar a sus acreedores, incluidos los trabajadores, con suelo de La Manga, lo cual supuso la principal razón del caos estético actual y la masificación de los edificios, que concentran actualmente a más de 200000 personas en temporada. Los políticos locales contribuyeron a este desarrollo dando licencias de urbanización y construcción sin problema alguno, alimentando la especulación de la zona y el destrozo del litoral.Lo que para unos supuso arrasar el paraje natural del arenal de La Manga fue para otros el despertar turístico de San Javier y Cartagena. Sin embargo, toda la cuestión urbanística pasó a un segundo cuando, en la década de 2010, se empezaron a percibir los estragos producidos por el lavadero Robertp, de la minería Portman, que llevaba vertiendo residuos mineros desde 1957. Actualmente la bahía, que baña las playas de todo el complejo turístico de La Manga, tiene en 14 metros de profundidad y 750000 m2 de su superficie más de 70 millones de toneladas de cianuro sódico, ácido sulfúrico, sulfato de cobre etc. La Manga del Mar Menor culmina, por lo tanto, como otra aberración ecológica producto del sueño del desarrollo turístico y la especulación inmobiliaria e industrial.
Nuria Agirre


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