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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.  


Págs. 20-28.“Transformaciones territoriales: evolución urbana, 1800-1909”


La absorción de un crecimiento tan volátil llevó a la transformación de los barrios antiguos en zonas degradadas y también a la construcción desmañada de nuevas casas e inmuebles cuyo único propósito, dada la carencia generalizada de transporte municipal, era proporcionar de la manera más barata posible la mayor cantidad de cobijo rudimentario situado a una distancia que permitiese ir caminando a los centros de producción. Naturalmente, estos conjuntos abarrotados no disponían de los niveles adecuados de luz, ventilación y espacios abiertos, y tenían instalaciones sanitarias rudimentarias como baños, lavaderos y basureros, todos ellos exteriores y comunitarios. Con un saneamiento primitivo y un mantenimiento inadecuado, este modelo podía traer consigo concentraciones de excrementos y residuos así como inundaciones, y estas condiciones provocaron de forma natural una alta tasa de enfermedades: primero la tuberculosis y luego, algo más alarmante para las autoridades, algunos brotes de cólera tanto en Inglaterra como en Europa continental, durante las décadas de 1830 y 1840.


Estas epidemias tuvieron el efecto de precipitar la reforma sanitaría y de impulsar algunas de las primeras ordenanzas relativas a la construcción y al mantenimiento de densas conurbaciones. En 1833, las autoridades de Londres ordenaron a la comisión de la ley contra la pobreza, encabezada por Edwin Chadwick, que hiciese indagaciones acerca de los orígenes de un brote de cólera producido en Whitechapel. Frutos de todo ello fueron el informe de Chadwick. Estudio sobre las condiciones de la población trabajadora en Gran Bretaña (1842), la 'Comisión Real sobre el: estado de las grandes ciudades y los distritos populosos' creada en 1844, y finalmente, la Ley de Salud Pública de 1848. Esta ley, junto con otras, hacía a las autoridades locales responsables legales del alcantarillado, la recogida de basuras, el abastecimiento de agua, las carreteras, la inspección de los mataderos y el enterramiento de los muertos. De disposiciones similares se iba a ocupar Haussmann durante la reconstrucción de París entre 1853 y 1870.


El resultado de esta legislación en Inglaterra fue hacer que la sociedad llegara a ser vagamente consciente de fa necesidad de mejorar el alojamiento de la clase obrera; pero con respecto a los modelos y los medios según los cuales se debería lograr esa mejora había inicialmente poco acuerdo. No obstante la sociedad para la mejora de las condiciones de las clases trabajadoras, inspiradas por Chadwick, patrocinó en 1844 la construcción de los primeros pisos para obreros en Londres, según proyecto del  arquitecto Henry Roberts, y continuó este decidido comienzo con otras viviendas en Streatham Street, de 1848-1850, y con un prototipo de casitas para obreros, con dos plantas y cuatro viviendas, nuevamente diseñada por Roberts, para la Gran Exposición de Londres de 1851. Este modelo genérico para la superposición de parejas de apartamentos en  torno a una escalera común iba a influir en la concepción de la vivienda obrera durante el resto del siglo.


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FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.11-64.“El Eclecticismo Historicista” 


El cuadro que hemos descrito encuentra una interpretación bastante fiel en la ciudad que Dickens llama Coketown en su libro Tiempos difíciles, pero la ciudad del carbón, del humo yde la máquina marca también un punto de referencia, constituye el símbolo de un proceso irreversible, rico en contradicciones,  pero también una etapa de un extraordinario desarrollo social y humano. Por otra parte, del diagnóstico y de la terapia de esta ciudad malsana nace, por obra de técnicos, legisladores, administradores, reformadores y utopistas, la urbanística moderna. >> Debido al gran desarrollo de la ciudad e industrial, las nuevas tecnologías han aparecido para favorecer el transporte y el trabajo de los ciudadanos, sin embargo, la mala gestión, construcción y ordenación de los sectores dieron lugar a pésimas condiciones de los trabajadores. Creando así un nuevo problema y una nueva solución, la urbanística moderna. 


 Esta puede considerarse como generada, desde el punto de vista sociopolítico al que hemos dedicado este párrafo, por tres aspectos diversos: uno legislativo-reformista, otro específico de los utopistas decimonónicos y un tercero que refleja la actitud de los primeros marxistas sobre el tema. En cuanto a los esfuerzos para compensar en el campo edificatorio y urbanístico los desequilibrios producidos por la revolución industrial, siguiendo la vía de las reformas legislativas, se presentan siempre las siguientes fases: en primer lugar, se efectúan encuestas precisas sobre las condiciones higiénico-sanitarias y residenciales del patrimonio edificatorio existente, especialmente en lo que atañe a los alojamientos populares (en inglaterra, por ejemplo, se dispone de la encuesta dirigida oficialmente por Edwin Chadwick y de la «privada» de Engels, junto con una serie de investigaciones menores promovidas por organismos religiosos y filantrópicos): en un segundo momento, entre profundos problemas políticos, ya que entran en conflicto los intereses públicos y los privados, se dictan algunas leyes sobre la salud pública (tales como el Public Health Act de 1898, el Artisan’s and Labourers Dwelling Act de 1866, el Housing of Worker Class Act de 1390, etc.); la tercera fase se refiere a las leyes relativas a la expropiación de bienes privados declarados de utilidad pública; es ésta la institución que pone en crisis la ideología liberal, la que constituye en cierto modo una inversión de la tendencia respecto a la política aconsejada por Adam Smith y, en definitiva, el instrumento considerado como básico para todas las sucesivas reformas urbanísticas. 


Va a ser Francia la que desarrolle una acción más decidida en este campo, la primera ley sobre la expropiation pour cause d'iuiitié publique es de 1810, pero considera casos excepcionales; la ley de 1841 extien de la expropiación a los casos de grands travaux publics; la de 1850 prevé la aplicación a todos los tipos de trabajos a efectuar, comprendidos los barrios residenciales.


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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.14-60. 1ªPARTE. LA FORMACIÓN DE LA CIUDAD INDUSTRIAL. “La Revolución Industrial y la arquitectura (1760-1830)”


d.- Los progresos técnicos en la construcción de edificios comunes.


Existe gran cantidad de información sobre las construcciones de gran envergadura, pero sin embargo, escasean datos suficientes para enjuiciar los cambios de la técnica constructiva en las edificaciones corrientes y viviendas que la revolución industrial va amontonando en torno a las ciudades.


Corrientemente se tiene la idea de que los métodos constructivos han permanecido invariables (en la historia de la urbanística de Lavedan: «podemos encontrar un número considerable de progresos técnicos en el origen de las transformaciones industriales, pero ni uno, por así decir, tiene que ver con las viviendas: en el siglo XIX, se construye como en el XVIII o como en el Medievo» e incluso se tiene la idea, partiendo de las denuncias realizadas por los higienistas y por los reformadores sociales del siglo XIX, de que la calidad de las viviendas ha empeorado como consecuencia de la prisa de las exigencias de la especulación. Probablemente, ambos tópicos sean ciertos.


El espíritu enciclopedista del XVIII orienta su curiosidad hacia todo tipo de aplicaciones técnicas, con independencia de la importancia que la cultura tradicional asigne a cada una. Arquitectos célebres se ocupan de modestas invenciones, como Boffrand que perfecciona la amasadora de cal, y Patte que inventa dispositivos para disminuir los riesgos de incendio. La Encyclopédie (1751-1772) publica, en extracto, los artículos relativos a la técnica constructiva corriente, con vistas a mejorar la preparación de los constructores.


Mientras tanto cambia, por diversos motivos, el empleo de los materiales tradicionales. Se producen industrialmente ladrillos y madera para las obras, de mejor calidad, y la red de canales permite el transporte con poco gasto, deshaciendo así las diferencias de aprovisionamiento entre un sitio y otro.


Se generaliza en este período el uso del vidrio para las ventanas, en lugar del papel (a fines del siglo XVIII aún existían en Francia las corporaciones de los châssessiers, que se dedicaban a poner papel parafinado en las ventanas) y de la pizarra o arcilla cocida para los tejados, en vez de la paja. Se usa en gran cantidad hierro y fundición, allí donde es posible hacerlo: en los accesorios de los cerramientos, en las barandillas, en las verjas y, a veces, también en la estructura portante .


Los forjados de los edificios comunes están sostenidos, normalmente, por vigas de madera, dispuestas de varias maneras. J. B. Rondelet (1743-1829), en su Traité de 1802, compara el hierro dulce a la madera, afirmando que el primero puede usarse sustituyendo al segundo. De todas formas, el hierro en vigas, de sección rectangular, no es apto, evidentemente, para sustituir a la madera, porque la mayor rigidez no compensa el mayor peso. Prosigue: «Para no tener que emplear gruesas barras, se ha pensado en una especie de cuchillos o armaduras, que proporcionan al hierro mayor rigidez, aumentando su fuerza en proporción geométrica al peso» y describe un sistema ideado por M. Ango, formado por la asociaciones de dos barras, una ligeramente arqueada y la otra tensa como una cuerda bajo la anterior:


Los comisarios nombrados por la Academia Real de Arquitectura para examinar un forjado de 19 pies de largo por 16 de ancho, realizado según este método en Boulogne, cerca de París, se expresan del siguiente modo con fecha 13 de julio de 1785: «Lo hemos encontrado muy sólido, sin grietas y estable ante cualquier presión que se haga saltando sobre él.» Pueden encontrarse los detalles en la Encyclopédie, buscando los artículos bóvedas y forjados de hierro. Su informe termina del siguiente modo: «Es de desear, por tanto, que el método de M. Ango sea llevado a la práctica por todos los constructores, a fin de que un gran número de ejemplos venga a confirmar la buena opinión que nos hemos formado en la prueba que relatamos.»


Rondelet confirma este parecer con sus cálculos y da el diseño de un forjado de hierro con relleno de ladrillos, de 20 pies de luz. «El resultado de estos experimentos es que los cálculos que hemos expuesto pueden ser aplicados a todo tipo de armadura, tanto para bóvedas como para forjados de hierro o cualquier otra obra del mismo tipo».


En 1789, N. Goulet prueba un sistema análogo en una casa de la rue des Marais, especialmente con la idea de evitar los incendios: dispone, entre las vigas de hierro, bovedillas de ladrillos huecos, y sustituye los tradicionales parquets con un solado cerámico. Recomienda también que se sustituya la madera de puertas y ventanas con hierro o cobre.


Pero la crisis económica que  sigue a la Revolución Francesa interrumpe estos experimentos. No hay manera de encontrar materiales, y en 1793 el arquitecto Cointreaux envía una Memoria a la Convención, pidiendo que se prohíba el uso del hierro en la construcción, excepto en las cerraduras.


En el siglo XIX vuelven los intentos de usar el hierro en los forjados; pero sólo se llega a una solución satisfactoria en cuando las fábricas comienzan a producir industrialmente las vigas de hierro de doble T. Desde este momento los forjados de hierro sustituyen paulatinamente a antiguos tablados de madera.


Es preciso que tengamos también en cuenta la marcha de los precios. Los materiales de construcción se abaratan casi a das partes, una vez pasadas las perturbaciones de las guerras napoleónicas; así es posible usar en construcciones populares los materiales anteriormente reservados a las construcciones para las clases superiores. Los salarios de los trabajadores van en constante aumento: también este hecho contribuye al progreso técnico, puesto que los contratistas reciben de agrado cualquier invento que permita justificar la ejecución y ahorrar mano de obra aunque sea aumentando, eventualmente los costes de los suministros.


En conjunto, las casas de la ciudad industrial son más higiénicas y confortables. Naturalmente, existen grandes diferencias de lugar a lugar y época a época; como ha sucedido siempre, se construyen también tugurios , inhabitables, descritos con vivos colores por las encuestas inglesas y francesas entre 1839 - 1850.


Al valorar estas descripciones es preciso no perder de vista que, las peores construcciones dependen de circunstancias excepcionales, como ocurre en Inglaterra durante las guerras napoleónicas. Por otra parte, si las quejas por las malas viviendas son más frecuentes en esta época, no es tanto porque su calidad sea peor que antes, sino porque se las compara a un standard cada vez más elevado. El aumento del nivel de vida y la nueva mentalidad vuelven intolerables inconvenientes aceptados como inevitables un siglo antes.


 La garra de las encuestas de Chadwick o del conde de Melun está en la convicción de que las miserias constatadas no son un destino inevitables, sino que pueden eliminarse usando los medios de que se dispone. Como indica Tocqueville, «el mal que se toleraba pacientemente como inevitable, parece imposible de soportar desde el momento en que nos hacemos a la idea de que podemos escapar de él».


 Para emitir juicio justo sobre las casas donde habitaron las primeras generaciones industriales será necesario que distingamos la calidad del edificio aislado y el funcionamiento del barrio y de la ciudad; la edificación paleoindustrial entra en crisis, sobre todo, desde su vertiente urbanística, como se verá en el capítulo siguiente.


Págs. 61-84.“ La época de la reorganización y los orígenes de la urbanística moderna (1983-1850)” 


De este modo, por caminos distintos, madura la exigencia de una coordinación de las iniciativas de edificación en la ciudad industrial. Podemos decir que los métodos de la urbanística moderna arrancan de estos dos hechos: de las servidumbres impuestas por las nuevas realizaciones técnicas -el ferrocarril primordialmente- y de los servicios invocados por los higienistas para remediar las deficiencias sanitarias de las instalaciones paleo industriales.


La formación de las primeras leyes sanitarias merece ser relatada en extenso, porque hace ver con claridad cómo se llega, comenzando por un sector determinado, a un conjunto de disposiciones globales, afectando a todos los aspectos de la vida de la ciudad.


 En Inglaterra, como de costumbre, la acción de las autoridades está precedida por la de algunas sociedades privadas de carácter filantrópico, como la Entidad sanitaria de Manchester; su acción es, cuantitativamente, poco apreciable, pero importante, pues suscita el interés de la opinión pública y demuestra la posibilidad de sanear los barrios malsanos con los medios contemporáneos.


 En 1831, cuando los desastres del urbanismo han sido claramente advertidos, el cólera se propaga de Francia a Inglaterra. Al año siguiente Edwin Chadwick (1800-1890) es nombrado asistente de la Comisión de los pobres; se le debe, en gran parte, la formulación de la nueva ley de 1834, y, a través de la encuesta de la Comisión real, tiene ocasión de conocer con exactitud y con buen número de detalles las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas.


 Es mérito de Chadwick haber captado con claridad la relación entre los problemas sociales y las condiciones físicas del ambiente: en adelante, hasta que se retire de la vida pública en 1854, se convertirá en el animador de todas las iniciativas del gobierno tendentes a mejorar el ambiente de la ciudad industrial.


 En 1838, el Assistant Commissioner's report sobre las condiciones de vida de los tejedores manuales describe así las nuevas calles construidas en Bethnal Green en los últimos decenios «por los más desenvueltos especuladores de la edificación»:


"Muchas de ellas son las peores que puedan imaginarse, desprovistas por completo de alcantarillas. Las casas son, generalmente, de dos pisos; los cimientos se han puesto, a veces, directamente sobre las brozas o el manto vegetal, y no existe ventilación alguna entre el suelo de los locales que sirven de vivienda y el terreno sin drenaje que está inmediatamente debajo; el pavimento de las calles es del tipo más mísero, compuesto, las más de la veces, por basuras terrosas y blandas, y polvillo de ladrillos amasado con humedad. El agua se abre paso bajo las casas y, en unión de los líquidos que están en los pozos negros, sale con frecuencia al exterior, en forma de vapores nocivos, y esto sucede en las salas de estar..."


...En 1839, también el obispo de Londres insiste para que la encuesta sobre sanidad realizada en la capital se extienda a todo el país, y Lord Russell encarga la redacción del informe a la Comisión de los pobres, que lo publica en 1842.


 Chadwick, promotor de la encuesta, hace un cuadro impresionante de las condiciones higiénicas de las ciudades inglesas:


 "Las prisiones se caracterizaban en otro tiempo por la suciedad y la falta de ventilación. Pero las descripciones realizadas por Howard de las peores prisiones que visitó en Inglaterra —y las consideraba entre las peores que había visto en Eurора son superadas, en todos los sentidos, por lo que el doctor Arnott y yo hemos visto en Glasgow y Edimburgo. Mayor suciedad, mayor sufrimiento físico y degradación moral que la descrita por Howard, pueden encontrarse entre la población obrera de los sótanos de Liverpool, Manchester o Leeds, y en gran parte de la capital."


 Entre tanto, un Comité de la Cámara de los Comunes publica en 1840 un informe sobre las condiciones higiénicas de las grandes ciudades, y plantea el problema a mayor escala, evidenciando la falta total de legislación sobre edificación e instalaciones urbanas. Para seguir los estudios en esta dirección se constituye una Comisión real sobre la situación de las grandes ciudades y los distritos populosos, que publica su informe en 1845; se recomienda, entre otras cosas, que antes de llevar a cabo un proyecto de alcantarillado se realice «el alzado y la planta a escala adecuada»; que además del alcantarillado se proceda a pavimentar; que las autoridades locales puedan imponer a las casas ciertos requisitos higiénicos mínimos, como la presencia de servicios higiénicos en cada apartamento; que pueda obligarse a los propietarios a limpiar las casas sucias, y a procurarse una licencia para estipular los contratos de alquiler; que puedan nombrarse oficiales médicos; que puedan recaudarse fondos para mejorar y ensanchar las calles y para poner en funcionamiento parques públicos «puesto que las grandes ciudades como Liverpool, Manchester, Birmingham, Leeds y muchas otras no poseen, hoy en día, ningún parque público para pasear».''


Págs.374 – 399. "Las experiencias urbanísticas desde 1890 hasta 1914”


En Inglaterra tras las leyes de 1848 y 1851, la comisión para las instituciones urbanísticas continúa su trabajo sin interrupciones, corrigiendo gradualmente las primeras disposiciones.


A pesar de las leyes de sanidad y las disposiciones sobre la construcción popular de 1866 y 1875, el hacinamiento en las ciudades inglesas sigue aumentando, llegando a ser intolerable en las últimas décadas del siglo. Las iniciativas filantrópicas particulares siguen siendo numerosas. En 1890 hay en Ingleterra cerca de cuarenta asociaciones que colaboran con las administraciones;  éstas liberan las áreas ocupadas por los slums, mientras que los particulares construyen nuevas viviendas. Tales iniciativas, importantes por su inspiración moral y por el estudio de los aspectos cualitativos del problema, son, sin embargo, insuficientes y no modifican de modo apreciable las condiciones de la clase trabajadora inglesa.


El estado decide, por fín,  abordar el problema y nombrar una Comisión real en la que figuran eminentes personalidades, como el príncipe de Gales, el conde de Shaftesbury Chamberlain y Chadwick. En el curso de la encuesta, un vigilante de los pobres de Bristol observa: “Si el coste de los edificios es demasiado alto para que la operación sea rentable, tendrá que cargar con los gastos la comunidad” y un funcionario de Londres: “Es totalmente imposible que la iniciativa privada, la filantropía y la caridad puedan hacer frente a la demanda actual. Lo que no pueden hacer los individuos debe tratar de hacerlo la autoridad pública, porque ella tiene el poder y los fondos suficientes”.


Las recomendaciones de la Comisión llevan a la promulgación de la ley de 1890, la Hausing of the Workers Class Act, que unifica las leyes precedentes de 1866 y de 1875 y las disposiciones de las leyes sanitarias. Se conceden a las autoridades locales préstamos en mejores condiciones, se facilita el  procedimiento de expropiación de terrenos y se reducen las respectivas indemnizaciones. A pesar de todo esto, las administraciones hacen uso limitado de esta ley y, cuando estalla la guerra mundial, aún ni se ha llegado a 15.000 viviendas construidas por este sistema: sólo el incremento de la iniciativa privada impide que la situación de hacinamiento se agrave aún más.


Alrededor de 1890 muchos otros países preparan una legislación análoga sobre el problema de la vivienda; los dos aspectos del problema – el saneamiento de los viejos barrios insalubres y la construcción de nuevos barrios, cuestiones que en Inglaterra están estrechamente relacionadas y dependen entre sí-  tienen una importancia distinta según las diversas situaciones.

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