Pág.102-106. “Tony Garnier y la Cité Industrielle, 1899 -1918”
Contra una gran oposición en la Villa Medici, Garnier siguió trabajando en su proyecto de ciudad durante toda su estancia. Para el 'testimonio de estudio académico' que se exigía, preparó una reconstrucción imaginativa y sin precedentes de la ciudad Tusculum, en una colina romana. Tusculum y la primera versión de la Cité Industrielle fueron exhibidas a la vez en París en 1904, el año que Garnier regresó triunfante a Lyon. Durante los 35 años trabajaría exclusivamente en esta ciudad y para ella, sobre todo bajo las instrucciones del alcalde progresista Edouard Herriot, y fue en Lyon, al comenzar su carrera pública, donde Le Corbusier lo conoció en 1908.
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Si Garnier se hubiese limitado a dibujar estas láminas en su atelier de Villa Medici, sólo sería uno de los numerosos utópicos nacidos en Francia. En realidad ha hecho mucho más: ha tenido la oportunidad de aplicar susconceptos arquitectónicos a una gran ciudad como Lyon y ha construido entre 1904 y 1914 una serie de edificios públicosejemplares y de barrios de viviendas, encuadrados por un plan unitario. Esta experiencia ha permitido a Garnier someter sus ideas a las exigencias concretas de una ciudad moderna. La obra construida confirma sus presupuestos teóricos y tal resultado, este puente lanzado entre teoría y práctica, constituye su contribución al Movimiento Moderno.
Esto ha sido posible gracias al encuentro de Garnier con E. Herriot, diputado radical elegido alcalde de Lyon en 1904. Ambos personajes, casi coetáneos, unidos por iguales convicciones políticas y culturales, se ponen inmediatamente de acuerdo y a esta colaboración se debe la vitalidad de las obras que han concebido juntos, como cliente, el uno y como arquitecto, el otro.
El primer edificio construido por Garnier para Herriot es una modesta lechería con establos en el parque de la Tete d'Or, en 1904. Luego, tras el período de preparación pertinente, le siguen las obras mayores; en primer lugar el complejo del matadero y del mercado de ganado de la Mouche, realizado entre 1909 y 1913, convertido en fábrica de proyectiles durante la guerra y restituido a su función finalizada ésta.
El espíritu de esta cultura, esperanzada por resolver analíticamente los problemas de la ciudad moderna, por formular las soluciones con exactitud casi científica y llena de entusiasmo por el porvenir progresivo de la convivencia humana, puede quedar eficazmente ilustrado con este discurso de Herriot, alcalde de Lyon, pronunciado en la Exposición de 1914:
La administración de una ciudad media debe dejar de ser empírica para transformarse en una verdadera cencía. Prever la extensión racional de una aglomeración humana, sistematizar los espacios libres necesarios y las reservas de suelo,responsabilizarse de su buen mantenimiento, defenderlo de las insidias de todo upo que lo amenazan, atender al transporte de sus habitantes, proveerlos de aguas sanas, desembarazarlos de los desechos, reformar las viviendas, escoger el mejor sistema de iluminación, vigilar la alimentación y controlar los alimentos básicos, como la leche, erradicar las falsificaciones y los fraudes, proteger a la infancia, modernizar la enseñanza, crear las condiciones higiénicas para el trabajo, promover o perfeccionar las instituciones sociales, organizar la lucha contra las enfermedades, infecciosas, transformar nuestros hospitales, nuestros asilo y nuestras, guarderías, buscar cual deba ser la verdadera tarea de un organismo asistencial, fomentar cultura física y el deporte indispensable para los ciudadanos, hacer que florezca la ciudad en todos los sentidos, coronar con la instrucción del arte desde esfuerzo hacia la ciencia. ¿No es este un programa digno de reflexión?
Este es el marco de instituciones y experiencias en que caen las propuestas de las vanguardias artísticas a partir de 1890. Hay que decir, antes que nada, que ninguna de estas propuestas toca las bases de la práctica urbanística del momento, ni está en situación de resolver plenamente los graves problemas de las ciudades y los territorios; precisamente aquí, de hecho, la cultura de vanguardia pone de manifestó sus limitaciones constitucionales.
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Págs. 600-620”El compromiso político y el conflicto con los regímenes autoritarios”.
4.- Francia.
En Francia no se forma ningún régimen autoritario de tipo nazi, fascista o estalinista, que, sin duda alguna, hubiese entrado en conflicto con la arquitectura moderna; pero, en cambio, asistimos a partir de 1934 a una radicalización de la lucha política y a un creciente malestar económico, que se reflejan en la producción de edificios -en progresiva disminución, como ya dijimos en el capítulo XV- y en las condiciones del debate cultural, llegando a eliminar casi totalmente cualquier ocasión de trabajar a los arquitectos modernos.
Es preciso observar que los trabajos más importantes de Le Corbusier -el colegio suizo, la Cité du Refuge-, de André Lurçat (1894-1970) -la escuela de Villejuif- y del estudio de Beaudouin y Lods -la Cité de la Muette- fueron realizados entre 1930 y 1933 y coinciden con el momento de relativo equilibrio político, dominado por la figura de Herriot (el que encargó a Garnier los trabajos de Lyon).
En este momento los artistas de vanguardia intentan también agruparse en un frente unitario. En 1929 se funda la Union des Artistes Modernes y, en 1930, la revista Architecture d'aujourd'hui.
La Union está formada por pintores, escultores y arquitectos, entre los que figuran R. Mallet-Stevens, P. Barbe, P. Chareau, R. Herbst, F. Jourdain, C. Perriand, y tiene por fin organizar cada año una exposición internacional; se adhieren, en 1931, Le Corbusier, Bourgeois, Dudok, Gropius; en 1932, Lurçat y Sartoris. En 1934, la Union publica un manifiesto con la colaboración literaria de L. Cheronnet, titulado Pour l'art moderne, cadre de la vie contemporaine, donde se rechazan las acusaciones hechas corrientemente a la arquitectura moderna (de ser de inspiración extranjera, esclava de la máquina, dañina a los intereses de la producción francesa, demasiado pobre y desnuda para comunicar satisfacciones estéticas) y se emplean los conocidos argumentos futuristas, puristas, racionalistas.
L'Architecture d'aujourd'hui dirigida por A. Bloc (1896-1966), ofrece, por primera vez, a los artistas de vanguardia un órgano de amplia difusión, distinto de las revistas de tendencia que circulan sólo entre los iniciados. Pero, dadas las costumbres del público francés, más que por voluntad de sus redactores, esta mayor difusión sólo puede tener lugar de una manera: demostrando una simpatía imparcial por muchas tendencias, desde Perret a Le Corbusier, e igualándolas en una visión formalista.
Por lo que concierne al extranjero, las preferencias se dirigen lógicamente hacia Austria y las naciones influidas por la escuela vienesa. En el curso de las polémicas, la redacción no se pronuncia por ninguna de las tendencias existentes, sino que se refugia, como era previsible, en el campo de los principios previos. Cuando, por ejemplo, se publica en Italia el primer número de Quadrante -con la declaración que se coloca junto a las tendencias más intransigentes de la arquitectura moderna, a Le Corbusier, a Gropius, a Mies van der Rohe- L'Architecture d'aujourd'hui le dedica un comentario decididamente desfavorable, afirmando que el tiempo de las tendencias vanguardistas se ha acabado y que es preciso permanecer por encima de cualquier tendencia: «Nos esforzamos por hacer surgir la verdad en las formas, como en el espíritu examinando toda producción arquitectónica contemporánea a la luz de los principios eternos de la arquitectura».