MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011.
Págs. 27-78. “Historias”
No obstante, no es lo mismo política que poder. La política abarca un campo mucho más amplio y, en este libro, el objetivo no es analizar las relaciones de poder clásicas desde el punto de vista de los gobernantes y los monumentos que promueven, sino entender la política como relación de la arquitectura y el urbanismo con todos los diversos actores de cada sociedad.
Resulta muy relevante que desde las últimas décadas del siglo XX hayan empezado a tener protagonismo otros actores y se haya empezado a reconocerlos; lo movimientos sociales urbanos formados por vecinos, feministas y ecologistas, organizaciones populares y no gubernamentales; en definitiva los habitantes de las ciudades, especialmente sus pobladores más frágiles, precarios y más concienciados. Por tanto, las relaciones entre arquitectura y política no se reducen únicamente a la esfera de los políticos, el servilismo con el poder que reclaman los ricos y poderosos para conformar el mundo, sino que también tienen que ver con el protagonismo de los habitantes en los procesos de participación, en las ONG, en las cooperativas o en los movimientos sociales y en las iniciativas dedicadas a difundir y promover los derechos humanos. En definitiva, se trata de la política como capacidad de las personas para intervenir. En consecuencia, el papel de la arquitectura no es ya solo el de Nicolás Maquiavelo en El Príncipe, sino que con el lento proceso de democratización del mundo, desde la arquitectura puede conseguirse ya no trabajar solo para “el príncipe”.
A partir de la déada de 1960, los movimientos sociales urbanos empezaron a tomar relevancia: la opinión de las mayorías silenciosas que definió Denise Scott Brown, los movimientos vecinales, que tuvieron en Jane Jacobs una intrépida defensora, los inicios del pensamiento ecologista de Rachel Carson como texto fundacional y la eclosión de los grupos ecologistas etc.