págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”
La casa de Curzio Malaparte desvela una relación ideal con el universo que décadas más tarde recrearán obras escultóricas de Eduardo Chillidacomo el Peine del viento en San Sebastián o el Elogio del horizonte en Gijón. Parafraseando a Martin Heideggerpodemos establecer que intervenciones como la de Malaparte en las rocas de Punta Massullo o la de Chillida en la costa de San Sebastián convierten un "sitio" indeterminado en un "lugar" irrepetible y singular. Se han convertido en paisajes que deben su imagen característica a la arquitectura y a la escultura.
Págs.159-180. Sin embargo, sólo algunas de las obras de arte que se realizan en el espacio público son capaces de cualificar el lugar interpretando el genius Locis, en sintonía con las ideas del espacio y lugar definidas por Martin Heidiegger. Y por Christian Norberg-Schulz. En El peine del Viento en San Sebastian, de Eduardo Chillida y Luis Peña Ganchegui, junto a referencias de la estética de lo sublime y del romanticismo -como Kaspar David Friedrich y parte de la obra de William Turner-, se manifiesta esta sintonía con las ideas sobre arte de Martin Heidegger. Al justificar la elección del lugar para dicha obra, sobre las rocas golpeadas por las olas, Chillida explica como “esos estratos son testigos de toda la historia de nuestro pueblo, estaban allí antes que todos nuestros antepasados. Eso me obliga poner las dos piezas horizontales buscando una a la otra, queriendo unir lo que estuvo unido, esto es, unirnos con el pasado, no olvidarnos del pasado.”
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Se puede decir que no se ha hecho en el País Vasco y aún en España una obra arquitectónica con tal respeto por la naturaleza y en tal armonía con ella. Podría decirse “ que ha hecho una arquitectura invisible”. “ Sobre una infraestructura muy elaborada técnicamente, Peña compone planos escalonados y de sugestivas arritmias, recubiertos de expresivos, recubiertos de expresivos y erosioados adoquines de granito que enlazan con el entorno preexistente a los ies del Monte Igueldo;por ellos se filtra el agua del mar bravo, creando mediante el recurso de la abstracción geométrica, espacios procesionales en perfecta simbiosis con la fuerza telúrica y el inquietante peine del viento de Eduardo Chillida, la comunión del ser civilizado con la naturaleza respetada y dentro de una postura todavía romántica”. El mismo Peña, a éste propósito se ha referido en la poesía de Novalis.
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Plaza del tenis. Dejemos que la furia del mar se explaye hasta en entren en acción sus domadores. Según el ingeniero de caminos Juan Machimbarrena, un pliege tectónico deprimió el terreno que hoy corresponde a la bahía de San Sebastián. Rompió la esgtratificación costera y abrió los boquetes contiguos a la isla de Santa Clara al Monte Urgull. Las corrientes, el oleaje y el viento, se encargaron de gastar la arena por las aventuras para construir la concha, hasta aquí la fuerza ciega. Cuando una ciudad como San Sebastián tiene un lugar macho tan poderoso, que después se vuelve íntimo y femenino en la Concha, el arquitecto que gobierne este espacio tiene la obligación de pasar inadvertido. Luis Peña Ganchegui ha sido durante años el arquitecto de guardia de este lugar. Su nombre está unido al del escultor Eduardo Chillida que es a su vez el representante del dios hierro en esta tierra. La arquitectura como paisaje, esta ha sido la clave de la inspiración en Peña Ganchegui. Para llevar a cabo este principio, se necesita ante todo, independencia de cualquier otro poder que no sea el de la naturaleza. San Sebastián es en gran parte Chillida. El arquitecto Peña Ganchegui, le ha servido algunas veces de soporte casi anónimo a la creación que el escultor ha impuesto con el hierro. En esta plaza del tenis, San Sebastián se agarra al mar con el peine del viento. Peña Ganchegui tuvo que transformar este espacio abandonado en una plataforma escalonada, con un zócalo que recuerda la base de los templos griegos. A su vez ha dotado de un carácter lírico al antiguo colector que había en el subsuelo. Desde su alveolo, siete orificios elevan la voz del viento y del agua sobre la plaza, según las mareas. Este mirador se ha incorporado al alma de San Sebastián. Este es uno de los lugares de la ciudad donde se siente con mayor intensidad el mar abierto. El proyecto es entendido como el preámbulo de las esculturas de Chillida que se encuentran fuera de este recinto instaladas ya en la naturaleza y para ser vistas de este lugar construído. El uso del granito rosa de Porriño acerca esta construcción a la naturaleza, el mismo adoquín en las plataformas, suelos y gradas, y el generoso remate del muro, ancho y bajo como barrera protectora sin ocultar la vista al mar, cuya presencia da sentido a todo el conjunto.
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