pág. 205-211. La fórmula frontal de volúmenes paralelos alternativamente construidos y no construidos llegó a rotarse asimétricamente en la propuesta para la EUR y, en forma condensada, en el último edificio de Terragni: las viviendas Giulia Frigerio, de cuatro alturas, terminadas en Como en 1940. Al igual que en la Casa del Fascio, la intención era, según parece, inflexionar la orientación del prisma disponiendo una fachada primaria y otra secundaria colocadas en ángulo recto. Una composición ´cubista´ y rotatoria similar había aparecido ya en las primeras villa de Terragni, y y el mismo ´formato´ fue adoptado por Cattaneo en el edificio de viviendas que construyó en Cernobbio en 1938.
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Pág. 183-192.“Del racionalismo al revisionismo: La arquitectura en Italia, 1920-1965”
Durante la primera mitad de la década de 1930, la fortuna política de los racionalistas fue mejorando tras su participación con éxito en una serie de proyectos públicos. Los más importantes fueron:
En el norte del país (lejos de la influencia directa de Roma), el racionalismo también alcanzo un relativo éxito, pese a la indiferencia a veces a hostilidad del Partido Fascista. Estos arquitectos racionalistas llevaron a cabo importantes proyectos, tanto privados como públicos: entre ellos, Figini y Pollini (por ejemplo, la casa del propio Figini en Milan, de 1934 - 1935) y Giuseppe Terragni, cuya Casa del Fascio en Como (1932-1936) era una fusión del monumentalismo clásico con la abstracción moderna. Terragni era el mis dotado de los arquitectos de Gruppo. Su obra es notable, entre otras cosas, por su compleja interacción de las superficies con el esqueleto estructural, como en la fachada este de la Casa del Fascio y en la casa Giuliani-Frigerio (1939) aludiendo a «ese concepto de Mussolini de que el fascismo es una casa de vidrio en la que todos pueden entrar, los aspectos clasicistas del edificio indujeron a Pagano a condenarlo por formalista y por representar una «sensibilidad aristocrática». El conflicto entre Pagano y Terragni no era político (ambos eran fervientes fascistas); era el mismo conflicto que había enfrentado a Hannes Meyer y Le Corbusier: por un lado, un rigor moralista; por otro, un esteticismo idealista.
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