FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Pág.284-316. “Lugar, producción y escenografía; práctica y teoría internacionales desde 1962”
Por esa época, Eisenman ya había diseñado su radical propuesta para el Cannaregio de Venecia (1978), en la que más que relacionarse con el tejido existente decidió superponer a la ciudad una retícula arbitraria, intencionadamente derivada del proyecto no realizado de Le Corbusier para el hospital veneciano , de 1964. Versiones de la ' casa Xla ' a distintas escalas, diseñada el año anterior, se iban instalando a intervalos allí donde las intersecciones de la retícula coincidían con espacios abiertos existentes dentro del distrito de Cannaregio. Este juego antihumanista con escalas variables -para el que más tarde Eisenman acuñaría el término scaling ('escalado')- estaba pensado para subvertir cualquier idea heredada con respecto a la escala adecuadamente antropomórfica o a la dimensión cívica . Con esta obra singularmente apocalíptica, Eisenman introdujo el modus operandi casi dadaísta con el que ha estado ocupado desde entonces : concretamente, la generación de formas a partir de capas superpuestas, más o menos arbitrarias, de diferentes retículas, ejes, escalas y contornos, con independencia de si todo ello resulta tener alguna conexión con el contexto real: véanse las viviendas de la Friedrichstrasse berlinesa (1982-1986) y el centro Wexner de artes visuales en Columbus , Ohio (1983-1989).
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MONTANER, Josep María., Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Gustavo Gili. Barcelona, 2008.
págs.10-25. “La crisis del objeto”
Se puede considerar, sintetizando, que a partir de la década de 1980 todas estas búsquedas se polarizaron en dos direcciones: la aceptación e insistencia en una irrenunciable dispersión y la búsqueda neomoderna de un megaobjeto complejo. Por una parte, la dispersión queda legitimada por los manifiestos de Peter Eisenman a favor de la fragmentación y por proyectos teóricos como el Cannaregio en Venecia (1978), emblema del inicio irreversible de una nueva época de fragmentos y caos, de la crisis definitiva de la aspiración moderna a objeto perfecto y significativo. Esta posición de Eisenman, sin embargo, comporta la renuncia a cualquier relación con el contexto, traicionando precisamente la pretensión de su maestro Colin Rowe.
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En esta evolución marcada por la crisis del objeto moderno que lleva a la dispersión de las formas y los sistemas de objetos, el proyecto para el Canaregio en Venecia (1979) de Peter Eisenman, en colaboración con David Buege, John Nambu y Joan Ockmman, ha sido un hito clave, un paso más allá después de propuestas como las mat-buildings.
Las serie de casas en las que se mantenía la autonomía del objeto, su protagonismo solitario, al margen de cualquier ingerencia en el lugar, de la escala humana, de la función o de cualquier tipo de relación con otros objetos, desembocó de manera intencionada y perversa en la disolución del proceso de descomposición del objeto de Frank Lloyd Wright y en la disolución del diagrama optimista de la casa Dom-inó de Le Corbusier. Fue entonces cuando Eisenman dio el salto hacia las series de cubos conceptuales, dispersos y equidistantes; y cuando la trama del proyecto no realizado de Le Corbusier para el hospital de Venecia inspiró este proceso. Los nuevos proyectos de la dispersión se basarán en las relaciones entre objetos, en la colisión con las tipologías del lugar, en la introducción de ruinas artificiales. El protagonista ya no es el objeto sino las relaciones que entre objetos pueden establecerse para determinar el lugar.
La respuesta de Eisenman a la conciencia de la fragmentación del objeto arquitectónico consiste en abandonar la propia disciplina, en la crisis de toda referencia. El arte conceptual, la literatura y la lingüística se toman como fuente de inspiración, en una condición posmoderna basada en la fragmento que impide cualquier retorno a la metafísica. Sin embargo, Eisenman insiste poco en lo esencial, la crisis del objeto, y reincide en tratar retóricamente el problema de la presencia del sujeto y del signo. La alternativa que propone Peter Eisenman es una arquitectura textual. Según su interpretación, cada obra está construida por palimpestos sin conexión que se superponen en un universo disperso que ha perdido su centro y su eje. La única personalidad sería la arquitectura como texto, para escritura, hemeneútica que interpreta la procedencia de los fragmentos, obra conceptual que no puede interpretarse sin las claves para leerla. Para demostrar que no hay posibilidad ni de utopia, ni de lugar, en el proyecto del Cannaregio confluyen tres tramas, que también son textos y tiempos; las huellas equidistantes de los núcleos cuadrados que articulaban el proyecto del Hospital de Venecia de Le Corbusier, es decir, la modernidad como nostalia del vacío del futuro y la racionalidad; las huellas de la Casa XI (1978), del mismo Eisenman, que se reproduce en tres tamaños (pequeño, escala real y doble), conteniendo los mayores a los menores, para mostrar la psomodernidad como nostalgia de su presente que crea mausoleos y museos; y la traza en diagonal que une los accesos, que relacione el proyecto con la ciudad de Venecia, es decir, el contextualismo como nostalgia del pasado, como vana voluntad de hacer aflorar las sombras de la memoria.
Con el proyecto del Cannareggio, el espacio moderno de la arquitectura se transforma siguiendo los mecanismos procesuales del arte; conceptual, pop, minimalista. La conciencia del fragmento lleva a la nueva plataforma de la dispersión en un proyecto que se ha convertido en una referencia esencial para aquella arquitectura contemporánea que ha recuperado los diagramas como instrumento para afrontar la fragmentación y la dispersión.