FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Págs. 20-28.“Transformaciones territoriales: evolución urbana, 1800-1909”
Sin embargo, pese a toda la fuerza del pintoresquismo, el impulso francés en pro de la racionalidad se conservó: primero en los percements (demoliciones drásticas en línea recta para crear nuevas calles) del 'plan de los artistas' para París, redactado en 1793 por un comité de artistas revolucionarios bajo la dirección del pintor Jacques Louis David; y luego, en tiempos de Napoleón, en la porticada Rue de Rivoli, construida a partir de 1806 según diseños de Percier y Fontaine. Mientras que la Rue de Rivoli iba a servir de modelo arquitectónico no sólo para la Regent Street de Nash, sino también para la escenográfica 'fachada' del París del Segundo Imperio, el plan de los artistas puso de manifiesto la estrategia instrumental de la calle, que iba a convertirse en la herramienta primordial para la reconstrucción de París bajo el mandato de Napoleón III.
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Págs.11-64.“El Eclecticismo Historicista”
No hay duda de que este particular acento proyectual y este vínculo con la tecnología moderna son algunas de las mayores características del neoclasicismo, es decir, del clasicismo del siglo XIX; así, llevando la discusión a sus consecuencias extremas e identificando precisamente los adjetivos «clásico» y «racional», podamos decir que toda la arquitectura rigurosa y ordenada que ha surgido posteriormente ha seguido teniendo una impronta clasicista. Además, indagando con mayor profundidad pueden encontrarse algunos puntos comunes entre el neoclasicismo y la producción de los ingenieros. Estos últimos,cuando han tratado de dar una forma a sus cálculos, no han encontrado otros principios a su alcance que los clasicistas, como la simetría, la centralidad, el sentido cerrado y compacto de los organismos, etc. Por su parte. los arquitectos han tratado la obra y los métodos de losingenieros de la manera que hemos visto arriba; y esta convergencia se ha verificado nosobre la base de un compromiso obvio, sino más bien en virtud de una idea, tal vez míticapero fuertemente sentida, por la que tanto en las raíces de una como de la otra aportaciónaparece el número, la conmensurabilidad, la norma. En base a un principio normativo(pensemos, entre otras cosas, que en 1799 se establece el sistema métrico decimal, si biensólo fue ratificado internacionalmente en 1875) y a la formación de los respectivos códigos, la ciencia y la técnica de las construcciones, por un lado, y la composición arquitectónica, por otro, han encontrado sobre todo, además de una convergencia operativa, una didáctica; y nosreferimos, en particular, al curso de arquitectura dictado en la Ecole polytechnique por J. L. N. Durand, centrado todo él sobre la investigación tipológica y sobre la combinación yarticulación de elementos preestablecidos y codificados. Finalmente, si hubiéramos de indicarla manifestación más moderna y actual del método y del gusto neoclásico, no dudaremos enidentificarla con el procedimiento iterativo de los elementos arquitectónicos para formarambientes y complejos urbanos. Desde los crescents de Bath a los trazados londinenses de J. Nash, de la rue de Rivoli de Percier y Fontaine a las calles de San Petersburgo, por citarlos casos más notables, el principio, real o aparente, es aquél por el que la calle no estáconstituida por un conjunto de palacios alineados, sino de organismos compuestos deunidades celulares. Aun siendo la estructura de squares y terraces más antigua que la de los trazados neoclásicos —pensemos en el Covent Garden, de Iñigo Jones, y en la Place Royale, de París, que a su vez se refieren a modelos italianos hasta el punto de que la de Jones se llamaba «piazza»— en el período que estudiamos tales conformaciones urbanas adquirieron un rigor y un orden, aunque a veces meramente adicional, que preludiaba el racionalismo de los años 1920-30.