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Habitat 67 es la primera obra llevada a cabo en la dilatada carrera profesional de Moshe Safdie, con proyectos realizados en Canadá, Estados Unidos, Israel, Colombia, China y Singapur. Siendo éste el trabajo que le da a conocer, gracias al éxito que tuvo dentro del marco de la Expo 67 celebrada en Montreal, convirtiéndose dicha realización en un referente a nivel internacional.


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El todavía joven arquitecto Moshe Safdie ya mostraba en su tesis doctoral presentada en la Universidad de McGill A Case for City Living (1961), el interés por el debate arquitectónico internacional del momento, centrado en el reto de las nuevas morfologías urbanas y su dispersión, inspiradas en la creación de megaestructuras y megaobjeros tecnológicos. Potenciando la prefabricación, la ingeniería de la construcción y los sistemas modulares industrializados.


Si su inicial maestro Luis I. Kahn (con quien colaboró en su estudio de Philadelphia) ya abordaba en cierta manera esta problemática en 1957 con su proyecto de torres para Philadelphia. El tema también queda reflejado a lo largo de su carrera en la obra de Buckminster Fuller, culminando en la citada exposición de Montreal 67, con la cúpula geodésica llamada “Biosfera” que realizó para la misma.


La consolidación de la arquitectura moderna tiene en los últimos años de la década de 1960 y principios de 1970, el reto de las nuevas morfologías horizontales propuestas por los miembros del TEAM X. Siendo éste un fenómeno internacional a abordar por la nueva arquitectura realizada en plena época de desarrollo del automóvil.


 El proyecto de Safdie, se trata de un complejo residencial en una zona céntrica de Montreal, compuesto por 354 módulos prefabricados, que forman una urbanización de varias alturas con 146 residencias independientes. La construcción realizada con materiales de  acero y hormigón, permiten la puesta en marcha de módulos habitables que pueden combinarse con flexibilidad. El sentido brutalista del conjunto, en su parte más estructural, nos acerca a claros y espaciosos bloques habitables que en forma de dúplex, proporcionan una moderna y agradable espacialidad.


Este modelo, abrió la puerta a otras intervenciones similares llevadas a cabo, y que tuvieron también su continuación en la propia obra del arquitecto, si bien con una menor repercusión.


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 MONTANER, Josep María., Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Gustavo Gili. Barcelona, 2008.


págs.10-25. “La crisis del objeto” 


Complejidad y tridimensionalidad: entre la dispersión y el mega-objeto. Tras la consolidación de la arquitectura moderna, uno de los primeros pasos consistió en llevar la lógica neoplasticista de la intersección a la escala urbana tal como hicieron en sus proyectos Bakema y Van den Broek, como, por ejemplo en el plan Pampus para Ámsterdam (1965). De ahí surgieron las nuevas morfologías de crecimiento horizontal propuestas por los arquitectos de la tercera generación y por los miembros del Team 10, más versátiles y adaptables al contexto. Al mismo tiempo, las ideas del movimiento moderno evolucionaron hacia las propuestas de sistemas tridimensionales. La lógica de combinatoria vertical de la Unité d’Habitation (1945-1952) de Le Corbusierlas viviendas modulares de Habitat en Montreal (1967)de Moshe Safdie, el Walden 7 en Sant Just Desvern Barcelona (1970-1975) del Taller de Arquitectura, o las casas Cubo en Róterdam (1978-1984) de Piet Blom, apostaban por la complejidad tridimensional. Se puede considerar, sintetizando, que a partir de la década de 1980 todas estas búsquedas se polarizaron en dos direcciones: la aceptación e insistencia en una irrenunciable dispersión y la búsqueda neomoderna de un megaobjeto complejo.


Págs. 90-115. “Universos de la realidad y del tiempo”


Continuidad del racionalismo. Megaestructuras tecnológicas


La continuidad de la lógica racionalista lleva a una mayor complejidad tecnológica, potenciando la prefabricación, la ingeniería de la construcción y los sistemas modulares e industrializados. De esta manera, la complejidad de los mat-buildings puede ser llevada a la tercera dimensión. Podemos considerar que de la trama de Candilis, Josic y Woods para Berlín puede evolucionarse hacia megaestructuras como el Centre Georges Pompidou en París de Renzo Piano y Richard Rogers. Este hecho se hace muy evidente en los experimentos y diagramas del holandés Piet Blom, quien evolucionó de esquemas básicos de mat-buildings hacia ciudades en el espacio. Por todo ello, en las décadas de 1960 y 1970 la síntesis de las posibilidades de la lógica de la producción de detalles, articulaciones y estructuras, desarrollando los conceptos de complejidad en el espacio y recurriendo a los prefabricados tridimensionales, permitió potenciar la eclosión de las megaestructuras, es decir complejos arquitectónicos, generalmente polifuncionales, desarrollados en el espacio y realizados con tecnología avanzada, que aparecen para resolver programas complejos como centros direccionales, centros regionales, grandes hospitales, complejos culturales o catedrales del consumo. Ejemplos emblemáticos serían el longitudinal centro cívico y comercial de la New Town de Cumbernauld (1958-1960) o toda la obra experimental del arquitecto de origen alemán Konrad Wachsmann, desarrollando sistemas prefabricados ligeros a base de estructuras modulares. Las megaestructuras tienen muchos antecedentes, como el Plan Obus para Argel y la Unité d'Habitation de Marsella de Le Corbusier; el proyecto de torres para la Philadelphia City Planning Commission (1957), en el que Louis I. Kahn contó con la colaboración de Kenneth Day, Louis E. McAllister, George Braik y Anne Griswold Tyng; los diversos prototipos de Richard Buckminster Fuller; y las ciudades espaciales (1970) de Yona FriedmanLa intención de las megaestructuras es convertir la arquitectura en ciudad. Esta ciudad como megaestructura se desarrolló en los proyectos fantásticos de cápsulas y torres tecnológicas del grupo Archigram (fundado en 1960) y en la mezcla de utopía y pragmatismo del grupo de los metabolistas japoneses, surgidos en el Congreso Mundial de Diseño celebrado en Tokio en 1960 y para quienes el racionalismo tecnológico era superado por el organicismo. Entre los diversos experimentos metabolistas destacan la Ciudad Flotante en Kasumigaura (1961) de Kisho Kurokawa, con una geometría procedente de las estructuras celulares, un módulo triaxial que puede crear plazas y claustros y que puede ir creciendo por ramificaciones; y la Ciudad en el aire para Tokio (1960-1961) de Arata Isozaki, donde la analogía biológica lleva a unos edificios-ciudad en forma de árboles con troncos, que son las torres de circulación vertical, ramas que captan energía y sirven de circulación horizontal, y hojas que son las unidades habitacionales. El metabolismo japonés pretendía crear unas ciudades flexibles que se desarrollasen como proceso genético y vivo.


 Estos proyectos experimentales son antecedentes de las megaestructuras libertarias de Constant y de los edificios-masa, apilamientos y estratificaciones, los megaobjetos de Rem Koolhaas y MVRDV. En esta evolución una aportación clave fue el Centre Georges Pompidou de París (1972-1977) de Renzo Piano y Richard Rogers, que significó la definición del edificio-masa, una megaestructura pragmática en la que se desarrollan diversas actividades en sus plantas libres, dentro de una gigantesca estructura modular de fuerte implementación tecnológica, que tiene la voluntad de facilitar cualquier tipo de transformación en su interior. La propuesta del Centre Georges Pompidou se inspiraba en precedentes no realizados, como algunas fantasías de Archigram y como el Fun Palace (1961) de Cedric Price. Esta idea megaestructural también se desarrolló en diversas direcciones en las propuestas de ciudades proyectadas a base de módulos residenciales. Una de ellas es la búsqueda de una ciudad en el espacio por parte del Taller de Arquitectura que hoy dirige Ricardo Bofill (1939) y que, tras ciertos experimentos menores, algunos de ellos realizados, culminó en el Walden 7 en Sant Just Desvern (1970-1975), cerca de Barcelona: un complejo residencial en altura para unos 1.000 habitantes, con una estructura de módulos y mallas que se agrupan siguiendo leyes geométricas de repetición y simetría, creando grandes patios y unas gigantescas aberturas a la manera de arcos. Las células de vivienda, que son accesibles desde pasarelas, pueden conectarse y ampliarse, uniéndose en horizontal o en vertical. El conjunto sigue distintas leyes geométricas que eran el resultado de las investigaciones sobre la complejidad de las estructuras modulares de la tesis doctoral de Anna Bofill (1944).


Los estructuralistas holandeses desarrollaron esta idea partiendo de la estructura de mat-building que Piet Blom (1934-1999) había investigado a fondo y que había llevado a las tres dimensiones en un conjunto residencial en altura hecha de módulos colocados de forma romboidal: las Casas Cubo, en Róterdam (1978-1984). En esta misma dirección, Moshe Safdie (1938) propuso un sistema arquitectónico de módulos, que puso en práctica en conjuntos emblemáticos como el Hábitat de Montreal, en Canadá (1967).


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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs. 437-451."La Unité d´habitation de Marsella como prototipo de vivienda colectiva” 


La preocupación por las cualidades primarias del cobijo, el recinto y el recorrido, comprendidas en parte a raíz del estudio de estructuras urbanas tradicionales, iba acompañada de cierta obsesión por la noción de ‘lugar’ en numerosos proyectos de principios de los años 1960. Las ideas utópicas del periodo de preguerra parecían conllevar la imposición de un orden nuevo y más ‘racional’ a la contextura de la metrópolis, pero el resultado había sido con frecuencia una espectacular ruptura entre lo nuevo y lo viejo. Los arquitectos asociados al Team X deseaban afrontar las exigencias de una sociedad del automóvil y edificar con materiales constructivos industrializados, pero de manera que se conservase el sentido de la identidad urbana o rural. Por tanto, había que encontrar formas que permitiesen una transición gradual entre el tejido antiguo y el objeto nuevo. Los espacios urbanos y los edificios singulares debían aglutinarse en un nuevo orden solapado, más complejo de lo que era habitual en el urbanismo moderno. No resulta sorprendente descubrir que las teorías urbanas de Camilo Sitte se volviesen a estudiar con avidez en este período. Más aún, al significado social de la calle (que Le Corbusier había pasado por alto con su destrucción de la ‘rue corridor’ o ‘calle corredor’ tradicional) se le dio un nuevo énfasis. Incluso los conceptos de la ‘calle-puente’ de los Smithson parecían carecer de una conexión suficientemente rica con los recorridos urbanos existentes y con el espacio de lo verdaderamente público.


            Algo de este nuevo consenso urbano surgió en el pacto no construido de Alexis Josie, Georges Candilis, Shadrach Woods para Frankfurt-Römerberg (1963), este se basabaen un sistema de plataformas y calles elevadas que unían los edificios como una especie de red peatonal, por encima de las instalaciones y los automóviles situados debajo. Quizá se podría ver este orden como una abstracción con forma de antiguas ciudades helenísticas como Priene (en Asia Menor), o como un pariente (tanto en forma como en procedimiento) del esquema de baja altura de Le Corbusier para el hospital de Venecia. Los edificios y los espacios intermedios estaban encajados conjuntamente como un sistema único que intentaba restablecer los trazados de la ciudad tradicional que tenía al lado (pero que nunca combinó muy bien con el tejido antiguo).        


            Los mismos arquitectos trabajaron como una idea análoga de entramado social en su proyecto para la Universidad Libre de Berlín (1964-1977). El tema de la pasarela elevada - un lugar que conservaba el carácter social de la calle frente a las funciones circulatorias modernas - era dominante en este período. El concepto de arquitectura como ‘tapete’ era obviamente la antítesis del bloque aislado; con todo, esencialmente seguía formando parte de la tradición de la Unité, ya que aún se buscaba la fusión de los conceptos de ciudad y de edificio singular. De hecho, en este período se reactivaron una serie de modelos antitéticos del bloque aislado con un vacío en su parte inferior: la manzana cerrada con patio, que creaba un recinto interior y reforzaba la configuración de la calle; el pueblo, con su jerarquía de edificios y espacios; y la ciudad sobre una colina (o su pariente conceptual, la kasba), con su aparente unidad de topografía, jerarquía social, forma construida y espacio abierto.


            El prototipo de la kasba puede haber influido en la concepción de la Siedlung Halen en las afueras de Berna (1961) del grupo Atelice 5, una ‘Unité aplastada’, comprimida para adaptarse a los trazados del paisaje. (De hecho, el propio Le Corbusier había concebido un apretado conglomerado de alojamientos y patios extendidos por una ladera mediterránea en su propuesta para las casas de vacaciones ‘Roq y Rob’ en la Riviera francesa en 1949). Las relaciones sociales de la Siedlung Halen se manifestaban directamente en la transmisión gradual de las escalas; desde la calle y las plazas principales, situadas en medio, hasta las zonas individuales, pasando por los recorridos secundarios y los jardines. La Universidad Libre de Urbino (1962-1963) de Giancarlo de Carlo, era otra variante, de hecho, las universidades se empleaban a menudo como microcosmos de los ideales urbanísticos, al igual que había ocurrido en los años de entreguerras. En este caso, los edificios se disponían sobre la cima de una colina baja y se abrían en abanico para aprovechar al máximo las vistas y armonizar con los alrededores. Aunque la forma reflejaba probablemente las ideas ‘orgánicas’ de Aalto, se trataba también de una reformulación moderna de algunos de los elementos y espacios típicos de la ciudades medievales italianas. Un espacio semicerrado, más que un objeto exento, se convirtió en el principal foco social, y se hizo todo lo posible para expresar la jerarquía de las células individuales y de las funciones sociales. Una versión mucho menos coherente de esta imaginería de ciudad en colina se pretendió realizar más tarde en el ‘Hàbitat’ en Expo 67 de Montreal, obra de Moshe Safdie, mientras que la ‘ciudad universitaria’ más afortunada del período fue probablemente el ‘paisaje urbano’ de Denys Lasdun en la Universidad de East Anglia 1962-1968; véase el capítulo 29).


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FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.445-549. “Un código virtual” 


Podríamos continuar largo tiempo enumerando propuestas de este tipo, desde la Mesa city orgánica de Paolo Soleri a las torres helicoidales de Kurokawa, desde la ciudad vertical de St.Florian a la Ville cone de W. Jonas, desde la ciudad cibernética de N. Schöffer a las macroestructuras de L. Ricci y a los acoplamientos de viviendas de plástico o a los elementos hinchables, como los del grupo Utopie, etc., pero, además de repetirnos, nos encontraríamos quizá fuera de la poética de las grandes dimensiones. Es más interesante analizar más a fondo dos fenómenos que la desarrollan y, al mismo tiempo, señalan su crisis. Nos referimos al hábitat de la Expo de Montreal, de 1967, y a las manifestaciones del grupo inglés Archigram.


 Se ha observado que uno de los factores invariantes de la poética de que nos ocupamos es la indiferencia por la dimensión arquitectónica, al constituirse de imágenes urbanas que provienen precisamente de las macroestructuras o de los contenedores. En efecto, al desplazar el interés proyectual desde la escala arquitectónica tradicional a la del town-design, pierde su valor el elemento arquitectónico individual, que a escala humana debe mantenerse necesariamente invariante. En este sentido es emblemático el diseño de Le Corbusier que en la gran estructura del viaducto del Plan de Argel presenta una vivienda de estilo morisco.


El hábitat que realiza Moshe Safdie en Montreal parece desmentir ese y otros puntos de la tendencia macroestructural. Si, por una parte, no proyecta un edificio único, sino un aglomerado a escala de town-design, como ha observado Zevi, «respecto a las célebres unidades de habitación creadas por Le Corbusier y a las otras propuestas posteriores de macroestructuras, el proyecto del hábitat presenta una característica singular: no pretende asimilar la vivienda unifamiliar en el ámbito de un gigantesco conjunto, y defiende la identidad garantizando la privacidad y el aislamiento».


Las viviendas se construyen en tierra, una por una, y posteriormente se elevan mediante una grúa que las deposita en el punto previsto, solidarizándose al conjunto con unos cables metálicos ocultos en las paredes, sobresalen así de la manera más arriesgada, formando un desorden obsesivo". De esta manera, estas articulaciones de unidades monocelulares, a las que se accede por la parte posterior mediante unas galerías cubiertas, que se insertan de forma algo «brutalista» entre los volúmenes desfasados de las células de vivienda, echan literalmente por tierra el concepto de contenedor; antes era éste el que daba forma a la estructura entera, aquí son los elementos contenidos los que asumen este cometido, desapareciendo cualquier otro tipo de macroestructura.


 

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