Pág.212 – 225.“La arquitectura y el estado: Ideología y representación, 1914 - 1943”
El origen de la Nueva Tradición, al margen de la línea principal del Movimiento Moderno, puede ser hallado en la aparición entre 1900 y 1914, de un estilo historicista conscientemente “modernizado”. En primer lugar el estilo genérico del establishment, la moda pública de finales del siglo XIX que osciló constantemente entre el neogótico y el neobarroco, empezó a perder su definición. En Inglaterra y Alemania en particular, degeneró en una elaboración estética que finalmente demostraría escasa capacidad para conseguir una expresión arquitectónica convincente. Al propio tiempo la línea principal del clasicismo europeo, las Beaux-Arts, alcanzó su callejón sin salida pompier en la exposición de Paris de 1900. La radiante pero ampulosa retórica del Grand Palais, por ejemplo, estaba patentemente mal equipada para representar la ideología progresiva de una sociedad industrialmente avanzada. ¿Qué podía ser al fin y al cabo, más simbólico de represión que el interior ferrovitreo del Grand Palais, encarcelado en una complicada escenografía de piedra? El subsiguiente intento de revivificar esta preferencia perenne por la forma lítica con sinuosos motivos florales extraídos del Art Nouveau, condujo a unos ejemplos igualmente lúgubres de clasicismo petrificado con densas alusiones simbolistas, tales como el Hôtel Lutetia de Boileau, Paris 1911, tan despreciado por Le Corbusier.
---
2.- Las Exposiciones
La Exposición de 1930 en el Grand Palais de París es la más rica en resonancias: Alemania, invitada oficialmente, encarga al Werkbund el montaje y éste cede toda la responsabilidad a Gropius, que se hace ayudar por tres antiguos colaboradores de la Bauhaus: Bayer, Breuer y Moholy-Nagy. Gropius se propone presentar lo mejor de la producción alemana, ampliamente influida por los modelos de la Bauhaus, y adopta el proyecto de una casa de apartamentos de diez pisos como marco ideal. Gropius proyecta el mobiliario de la sala común, haciendo uso de un gran número de muebles en serie; Breuer presenta el mobiliario de un apartamento de la misma casa; Moholy-Nagy se ocupa de los aparatos de iluminación, Bayer de los tejidos.
Las reacciones del público francés son generalmente positivas y también maravilladas por la transformación que el Movimiento Moderno ha imprimido, en pocos años, al arte decorativo alemán. Se admiran, especialmente, los muebles de tubo metálico de Breuer, muy superiores a los expuestos pocos meses antes en el Salon d'Automne por Le Corbusier y Charlotte Perriand; se aprecia, sobre todo, la ligereza y la impecable ejecución de cada objeto.
Las circunstancias políticas favorecen en este momento las buenas relaciones culturales entre Alemania y Francia. Briand propone la unión europea y se hacen serios esfuerzos por un entendimiento económico entre los Estados, como posible salida de la crisis inminente. En realidad la exposición, organizada con rígidos criterios selectivos, no da en absoluto una imagen fidedigna de la producción alemana en su conjunto, sino que constituye una generosa anticipación de la armonía que el Movimiento Moderno piensa poder realizar en Alemania o en otros países si logra continuar su trabajo: y por esto tiene una eficacia sugestiva tan grande.
Giedion recoge algunos juicios de la prensa de París, en los que se manifiesta el ánimo de espera unionista y la confianza en un mundo mejor realizable a través de la cooperación internacional; el Temps escribe:
Lo que más impresiona, desde el principio, en el pabellón alemán del salón de las artistas decoradores, es la sabiduría... En 1910, los artistas alemanes habían expuesto en este mismo Palacio; ¡cuantos acontecimientos desde entonces!... No exageramos al decir que, para nosotros, esta sección alemana no es una exposición como las demás, sino el fiel espejo de la joven Alemania.
Y el Figaro:
¿Es ésta, realmente, una exposición de arte decorativo corno todas las demás? No, se trata más bien de una nueva concepción de las líneas de las superficies, de los ambientes para una vida abstracta, disciplinada, sin restricciones ni cuidado de atenuar la vida misma...
... Las Exposiciones hasta ahora citadas se dedican principalmente a los contenidos, pero también transforman profundamente la forma tradicional de presentar al público los objetos expuestos.
La finalidad del montaje no es tanto la de mostrar como la de demostrar: se trata de explicar y de hacer comprensible a todos una alternativa a la manera tradicional de habitar. La exposición pierde así el antiguo carácter de mercado, se concibe —al límite—como un gran mecanismo para sugestionar al visitante, utilizando todos los medios de representación que el Movimiento Moderno elabora mientras tanto.
En 1928, Moholy-Nagy describe así los medios empleados:
Paneles móviles con esquemas que ilustren las necesidades de nuestro tiempo, discos coloreados y giratorios, aparatos luminosos, reflectores y, por todas partes, transparencia, luz, movimiento: he aquí lo que es necesario para interesar al público. Todo debe representarse de manera que incluso el hombre más sencillo pueda comprenderlo y asimilarlo. Además, la maravilla de los nuevos materiales: grandes paneles de celuloide, sistemas de rejas, grandes ampliaciones y pequeñas y grandes superficies de rejilla metálica, carteles transparentes, letreros collados en el espacio y por todas partes colores claros y luminosos.
Mientras que los arquitectos no reciben todavía encargos precisos y, por tanto, no pueden presentar realizaciones concretas, las exposiciones se transforman a menudo en ocasiones para realizar concretamente aunque de manera provisional, los nuevos conceptos espaciales.