Págs.617-633.“ La arquitectura moderna y la memoria. Nuevas percepciones del pasado” en
Es necesario reafirmar lo obvio: la arquitectura de finales del siglo XX no puede atribuirse a un único estilo ni a una única ideología; ni puede describirse y analizarse de manera satisfactoria mediante términos actuales como ‘alta tecnología’, ‘regionalismo’, ‘neorracionalismo’, ‘clasicismo’, ‘contextualismo’ o ‘minimalismo’. Todos ellos evocan filiaciones aproximadas, pero hacen poco por penetrar en las ideas arquitectónicas, y todavía menos por indicar la presencia de los edificios reales con toda su singularidad y complejidad. Como es habitual, las obras clave rehúsan aceptar los dictados o las prescripciones teóricas de ningún movimiento. Ninguna fórmula simplista funcionará al examinar edificios tan variados en su forma e intención como, digamos, el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida, España (1980-1986), de Rafael Moneo, el Instituto Nacional de Inmunología en Nueva Delhi (1983-1990), de Raj Rewal, el gimnasio de Fujisawa en Tokio(1984-1990), de Fumihiko Maki, o el Centro Arqueológico Europeo de Mont Beuvray en Francia (1991-1995), de Pierre Louis Faloci. Todas ellas son obras que tienen sus ideas, su orden y sus linajes propios, que se apoyan en la cultura arquitectónica de su época y contribuyen a ella, al tiempo que cristalizan algo de sus sociedades y lugares respectivos; encarnan diferentes visiones del mundo en términos tridimensionales y tienen genealogías complejas e incluso contradictorias en la historia anterior de la arquitectura.
---