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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987. 


Pág.107-110 “Auguste Perret : la evolución del racionalismo clásico. 1899-1925”


En 1897, tras poner fin repentinamente a una brillante carrera en la École de Beaux-Arts, Auguste Perret abandonó la orientación académica de su maestro Julien Guadet para trabajar con su padre. Este cambio consolidó su anterior dedicación parcial a la empresa constructora familiar. De sus obras de este periodo -que comienza en 1890-, las diseñadas tras dejar escuela son las mas interesantes, puesto que crearon el marco para el resto de su carrera. De ellas, dos son de una notable significación: un casino en St-Malo, de 1899, y un edificio de viviendas en la avenida Wagram de Paris, de 1902. Mientras que el primero era una incursión en el racionalismo estructural con ese estilo ‘nacional romántico’ que por entonces se estaba popularizando gracias a las villas rusticas de Hector Guimard, el segundo era una composición de ocho plantas y estilo ‘Luis XV más Art Nouveau’ en piedra labrada. De los dos, el último ha de considerarse como el punto de partida esencial de Perret, puesto que ponía de manifiesto su retorno consciente a la tradición clásica, un retorno que incluso se anticipó en unos cuantos años a la ‘cristalización’ del estilo Secession, patente a partir de 1907 en la obra de figuras como Behrens, Hoffmann y Olbrich. 


El edificio de la avenida Wagram iba sobresaliendo sobre el pavimento hasta alcanzar la profundidad de un mirador en la columnata de la sexta planta. Este perfil hinchado de piedra se complementaba sutilmente con una ornamentación de vides esculpidas que se elevaban sinuosamente desde el portal para florecer en petrificada abundancia bajo el plinto de la citada columnata. Adscrito al simbolismo, Perret había diseñado la mampostería de esta construcción como para evocar la imaginería floral de la belle époque. Al mismo tiempo, no deseando violar la ordonnance de una calle parisiense, tuvo cuidado de alinear sus huecos moldeados con los de las fachadas clásicas de ambos lados. Sin embargo, todo esto contradecía el canon del racionalismo estructural, pues era evidente que no se trataba de la arquitectura de la estructura articulada tal como la había propugnado Viollet-le-Duc. Y no se trataba tampoco del uso naturalmente expresivo y vernáculo de la estructura que Perret había desplegado en el casino de St-Malo.


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