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Biblioteca de Santa Genoveva

Bibliotheque de Sainte - Geneviéve
  • 1843 - 1850
  •  
  • LABROUSTE, Pierre François Henri
  •  
  • París
  • Francia
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CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.


pág.227-230.El hierro y la Biblioteca de Santa Genoveva. "Aunque la École des Beaux Arts y la convocatoria de concursos fuera quizás responsable de una determinada manera de concebir los proyectos, sería injusto suponer que éste método implicó una uniformidad en las tendencias arquitectónicas. A lo largo del siglo XIX, los profesionales no dejaron de debatir sobre el desarrollo de un estilo apropiado y digno que expresara los principios de la época. En Inglaterra, la publicación en 1836 de la monografía Contrasts, escrita por el arquitecto A.W.N.Pugin (1812-52) reavivó el interés por el diseño gótico, un interés que nunca había desaparecido de la arquitectura inglesa. En Berlín, Karl Friedrich Schinkel (1781-1841) se distanció del clasicismo de sus primeras obras para alcanzar un estilo próximo al románico, donde el ladrillo  era protagonista. En la propia École, la rebelión, liderada por el arquitecto Henri Labrouste (1801-1875), adoptó la forma del estio Neo-Grec. A pesar de su nombre, el neogriefo no preconizaba un regreso a la arquitectura de Grecia, sino más bien la creación de una nueva y expresiva architecture parlante: una arquitectura que hablara o proclamara su función o propósito. Es precisamente a la luz del movimiento Neo griego como debemos valorar la aportación arquitectónica de una de las bibliotecas decimonónicas que más ha dado que hablar: la de Santa Genoveva, obra del porpio Labrouste.


Hacia 1800 la antigua biblioteca de Sta. Genoveva había desbordado su recinto original, por lo que hubo de trasladarse a la planta superior del liceo Enrique IV, tras el Panteón. El solar que se le asignó a Labrouste, al norte del Panteón, media 86 m de largo aunque su anchura era únicamente de 29 m. Posteriormente el arquitecto declararía que aquellas dimensiones le habían hecho descartar por imposible la idea de una explanada ajardinada que separara la fachada de la biblioteca de la plaza. En su lugar, se vio obligado a diseñar un único volumen que ocupara el emplazamiento por completo. Sin embargo, la idea de contar con un jardín no se perdió del todo, pues se convirtió en el tema del vestíbulo de entrada, decorado por unos murales, en los que los árboles y arbustos parecen asomarse por encima del muro que rodea un jardín.


El empleo del hierro por parte de Labrouste en la construcción de la biblioteca, no fue una reacción racionalista fente a las tradicionales estructuras de mamposteria. En los años cuarenta del siglo XIX el hierro se usaba con mucha más frecuencia de lo que se suele pensar. Aquella era la época del ferrocarril, y por toda Europa se construían estaciones de tren con cubiertas de hierro. Pero también era la época del alumbrado de gas. La Biblioteca de Santa Genoveva no se construyó con hierro por capricho de Labrouste, sino porque había que alumbrarla con luz de gas, de modo que desde el principio, el pliego de condiciones estipuló el empleo del hierro como medida de proteción frente a los incendios. La elección del material, por tanto, no fue ni una idea del autor, ni tampoco una novedad absoluta en una construcción de este tipo. Tampoco era la primera biblioteca que se iluminaba gracias al gas, ni la primera en usar grandes estanterías modulares (ya se venian empleando por lo menos desde mediados del siglo XVIII), aunque todo ellos se haya afirmado en alguno u otro momento con respecto al edificio de Labrouste. La originalidad del edificio reside en la forma en como su arquitecto combinó aquellos elementos ya existentes, y en como los expresó, en lugar de ocultarlos, por medio de formas tradicionales. 


Toda la planta baja de la biblioteca se dedicó al depósito, para lo que se instalaron numerosas filas de estanterías de gran altura a las que se accedia con escaleras de mano, y que fueron sustituidas hace mucho tiempo por otras modulares de acero. Del depósito arrancaban una escaleras que conducían a la sala de lectura en la planta superior. El uso del alumbrado de gas permitió a Labrouste reducir el tamaño de las ventanas de la planta baja. La iluminación del vestíbulo de acceso resulta especialmente tenue y ello realza la sensación de estar caminando a la hora del crepúsculo en un jardín alumbrado por farolas. Los pilares cuadrados se asemejan a unas gárgolas que soportan las vigas de hierro del techo.El vestíbulo conduce a una escalera -la iluminación es más intensa gracias a las ventanas superiores- que marca el camino al visitante. En lo alto de la escalera, un mural reproduce La Escuela de Atenas de Rafael. A partir de este punto se accede a la sala de lectura, un unico espacio rectangular que ocupa la totalidad del primer nivel. En contraste con la planta baja, esa queda generosamente iluminada por unos enormes ventanales abiertos en todos los lados del recinto.


La sala de lectura principal tiene, una configuración más tradicional. Sin duda, sus galerías se inspiran directamente en el proyecto de la Biblioteca Nacional que firmara Boullé. Los lectores se encuentran separados de las estanterías por una verja de hierro, y la hilera de estantes inferior apenas supera la altura de la cabeza, por lo que resulta fácil alcanzar los libros. Vista en sección, la biblioteca, aparece retranqueada, como en el proyecto de Boullé, de forma que la galería queda encima de un pasillo y de la hilera inferior de estanterías. El pasillo es una innovación de Labrouste. Débilmente iluminado, por unas ventanas diminutas, aporta un espacio adicional para el depósito de libros. La cubierta de la sala de lectura consta de dos filas de arcos de hierro fundido que arranca desde una línea central de esbeltas columnas del mismo material. El espacio no habría requerido en realidad el apoyo de las columnas centrales que se introdujeron por motivos puramente estéticos. Las obras empezaron en 1843 por el cuerpo principal de la biblioteca, aunque los bocetos suguieren que Labrouste aplazó la delineación detallada de la obra de hierro hasta 1845, cuando la mampostería estaba bastante avanzada. El arquitecto, creó así un nuevo lenguaje decorativo que se ajustaba al material urilizado. 


De todas las caracteristicas de la biblioteca de Santa Genoveva, la fachada es la que ha generado más comentarios. Una vez más, parece que Labrouste no se ocupó de la decoración hasta una fase tardía del proceso, cuando las obras ya estaban relativamente avanzadas. Los paneles de piedra bajo las venanas llevan inscritos los nombres de 810 autores famosos en orden cronológico. El primer nombre, en el panel de la esquina noroccidental, es el de Moisés, mientras que el último, en el nororiental, es el del químico J.J. Berzelius, lo que representa la historia del conocimiento desde la teología hasta la ciencia moderna.


La Biblioteca de Santa Genoveva ejerció una influencia enorme: su fachade se imitó con profusión, entre otros, y de forma muy destacada por parte del estudio de arquitectura de Mckin, Mead & White en el proyecto de la Biblioteca Pública de Boston erigida entre 1887 y 1895, aunque la configuración interna de este edificio es muy distinta a la de la biblioteca parisina. En Francia, esta obra consagró a Labrouste y contribuyó a su nombramiento como arquitecto de la Biblioteca Nacional en 1854. Tras supervisar varias labores de reformas de este último edificio Labrouste se dedicaría a nuevos proyectos. El primero en la Biblioteca Nacional, fue el nuevo depósito (o magasin) realizado a base de estanterías de hierro y terminado en 1867. Le siguó el diseño de una nueva sala de lectura, la salle des imprimés, en 1869. Ambas obras están realizadas en hierro. Las estanterías del depósito distribuidas en cuatro pisos, son autoportantes. Cada piso tiene únicamente dos metros de altura, con lo que los bibliotecarios pueden retirar los volúmenes, sin ayuda de escaleras de mano. Los suelos construidos de emparrillado de hierro,  permitieron que la luz procedente de las claraboyas del techo se filtre a través de ellos. El depósito resulta visible desde la sala de lectura, a través de una enorme ventana de cristal situada detrás de la mesa de los bibliotecarios, que es donde los lectores solicitan los libros que necesitan."


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KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988. (DUDA)


Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "


pág. 1028-1051. La Edad del hierro. 


La nueva tectonologia.


De nuevo fue en Francia donde la nueva tecnología se aplicó a algo novedoso en la arquitectura comercial, el gran almacén. Este fue inicialmente una institución parisina, y un resultado directo de la liberalización de todo el comercio en la Revolución de 1789. Los primeros en surgir fueron grandes tiendas que vendían telas y accesorios relacionados -lencería, zapatos, sombreros- y cobraban precios fijos. Lo que hicieron posible el metal y el cristal fue dejar el piso bajo completo y el entresuelo abiertos al exterior con ventanas de cristal plano, y tener un patio central con un techo acristalado sobre él.


Los edificios públicos eran una cuestión más seria. Cuando Labrouste se arriesgó a trabajar con hierro y cristal en la biblioteca de Ste. Geneviève de París, fue rotundamente ridiculizado. Su sala de lectura principal del segundo piso es actualmente muy admirada, precisamente por ser tan premonitoria de las cosas que iban a suceder. Está dividida en dos naves cubiertas con bóveda de cañón por una hilera central de delgadas columnas de hierro. Las bóvedas son delicadamente soportadas por arcos con una filigrana de volutas, mientras que los muros de mampostería, que presentan una estructura inspirada en el Renacimiento, pero muy original, tienen sus propias hileras de arcos de ventanas. La escala se aproxima a los interiores visionarios de Boullée -del que vimos un proyecto para biblioteca en el capítulo anterior-, y ciertamente la nueva tecnología llevó a los volúmenes vastos, puros y geométricos del neoclasicismo más cerca de la realidad. La biblioteca del Museo Británico, un poco más tarde, con su gran sala de lectura circular, también introduce soportes de hierro y suelos de hierro. Obviamente se fijó en el gran ejemplo de Labrouste, pero a su vez contribuyó a la gran obra maestra del autor francés de la década de 1860, la Biblioteca Nacional. Esta tiene una espléndida sala de lectura cubierta por una serie de ligeras bóvedas de terracota que descansan sobre columnas de hierro y arcos, y que están horadadas por óculos. Es un diseño seguro, la máxima expresión de la elegancia y la flexibilidad metálica. Pero paradójicamente, por esta época el hierro estaba perdiendo el favor popular que había obtenido en la primera mitad del siglo, especialmente desde que el Crystal Palace había sorprendido y deleitado a las muchedumbres que visitaban la Gran Exposición de 1851 en Londres, celebrando los logros de la industria moderna.


 


 


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PEVSNER, Nicolaus ., Pioneros del diseño moderno. De William Morris a Walter Gropius. 


Ed. Infinito. Buenos Aires,2003.


Págs.109-136. “La ingeniería y la arquitectura en el siglo XIX”


Hasta ahora, todas nuestras referencias sobre el hierro han sido estimuladas por estructuras que no eran arquitectura con A mayúscula. Cuando se llega a edificios civiles o iglesias, el campo de aquéllos, dispuestos a emplear el hierro con franqueza y convicción estética, se estrecha considerablemente de inmediato. Los dos edificios más sobresalientes del 1840, eso es de la década anterior al Crystal Palace, son la Biblioteca de St. Geneviève en París, de 1843-50, y el Coal Exchange de Bunning en Londres, de 1847-49. La Biblioteca de Labrouste es de un exterior neorrenacentista reprimido y en su interior tiene dos naves con arcos y bóveda de cañón corrido donde las extremadamente elegantes columnas separando ambas naves, son de hierro a la vista descansando ambas bóvedas sobre arcos de tracería de hierro que conectan las columnas con los muros exteriores de piedra. El London Coal Exchange de una libertad semejante en cuanto a la exposición del hierro, aunque mucho más libre su despliegue de una ornamentación elaborada. Hacia el 1850, el Oxford Museum, construido Deane & Woodward bajo la supervisión inmediata y la bendición de Ruskin, tiene altas columnas de hierro y mucha ornamentación en hierro, en formas góticas y naturales. Durante la misma década, en 1854-95, Louis-Auguste Boileau cometió la temeridad de introducir en la iglesia de St. Eugène, en París, no solamente columnas de hierro sino también bóvedas acostilladas del mismo material. Durante la década siguiente, junto a su hijo Louis-Charles hizo lo mismo en y escribió también varios libros sobre las ventajas del hierro en la arquitectura. Baltard, el arquitecto del Mercado, se unió a los Boileau en la iglesia de St Augustin en París, en 1860-61, empleando columnas, arcos y una cúpula de hierro.


 


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