págs.1053-1105.“La experiencia americana”
Pág.1077-1105 Arquitectura para una nación.
Pág. 1093. Siempre Grecia.
Este paisaje federal, dirigido por el sucesor de Latrobe como Supervisor de los Edificios Públicos, Robert Mills, es de una gran simplicidad monumental. Las plantas y alzados no desentonarían en las páginas de Durand: todo el detalle es griego. Hacia 1820 la manera romana de Jefferson estaba en decadencia, al haberse visto manchada por su asociación con el régimen imperialista de Napoleón. El neoclasicismo ecléctico de Latrobe estaba siendo destilado en un molde griego más puro. Por lo que respecta al gusto gubernamental, el giro no fue nada ambiguo. En el concurso de 1818 para el Segundo Banco de los Estados Unidos, el programa requería enfáticamente «una casta imitación de la arquitectura griega en su forma más simple y menos cara». Latrobe perdió ante el joven William Strickland, que realizó un templo con la fachada del Panteón. El diseño estableció la tendencia de los edificios gubernamentales durante los cuarenta años siguientes. Internamente, persistían las bóvedas de piedra reforzadas con hierro. El prestigio del Capitolio también prolongó la vida de las cúpulas grandiosas. Pero en la mayoría de los casos, las formas hablaban en griego — o así debían hacerlo—.
Y este nuevo gusto no se detuvo en la arquitectura oficial. Los primeros hoteles modernos, como el Astor de Nueva York y el Tremond House de Boston, ostentaban pórticos griegos, frisos y ventanas. Las iglesias cambiaron el frente de templo de Gibbs por otro griego. El Girard College de Filadelfia, construido como una serie inconexa de formas de templo, era sólo la versión más llamativa del helenizado campus, un programa en el que la metáfora arquitectónica era singularmente apta, puesto que podía reforzar el idealismo de un plan de estudios clásico. En su forma más básica, esta casa era la casa colonial pintada de blanco, con su extremo menor vuelto hacia la calle, y la forma apuntada del tejado a dos aguas traducida a un pedimento apoyado en pilastras en las esquinas. Pero los ricos no pasaron de insistir en peristilos completos o, por lo menos, en fachadas columnadas en un orden correcto y con alas semipedimentadas tras ellas.