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Drogtot house - Casa de doble corral

Drogtot house - Casa de doble corral

Siglo XIX
  • Estados Unidos

KOSTOF, Spiro., Historia de la arquitectura. Alianza Editorial. Madrid 1988. Tomo 3


págs.1053-1105.“La experiencia americana” 


Pág.1077-1105 Arquitectura para una nación.


Pág. 1093. Siempre Grecia.


Pero la manera griega no desaparecería. Lo que contradecía su idealismo y amortiguaba su popularidad, finalmente, era la facilidad con que podía hacérsele justificar tanto lo peor como lo mejor de América. En el norte, en lugares como Boston, el revival griego servía de apoyo a un renacimiento humanitario e intelectual. Se pronunciaba por una sociedad que veía la ilustración en términos de bienestar general de sus grupos constituyentes. En el Oeste, la democracia jacksoniana se unió al revival griego para mostrar que ricos y pobres podían compartir la misma visión de un futuro luminoso, empleándolo para su naciente sistema de escuelas públicas, sus academias, sus tribunales de justicia y sus bancos, y los falsos frentes de sus comodidades, a menudo meramente básicas, que distinguían a sus ciudades de rudos asentamientos fronterizos. En el Sur, el mismo lenguaje arquitectónico inmortalizó a una sociedad de amos y esclavos.


El Sur se había recuperado ya de la conmoción de la Guerra de la Independencia. La invención de Eli Whitney de la máquina desmotadora de algodón en 1794, abrió el camino al algodón barato y apartó gradualmente a la economía del tabaco. Por consiguiente, el sistema de plantaciones quedó firmemente atrincherado y se trasladó a territorios nuevos como el norte de Luisiana, Mississippi, Alabama, y el oeste de Georgia. El algodón nutrió a la industria textil del norte, en continuo crecimiento, que de esta forma abandonó diplomáticamente la esclavitud. Pero el contraste entre el Norte y el Sur era bastante marcado. Dickens describe Lowell, y en Nueva Inglaterra había todavía varios poblados de manufactorías como aquel por los que pasear.Eran comunidades sumisas, paternalistas, concienzudamente planificadas. Tenían generosas pensiones para la mano de obra -robustas chicas granjeras cuyos decentes salarios permitían enviar a sus hermanos a Harvard—. Estas hileras de residencias y las fábricas de ladrillo, de varios pisos, con su característico claristorio de ventanas rectangulares recorriendo toda la longitud de los aleros elevados, encarnaban de una forma tan pura a una nación en movimiento como lo hacían Washington, Boston, o las ciudades del valle del río Ohío.


En el Sur, había poca distinción arquitectónica entre las elegantes casas de plantación griega y las mansiones, por una parte, y las cabañas de los esclavos por otra. La casa de granja común, la llamada casa doble de corral, era una choza de un piso y dos habitaciones, con dos puertas delanteras y una chimenea en el centro o a un extremo. Una variante que se desarrolló hacia 1825, la casa llamada dogtrot, tenía dos unidades iguales separadas por un ancho espacio descubierto. Este tipo rural que servía al granjero pobre, blanco o negro, al ser transferido a la ciudad y seguir teniendo su estrecho extremo apuntado, se convirtió en la «casa-escopeta»; con una anchura de una habitación, y con una ristra de adiciones hechas manualmente pegadas a la parte trasera. No había nada griego en ninguna de ellas. No se pensaba en el idioma griego como el denominador común de la sociedad en su conjunto, sino como un coto de la clase dominante. Y esta clase hizo de este idioma algo propio no por su poder de evocar la libertad y la democracia, sino porque ponía de manifiesto que la institución de la esclavitud no manchaba al aristócrata sureño culto más de lo que pudiera manchara a los griegas y los romanos poseedores de los esclavos.

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