Print

Ayuntamiento de Eibar

  • CAPELASTEGUI, Xabier
  •  
  • Eibar (Gipuzkoa)
  • España
imagenes/7279_1_36020783.jpg imagenes/7280_1_36020784.jpg imagenes/7281_1_36020785.jpg imagenes/7282_1_36020786.jpg imagenes/7329_1_04051590.jpg obras/36997_25_36020783.jpg obras/36997_26_36020784.jpg obras/36997_27_36020785.jpg obras/36997_28_36020786.jpg obras/36997_29_04051590.jpg obras/36997_8_33021136.jpg

CENICACELAYA, Javier.,RUIZ DE AEL, Mariano J., AZPIRI ALBÍSTEGUI, Ana., Ayuntamientos en Gipuzkoa / Udaletxeak Gipuzkoan. Eusko Ikaskuntza. Bilbao, 2014. 


Después de los sucesivos desastres, ya tópicos en nuestra historia, como las guerras y los incendios, la primera casa consistorial conservada en Eibar se inauguró en el año 1800. Hoy está en el número uno de la Plaza de la Constitución. Pero ya setenta años más tarde de estrenarse se quedó corta y desde 1871 se intensificaron las iniciativas por mejorarla. Tras varias tentativas condenadas al fracaso por las coyunturas de guerra y las crisis económicas, finalmente se encargó a Ramón Cortázar el proyecto en 1898. Este arquitecto ya era un profesional de prestigio a pesar de su juventud. De hecho, en 1896 había ganado junto con Luis Elizalde el concurso para el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza en el ensanche donostiarra.


En 1898 el consistorio eibarrés le encomendó su nueva sede pensando posiblemente en ese edificio elegante, ecléctico y muy académico que hoy es el Centro Koldo Mitxelena. Era un arquitecto culto, capaz de composiciones palaciegas que hacían fachadas urbanas de largo recorrido. Su solvencia compositiva en alzado era una posibilidad muy tentadora para una villa con riqueza y ambición como Eibar. Al escoger a Cortázar el consistorio se retrató. Quería un gran palacio municipal y lo quería formando un nuevo núcleo de centralidad al volver monumental la plaza de Unzaga. Le proporcionaba un telón de fondo que la cerraba completamente y la definía con su gran volumen oponiéndose al potente desnivel del otro extremo de la plaza.


La decisión de disponerlo en la plaza de Unzaga causó gran polémica porque se sacaba el ayuntamiento del que entonces era el centro urbano. Se recogieron firmas para evitarlo y de los más de 5.000 eibarreses  que componían la población, se consiguieron 600 opiniones en contra. De manera que la apuesta por este intento de estirar y conectar todas las partes de la villa, ya de por sí alargada y difícil, topó con la oposición de la costumbre y formó un soberano revuelo entre los vecinos. Pero era una operación necesaria para conectar debidamente Isasi con el pueblo, hacer una gran plaza para todo tipo de usos y fijarlo todo con una monu mental pieza de arquitectura exenta que preside sin ninguna competencia visual todo el nuevo espacio público. Cortázar, con su elección compositiva, marca jerarquía. Su proyecto está más cerca de cómo hubiera sido un Palacio de la Diputación, cincuenta años antes, más o menos, a lo que venían siendo los ayuntamientos.


El programa de la planta es complejo. Nos salimos del esquema tradicional de caja y escalera. La utilidad marca la distribución interior. Las escuelas tienen el tamaño adecuado y sus tres entradas se encuentran con tres escaleras palaciegas, particularmente la central. Añade el interés del gran patio interior, al que en la última rehabilitación se le ha sacado un enorme partido, con una cubierta traslúcida que baña todo el interior con luz cenital. La transformación en este caso ha mutado el patio como elemento arquitectónico para convertirlo en una gran sala abierta rodeada de galerías con dependencias administrativas. Al haberse derribado todo el interior para conservar sólo las fachadas originales, la cáscara del edificio, el patio es el centro de la nueva articulación.


En alzado, la galería de la planta baja, con sus arcos de doble altura, tiene tal recorrido que es un paseo cubierto. Casi 44 metros de largo y un fondo generoso. Un paseo de invierno. El edificio se hace en hormigón armado, pero Cortázar lo esconde, mostrando las fórmulas constructivas de la cantería. Entre ellas las más expresivas son las cadenas esquineras, las columnas y los entablamentos. Por lo demás, es un alzado palaciego de recuerdo clasicista. Un eclecticismo contenido con guiños de palazzo barroco. Basamento, piano nobile  y cubierta. En la compartimentación horizontal y en la simetría están las claves de la cultura académica de referencia.


Para evitar que la fachada se perciba demasiado larga hace que el cuerpo central avance sobre los dos que lo flanquean. Estos se retranquean y a su vez permiten que los extremos se adelanten. No sobresalen tanto como el tramo central, pero sí lo suficiente como para definir con rotundidad el volumen. La jerarquía del eje central se aprecia claramente y sirve como pretexto para mover todo el frente del edificio y evitar la monotonía. Merece una mención especial el balcón de autoridades, con un orden colosal corintio, entablamento y frontón. Además, para enfatizar su presencia, rompe por la mitad la cubierta y la línea de la cornisa que discurre sin interrupción por todo el resto del edificio.


El resultado fue un éxito. Sirvió para soterrar el río Ego, regularizar la plaza, crear un nuevo centro y mostrar a los foráneos el aspecto de un municipio importante. Ramón Cortázar fue un arquitecto que durante toda su carrera supo sintonizar muy bien con las necesidades de las administraciones en sus encargos. Como arquitecto foral afrontó programas de servicios que fueron desde las estaciones de ferrocarril a los ayuntamientos, pasando por las construcciones para la Caja de Ahorros Provincial. Y en cada caso acertó con lo que se le había pedido porque supo manejarse con todos los estilos que se movieron por la arquitectura de la época. Era tan correcto en su papel de arquitecto ecléctico y académico, como lo fue luego modernista o regionalista. Pero la cuestión es que sabía escoger el lenguaje apropiado para cada ocasión, aunque de vez en cuando forzara demasiado la nota y cayera en lo redundante o en lo retórico.


 

Up