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Ayuntamiento de Getaria

  • 1851 -
  •  
  • BELAUNZARáN, José
  •  
  • Getaria. Euskadi-País Vasco. (Gipuzkoa)
  • España
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CENICACELAYA, Javier.,RUIZ DE AEL, Mariano J., AZPIRI ALBÍSTEGUI, Ana., Ayuntamientos en Gipuzkoa / Udaletxeak Gipuzkoan. Eusko Ikaskuntza. Bilbao, 2014.


Esta villa costera, que en 1625 fuera descrita por Lope Martínez de Isasi como una de las sedes de invierno para reunión de las Juntas Generales, tuvo un importante valor estratégico naval. Y eso ha marcado el hilo de la historia de su casa consistorial. Por la disposición de su puerto, era uno de los enclaves de referencia de la Real Armada y sufrió las consecuencias de los cañonazos enemigos sobre sus casas durante toda su historia y muy particularmente en la batalla de la bahía de Getaria de 1628. En el siglo XIX la artillería de los buques de guerra dejó su lugar a los Carlistas, que consiguieron llegar aún más lejos en la destrucción de la ciudad, incendiándola completamente en 1836. La mayor parte del tejido urbano y su magnífico ayuntamiento barroco fueron reducidos a cascotes. Así que a la altura de la mitad del siglo XIX la villa estaba tratando de levantarse, casa a casa, para poder volver a ser habitada tras la catástrofe. En este contexto, en 1851 se encargó al arquitecto José Belaunzarán el proyecto del nuevo consistorio. Se corresponde con el edificio que hoy queda en la parte trasera, haciendo fachada con las calles que bajan y no con la plaza. Hay que tener en cuenta que hubo un segundo añadido en 1922 que alteró la construcción de Belaunzarán; el edificio avanzó hasta el solar de cabecera de calle y hoy es la imagen con la que se reconoce al ayuntamiento de Getaria. Pero volvamos al edificio inicial. Por la planta y la composición neoclásica casi muda, es decir, ciñéndose a la alternancia muro-hueco, su programa era mucho más sencillo que el habitual. Da la sensación de que elración del cuarto centenario de la vuelta al mundo de Elcano, y en este contexto tan distinto se consigue el solar contiguo al ayuntamiento y se le hace avanzar hacia la cabecera de la plaza. Se previó también la colocación de un gran monumento de piedra al marino, al margen de su estatua, colocado en el lado opuesto al ayuntamiento, pero mirando ambos a la carretera y al acceso, en la cota más alta del pueblo. Así, la actual Gudarien Emparantza se redefinía como un gran recibidor monumental, después del cual se entraba en el Casco Viejo, con dos intervenciones de intención claramente representativa. Todo lo contrario a la situación de 1851. El proyecto se le encargó en 1922 a Marcelo Guibert, aunque luego Ramón Cortázar, arquitecto foral, lo delineara y lo firmara. Pertenece claramente a la órbita del regionalismo que imperó con fuerza en España durante parte de la década de 1910 y toda la de 1920. En  ayuntamiento necesitaba unas dependencias rápido y sin mucho gasto. No hay que olvidar que toda la villa estaba siendo reconstruida. Por eso el consistorio nuevo no iba a destacar por su monumentalidad. En lo que queda de la construcción de mediados del siglo XIX se aprecia un programa en el que prima cubrir unos servicios de urgencia, antes que centrarse en los aspectos estéticos o representativos. A principios del siglo XX se prepara la conmemo- 


1915 se celebró un Congreso Nacional de Arquitectura en Donostia - San Sebastián. En él se discutió el gran problema que preocupaba a los arquitectos españoles de la época: la búsqueda de un estilo netamente nacional que terminara con los desórdenes eclécticos. La tendencia que venció fue la de Leonardo Rucabado y su Neo-Montañés, que versionaba la arquitectura tradicional santanderina adaptándola a unas distribuciones de plantas que remiten a las casas de campo inglesas de los estilos Old English y Reina Ana. Un estilo en el que no había correspondencia interiorexterior y la fachada se convertía en una máscara que acumulaba elementos arquitectónicos de los repertorios “populares”, vernáculos, como el eclecticismo historicista acumulaba pilastras, frontones y balaustradas. Eso sí, cada región tenía el suyo. Aquí nació el Neovasco. De hecho, el nuevo cuerpo del ayuntamiento, el que hoy vemos, se construyó con hormigón armado y


en el plazo de 60 días. Todo un record. Pero el regionalismo esconde el hormigón porque se avergüenza de él y lo disimula con aplacados que parecen sillares, recercos pintados en los huecos y todo tipo de engaños que hagan pensar que estamos ante una fábrica de tradicional y sólida cantería. En cuanto a la fórmula compositiva es una adaptación “moderna”, según la moda del momento, de lo tradicional. En la planta baja tiene un espacio porticado. Pero en vez de resolverlo con los ya clásicos arcos de medio punto, simula un arco carpanel sobre dos columnillas que se abre a un zaguán, que se parece a una versión refinada de los zaguanes de los caseríos vascos. Sobre él, dispone el balcón de autoridades con su rejería, y el Salón de Plenos es el equivalente al pórtico de entrada pero en la primera planta. El cuerpo ático se justifica como remate del edificio y soporte de una cubierta que juega a partirse. Esta veleidad se sale totalmente de lo vernáculo y apunta hacia lo inglés. Pero la cornisa vuelve a poner orden y subraya la aportación local. Con su impulso unificador amortigua el artificio de simular torres donde no las hay. Volviendo al cuerpo ático, es un remate interesante, también en su bicromía. Una galería de arquillos y dos huecos muy horizontales que frenan todo el impulso ascensional. Se trata de un edificio coherente y bien terminado en su composición. El problema de este regionalismo, que paradójicamente en este caso es de una calidad muy notable, es la mezcla incongruente de toda clase de elementos. Es retórico y excesivamente relamido, demasiado acabado. Pero hace su función en la reconversión de la plaza, con el añadido posterior del gran monumento a Elcano. Las dos piezas son la tarjeta de presentación de la villa. Y ése fue precisamente el sentido con el que el ayuntamiento hizo el encargo, el conmemorativo y representativo.

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