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COLQUHOUN Alan.,"Pax americana: la arquitectura en Estados Unidos, 1945-1965" en La arquitectura moderna una historia desapasionada. Gustavo Gili. Barcelona, 2005.


págs. 231-245. Contracorrientes. Ahora debemos atender a alguna de las corrientes que comenzaron a dejarse sentir en la década de 1950. Tales enfoques actuaban en muchos aspectos distintos y con frecuencia tiraban en direcciones opuestas;  algunos eran extensos análisis de la sociedad norteamericana llevados a cabo por sociólogos, académicos o periodistas; otros eran intentos, por parte de diseñadores o arquitectos, de corregir lo que consideraban los puntos débiles de la teoría artística y arquitectónica moderna.


La crítica a las grandes corporaciones. 


La filosofía idealista cuidadosamente elaborada por Mies y su desprecio por las trivialidades de la vida cotidiana a favor de una expresión purificada del Zeitgeist (el espíritu de la época) coincidían exactamente con las sofisticadas exigencias de la disciplina coorporativa, una disciplina aceptada por SOM de manera incondicional y en sus propios términos. Era precisamente esa disciplina coorportivia la que atacaban escritores como David Riesman (La muchedumbre solitaria, 1950) y William H. Whyte (El hombre organización, 1956), quienes veían las grandes corporaciones como colectivos deshumanizados que producían un nuevo tipo de personalidad “dirigida a otros” que se ajustaba nerviosamente a las opiniones de sus iguales (coorporativos).


Estas críticas eran notablemente distintas a las de los sociólogos alemanes de finales del siglo XIX como George Simmel. Mientras que para Simmel en individualismo (el tipo displicente) era un mecanismo defensivo desarrollado para afrontar la pérdida de la comunidad en una economía basada en el dinero, para Riesman y Whyte era una virtud primordial norteamericana, amenazada por el conformismo de las grandes corporaciones.


La crítica a estas grandes corporaciones también se ejerció en un plano más político C. Wright Mills (La élite del poder, 1956) veía signos de una nueva e insidiosa clase de totalitarismo en la propia dispersión del poder que era la esencia del capitalismo coorporativo, algo evidente en los múltiples lazos existentes entre las grandes corporaciones, los militares y el gobierno. Sin embargo, el pesimismo de Mills no era compartido por su colega sociólogo Talcott Parsons, para quien la enmarañada estructura del poder político moderno era sintomática de un sistema social  autorregulado y de alto rendimiento que había dado como resultado, necesariamente, el sacrificio del individuo a favor de la totalidad orgánica.


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