Págs. 109- 135.“Las vanguardias en Holanda y Rusia”
Dos arquitectos visionarios.
Entre los muchos arquitectos de talento que surgieron en Rusia en la década de 1920 destacan dos figuras: Konstantin Mélnikov (1890-1974) e Iván Leonidov (1902-1959). Melnikov tenía una educación prerrevolucionaria, mientras que Leonidov se había formado dentro de la cultura de la vanguardia posrevolucionaria. Sin embargo, ambos estaban igualmente comprometidos con el socialismo y el movimiento moderno, y trataban de dar forma simbólica a los ideales de la revolución, al tiempo que exploraban las ideas arquitectónicas en sí mismas.
Melnikov era lo bastante mayor como para haberse visto influido por el clasicismo romántico – que estaba de moda cuando él era estudiante-, tras lo cual sucumbió a los encantos del expresionismo y el movimiento Proletkult. En muchos aspectos su enfoque era similar al formalismo de Ladovski, pero creía que las ideas de éste eran demasiado teóricas y esquemáticas y junto a Iliá Gósolov, creó dentro de los Vjutemas un curso aparte – La nueva academia – que ofrecía un enfoque más individual y espontáneo del diseño. En los proyectos de Mélnikov, las formas y los espacios se basaban en un detenido estudio del programa, que él interpretaba como unas geometría¡ enfrentada y distorsionadas, como el pabellón de la URSS en la Exposición de Artes Decorativas de Paris de 1925. Sus edificios provocaban ideas y asociaciones que iban más allá de la arquitectura, y actuaban como signos dentro del contexto urbano existente, como en el caso, por ejemplo, del club obrero Rusakov de 1927. A menudo se ha señalado su similitud en este aspecto, con la architetture parlante de Claude Nicolás Ledoux (1736-1806), que en aquella época era muy popular entre los arquitectos rusos.
Melnikov rechazaba una definición purista de la arquitectura moderna tanto en sentido formal como técnico, y sus edificios exhiben una ecléctica mezcla de expresionismo estructural, abstracción formal y un uso alegórico de la figura humana. En la década de 1930 empezaron a aparecer en su obra, cada vez con más frecuencia, algunos elementos Kitsch, como los de la Comisaría de la Industrial Pesada (1934), que probablemente reflejaban la exigencia oficial de hacer una arquitectura social y realista. Pero dado que Melnikov lo usaba como armas adicionales de su arsenal de tácticas de choque – lo que nos trae a la mente la teoría de “hacer extrañas” las actividades tradicionales, propugnada por el crítico Victor Shklovski - más que buscar una reconciliación con la trdición, en la década d 1930 su obra sufrió el mismo ostracismo oficial que la de los constructivistas y los racionalistas.
Leonidov, doce años más koven que Melnikov, era un vástago de OSA y de la ola formalista y funcionalista de Guinzburg dentro del constructivismo. En absoluto contraste con la cualidad física y al espectacularidad de la obra de Melnikov, los proyectos de Leonidov parecen insistir en un incórporo mundo neoplatónico en el que la tecnología se hubiese convertido en pura idea. Su reputación se apoya principalmente en una serie de proyectos utópicos diseñados entre 1927 y 1930. El primero y más significativo de ellos era un proyecto para el Instituto Lenin de Biblioteconomía, que se presentó en la primera exposición de arquitectura contemporánea de Moscú, en1927. El proyecto se asemeja a una composición suprematista; está dominado por una esbelta torre acristalada y una esfera translucida (el auditorio), esta última aparentemente sujeta mediante cables en tensión para evitar que flote libremente en el espacio. Un segundo proyecto, para un Palacio de la Cultura (1930), consistía en una transformación del típico club obrero en una institución para le educación proletaria a escala nacional. A diferencia del Monumento a Lenin – que se expande dinámicamente a partir de un punto central - , la planta del Palacio de la Cultura se compone de un campo estático rectangular, subdividido por una cuadrícula en la que distintos elementos platónicos (semiesferas, pirámides y conos acristalados) se despliegan como piezas sobre un tablero de ajedrez. Éstos otros proyectos de Leonidov son notables por la aparente naturalidad con la que comprendían e integran las tradiciones suprematistas y constructivistas.