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FRAMPTON Kenneth.,  Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987. 


Pág.284-316. “Lugar, producción y escenografía; práctica y teoría internacionales desde 1962” 


El trabajo de Archigram estaba sorprendentemente próximo al de los metabolistas japoneses , quienes, como reacción a las presiones del hacinamiento en su país, empezaron a proponer a finales de los años cincuenta megaestructuras ‘para enchufar’, de crecimiento y adaptación constantes, donde las células habitables -como en la obra de Noriaki Kurokawa- quedaban reducidas a unos tanques prefabricados que se enganchaban a vastos rascacielos helicoidales. En otros casos -como en los proyectos de Kiyonori Kikutake - se adherían como lapas a las superficies internas y externas de grandes cilindros que flotaban en el mar. Las ciudades flotantes de Kikutakese cuentan seguramente entre las visiones más poéticas del movimiento metabolista. Sin embargo, pese a la proliferación de plataformas costeras de perforación , con sus aditamentos para la extracción de energía, las ciudades marinas de Kikutake parecen incluso más remotas e inaplicables a la vida cotidiana que las megaestructuras de Archigram. Un testimonio del vanguardismo retórico de este movimiento es que la mayoría de los metabolistas montaron después estudios bastante convencionales.  Con la excepción de la ‘ casa del cielo  ’(1958) de Kikutake  y la torre Nagakin  , de cápsulas para solteros  , construida en 1971 por Kurokawa en Ginza, Tokio (compárese con los apartamentos cápsula de Kurokawa en 1962), muy pocos conceptos metabolistas se hicieron realidad  . Aunque ese futurismo frenético debe distinguirse de las inteligentes propuestas de formas urbanas aditivas adelantadas por figuras tan moderadas como Fumihiko Maki y Masato Otaka  , Gunther Nitschke  decía lo siguiente al hacer una valoración del movimiento metabolista en 1966:


“Mientras los edificios reales sean cada vez más pesados, más duros, más y más monstruosos en su escala; mientras la arquitectura se tome como un medio de expresión del poder -ya sea uno mismo o de cualquier clase de institución vulgar, que debería estar sirviendo a la sociedad y no dominándola-, hablar de mayor flexibilidad y de construcciones susceptibles de cambio es simplemente armar alboroto. Si comparamos este edificio [el proyecto de una ‘Ciudad metabólica’ , diseñado por Akira Shibuya en 1966] con cualquier construcción tradicional japonesa o con los métodos modernos sugeridos por Wachsmann o Fuller (o Ekuan en Japón)´, hemos de considerar que se trata de un mero anacronismo, con mil años de desfase, o, como mínimo, que no supone adelanto alguno de la arquitectura moderna en cuanto a la teoría ni en cuanto a la práctica.”


 

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