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Gro Harlem Brundtland

BRUNDTLAND, Gro Harlem

  • Política
  •  
  • 1939 - Baerum (Noruega). Noruega

MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 197- 246.“Alternativas” 


Pág. 221. Sostenibilidad.  Tomemos por último el término de sostenibilidad como referencia, aunque sea muy polémico y “el desarrollo sostenible· constituya un curioso oxímoron, una contradicción semántica, como “arqueología industrial” o “guerra preventiva”, ya que, en esencia el desarrollo no tiene el objetivo de la sostenibilidad, de cuidar los recursos para las futuras generaciones.


El urbanismo moderno tiene sus raíces en el desarrollo del positivismo y en la idea de progreso del siglo XIX, y ello se mantiene hasta el urbanismo de los CIAM, e incluso el del TEAM X. La conciencia del agotamiento de los recursos, el exceso de residuos y contaminación que genera el capitalismo, o del cambio climático que se está produciendo; todo ello exige tanto una nueva concepción de la economía como reclama una transformación total en los procesos del urbanismo y de las intervenciones en el territorio. Esta es una estricta novedad; la conciencia de los límites del planeta, de su capacidad de carga, de las inmensas huellas ecológicas, de que quizás ya hemos sobrepasado irreversiblemente el punto de no retorno.


Esta nueva sensibilidad por el medio ambiente conlleva la atención por las preexistencias ambientales, el patrimonio, la memoria y los lazos sociales existentes. Sólo teniendo esto en cuenta se puede hacer un urbanismo sostenible.


Convendría precisar los términos que utilizamos para caracterizar, aquella arquitectura contemporánea que tiene una voluntad de respeto por el medio amiente. A menudo se confunden los adjetivos “ecológico” y “sostenible” que, aunque tienen muchas afinidades, han estado definidos en momentos históricos muy distintos y tienen un rango conceptual diverso.


La “ecología” es la ciencia que trata de los ecosistemas, que incluyen la biocenosis o seres vivos y los ecotopos o estructuras físicas, entendiéndolos como sistemas en constante reequilibrio. Podemos aplicar el conocimiento que nos aporta a distribuir los recursos naturales de la manera más beneficiosa para las sociedades humanas, respetando estos equilibrios.


La “sostenibilidad” es un concepto reciente, que se hizo necesario configurar para afrontar, desde el punto de vista económico, los graves problemas que se preveían de escasez de recursos y contaminación. La primera definición de desarrollo sostenible se presentó en el informe de 1987 de la comisión Brundtland (World Commission on Environment and Development) de las Naciones Unidas, donde se planteaba un nuevo tipo de desarrollo cuyo objetivo fuera “satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de que las futuras generaciones puedan satisfacer las suyas”.


La propuesta de un desarrollo sostenible tiene que ver con criterios mesurables. Ello ha encontrado su instrumento en las Agendas 21 específicas, que definen los indicadores de sostenibilidad para cada ciudad, tal como se propuso en la Cumbre de Rio de Janeiro de 1992. Desde entonces, los indicadores de sostenibilidad se han ido definiendo, mesurando y revisando, y han encontrado su concepto de síntesis en el cálculo de la “huella ecológica”, definida por los científicos canadienses Mathis Wackernagel y William Rees en 1995.


Por tanto, hablar de sostenibilidad comporta utilizar cálculos numéricos, vectores en relación con los objetivos, mediciones que se han de ir actualizando y replanteando continuamente. Es decir, mientras la ecología define criterios para no destruir los equilibrios de los sistemas naturales, la sostenibilidad tienen como objetivo comprobar mediante mediciones, a través de indicadores, si las acciones de los seres humanos nos acercan a recuperar los sistemas ecológicos, a diferentes escalas (urbanas, regionales o planetaria). De alguna manera, las mediciones de las Agendas 21 y de consumos energéticos y emisiones de CO2, lo que nos indican es el si estamos en camino de reconstruir un sistema ecológico en equilibrio que permita continuar existiendo.


En este sentido, la actitud ecológica hacia la arquitectura y el urbanismo, no puede verse como una actividad meramente económica o tecnológica, sino que se debe considerar estas actividades dentro de sistemas más complejos sociales, culturales, económicos y naturales. Por ello, aunque sea suficiente que ciertas arquitecturas y urbanismos cumplan con condiciones tecnológicas y energéticas para que se las considere sostenibles, no lo es para considerarlas ecológicas, ya que el economicismo que determina la sostenibilidad deja fuera otros valores imprescindibles en la ecología.


Tomar como principal referente del urbanismo y de la arquitectura el paradigma significa recurrir necesariamente a la teoría de los sistemas. Significa, también, partir de una crítica radical o deconstrucción de la modernidad en la medida en que, reconociendo sus aportaciones vitales en la Ilustración, desvela la insaciable capacidad destructora de la tecnología y su intrínseca necesidad de generar continuamente residuos.

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