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Han sido muchas las apreciaciones positivas o negativas que a lo largo de la historia se han vertido sobre la obra de Borromini:“Artista que durante generaciones corrompiera el gusto de numerosos arquitectos italianos y centroeuropeos”, “el gran anarquista de la arquitectura”, “el hombre que abolió las leyes de los antiguos sustituyéndolas por el desorden”, “innovador y representante menos clasicista del Barroco”, “uno de los grandes arquitectos de la historia, quizás el más grande de la arquitectura barroca”….  En todo caso opiniones contradictorias que intentan explicar una arquitectura que comienza a ser estudiada en profundidad a principios del siglo XX. La figura de Borromini es reivindicada con seriedad y precisión dentro del campo arquitectónico a partir de 1960. El análisis de sus obras Iglesia de San Carlo alle Quatro Fontane, Oratorio y casa de San Felipe Neri, restauración de la Iglesia de San Giovanni in Laterano, Sant´Ivo della Sapienza… nos hablan de un arquitecto con personalidad propia, que apoyándose en la construcción de los antiguos, articula con formas originales elementos canónicos de la arquitectura histórica. Se trata de un arquitecto que desarrolla de forma consciente la capacidad manipuladora y creativa ejercida también por Miguel Angel, buscando aspectos distorsionadores propios de la arquitectua manierista. Su composición va de lo sencillo a lo complicado y su arquitectura esta basada en la naturaleza, la proporción, la exactitud matemática y la geometría. Constantes que se repiten a lo largo de una vida marcada por la sombra de su gran rival, Bernini.

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