MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011.
Págs. 79-114. “Mundos”. En definitiva, tal como ha escrito Mike Davis en Planeta de ciudades miseria, en este planeta sumamente conflictivo, la dialéctica territorial esencial estaría entre los enclaves y recintos altamente securizados y los crecientes suburbios demonizados....
Vivimos en lo que podríamos denominar la era post-Chernóbil: sabemos que nuestro modelo económico basado en la depredación de la naturaleza sin responsabilidades ni limites tiene fecha de caducidad, pero la mayoría se niega a admitirlo, y, lo que es más grave, las empresas que se lucran con ello invierten en campañas publicitarias seudocientíficas para negarlo y para no asumir responsabilidad alguna. Desde la década de 1970, los ecologistas anunciaban desastres nucleares, pero incluso la catástrofe nuclear real-Chernóbil en 1986, el mayor accidente del siglo XX no fue suficiente para reaccionar. Y aunque haya habido otros accidentes nucleares, como el de la central estadounidense de Three Mile Island en Harrisburg, el 28 de marzo de 1979, mal que nos pese reconocerlo, el peor accidente se produjo en la Unión Soviética, que unas décadas atrás habían creado los líderes y masas revolucionarias. Lo que había arrancado con voluntad de ser una nueva sociedad más justa se convirtió en la causante de la tragedia más siniestra. El peor accidente de la era industrial se produjo en el país que encabezaba el llamado socialismo real. En consecuencia, Chernóbil ha sido una doble catástrofe: una crisis planetaria y el naufragio, ante todo el mundo, del inmenso continente del socialismo real. Por tanto, Chernóbil se convierte en la expresión máxima de una crisis de valores que engloba tanto a un Occidente capitalista y depredador como a unas llamadas sociedades comunistas o de socialismo real, que se basaron en la primacía despótica de la razón, la producción, el poder y el control, y que demostraron con el accidente de Chernóbil su realidad más siniestra. Quince años más tarde, en el 2001, las fotografías de Robert Polidorison un testimonio magistral y decisivo de la herencia de una catástrofe que señalaba, a la vez, el inicio de una crisis irreversible, tanto de la concepción autoritaria de la sociedad comunista como del racionalismo productivista y depredador. Irreversiblemente, Chernóbil nos ha hecho pasar de una época a otra, en la que aún estamos y ante la que no hemos sabido reaccionar, inclusive después de la catástrofe nuclear de Fukushima en 2011.
Es en este contexto que el urbanista radical estadounidense Mike Davis sostiene en su libro Ecology of Fear. Los Ángeles and the Imagination of Disaster donde se suma el milenarismo marxista con un ecologismo apocalíptico, que en un contexto como el californiano, con una sociedad opulenta asentada sobre una falla tectónica, solo se puede producir una revolución social si hay cataclismo ecológico.
---
Por lo tanto, deberíamos interpretar la arquitectura y el urbanismo contemporáneos con unos ojos radicalmente críticos, tal como hizo Jane Jacobs en su libro Muerte y vida de las grandes ciudades, como plantea el urbanismo radical estadounidense de Mike Davis o de Norman M. Klein; o como hacen Dolores Hayden especialmente con The Power of Place; y Leonie Sandercock con su Cosmópolis, toda una tradición de urbanistas que han reivindicado la épica desde la experiencia femenina y la multiplicidad de identidades...
...En Estados Unidos, en 2009 unos tres millones de personas aproximadamente experimentaban la situación de sin techo, cifra en aumento a causa del paro y de la crisis de las hipotecas subprime. Cabe recordar que Los Ángeles es, en los países desarrollados, la capital con mayor número de sin techo: unas 100.000 personas. En Miami hay unos 6.000, y en ciudades de países en desarrollo, como Bombay, se estima que aproximadamente un millón de personas viven y duermen en las calles. En Manila, estos cientos de miles de familias de sin techo viven en sus rickshawso en las mismas obras donde trabajan precariamente. Cabe destacar que en los países desarrollados quien vive en la calle suele ser una persona, mayoritariamente hombre, que, como hemos explicado, pierde toda red de soporte social, afectivo y económico. En los países en desarrollo son familias enteras que tienen la calle por hogar.
Cada ciudad de los países desarrollados utiliza diversos métodos descaradamente en contra de los sin techo, que, a veces, intentan pasar desapercibidos, como los bancos en los que por su forma, brazos, y barrotes no permiten dormir en ellos. Fue el sociólogo Mike Davis quien puso sobre aviso de estos mecanismos “anti sin techo” al analizar la ciudad de Los Ángeles en su libro Ciudad de cuarzo. Generalmente, dichos mecanismos son muy explícitos, como la fuerte iluminación de los espacios susceptibles de servir de cobijo. A veces los métodos son más expeditivos y agresivos: regar las plazas, parques y bancos durante toda la noche, o llegar incluso a medidas policiales como confiscar las pertenencias o la expulsión de los lugares de cobijo. Ninguna de estas medidas es legítima si no se ofrecen alternativas para los sin techo, como albergues y centros de día; en definitiva, toda una red asistencial que se esfuerce en incluirlos y ayudarles a recuperarse y a conseguir trabajo.
Cuando es excluyente, una ciudad no cumple con su función esencial de acogida y acaba convirtiéndose en una aberración. La mayor de las monstruosidades es la de la ciudad que arremete e incluso maltrata y asesina a sus indigentes, a sus minorías, a sus perdedores que acaban convirtiéndose en la imagen de un fracaso y una angustia que algunas personas quieren anatemizar agrediendo el cuerpo del subalterno.
---
Ya en su Dialéctica de la ilustración, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, exiliados entonces en Estados Unidos, criticaban la ciudad de Los Ángeles por su ausencia de civitas y de espacio público. Para ellos, Los Ángeles constituía el símbolo de la crisis del proyecto moderno iniciado por la ilustración que anunciaba la eliminación de la interrelación entre ciudad y persona para verse suplantada por la de ciudad y automóvil. El análisis de Adorno y Horkheimer se convierte en una profecía sobre el consumismo de la cultura de masas contemporánea. Al principio del capítulo "La industria cultural" de su libro, profundizan en su crítica al individualismo y a la vida en el suburbio "Ya las casas más viejas en torno a los centros de hormigón armado tienen el aire de slums, y los nuevos bungalows en los márgenes de la ciudad muestran, como las frágiles construcciones de las exposiciones internacionales los lodos del progreso técnico, invitando a liquidarlos, después de un rápido uso, como latas de conserva. Pero los proyectos urbanos diseñados para perpetuar al individuo como ser independiente, habitando pequeñas e higiénicas viviendas, lo someten aún más radicalmente a su antítesis, el poder absoluto del capital". En definitiva, el habitante de los suburbios se vuelve más vulnerable y dependiente. Y, de hecho, el suburbio, hijo de la pareja infernal casa unifamiliar/coche, ha sido la mayor estafa urbana y territorial del siglo xx: la falsa venta de felicidad y autonomía a coste de la destrucción del paisaje, del consumo de petróleo y del abandono de las ciudades históricas. El documental dirigido por Gregory GreeneThe End of Suburbia. Oil Depletion and the Collapse of The American Dream (2004) constituye la crítica más emblemática y argumentada al suburbio.
Ciertamente, a lo largo del siglo xx, Los Ángeles se convirtió en un paradigma contradictorio: ciudad del eterno veraneo, tierra de la primavera perpetua, sede de Hollywood, fábrica de sueños y cantera para la construcción de la historia estadounidense. Según la interpretación optimista de Reyner Banham en su texto de 1971 Los Ángeles. The Arhitecture of Four Ecologies, esta ciudad contendría cuatro ecologías: los surburbia, las colinas, las planicies del ld y la autopia. Sin embargo, desde las interpretaciones críticas, además de ser el lugar de la crisis de la modernidad, según Horkheimer y Adorno, Los Ángeles se convirtió contemporáneamente en el escenario real de los saqueos y en el anuncio apocalíptico de las crisis ecológicas, tal como ha escrito Mike Davis. Una ciudad basada en el consumo de energía al límite, organizada según autopistas por las que se circula a una velocidad que impide ver al otro y a la realidad concreta, una ciudad habitada por el miedo a lo desconocido, donde los otros se perciben como enemigos Antes de que el modelo se hiciera presente en muchas ciudades del mundo a lo largo de las últimas décadas del siglo xx, Los Ángeles ya mostraba las partes esenciales de la ciudad tardocapitalista: surgía de la formulación zonificada de La Carta de Atenas, que encajaba con el ideal de ciudad sin azar, del individualismo, la segregación y el consumo, y continuaba con la plasmación de la fragmentación de la ciudad global.