Las obras de Paulo Mendes da Rocha o de RCR (Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta) demuestran que la voluntad minimalista es compatible con una especial capacidad para interpretar de manera profunda el contexto. En esta nueva manera de relacionarse con el entorno, a la vez abstracta, naturalista y humana, radica el futuro del minimalismo. Dentro de los mismos principios del minimalismo y de su exigencia de que el espectador recorra la dispersión de la obra y reconstruya de una cierta manera su unidad, existe ya una raíz que marca las pautas de las relaciones entre objetos.
Las intervenciones con una lógica minimalista pueden ser adecuadas para reorganizar y unificar sistemas complejos de colecciones en museos, para actualizar estructuras funcionales obsoletas y en transformación, o para intervenir en estructuras urbanas complejas, caóticas o degradadas.
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