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GALBRAITH, John Kenneth

GALBRAITH, John Kenneth

  • Economista
  •  
  • 1908 - Iona Station. Canadá
  • 2006 - Cambridge. Estados Unidos


BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 1027-1106.La época de la incertidumbre.


En la primera mitad de los años setenta se concentran varios acontecimientos que cambian el curso de la historia mundial y por tanto también de la historia de la arquitectura.


Ante todo, los acontecimientos que provocaron la crisis económica. En 1971, Nixon suspende la convertibilidad áurea del dólar, establecida después de los acuerdos de Bretón Woods de 1944. En 1973 estalla la guerra de Kippur, cuya consecuencia es el encarecimiento del petróleo. En 1974, aumenta la inflación y la recesión en los principales países.


 Mientras tanto el desarrollo demográfico disminuye o se detiene en los países más avanzados y, en cambio, prosigue o incluso se acentúa en los países más pobres; en estos últimos la industria encuentra graves dificultades para su desarrollo mientras que, en los primeros, la ocupación pasa de la industria a lasactividades terciarias. Por doquier a los efectos acumulados del desarrolloprecedente ponen de manifiesto nuevos peligros, inherentes a las formashabituales de producción y de consumo: la contaminación del ambiente físico, elderroche de los recursos no renovables, la ingobernabilidad de los grandessistemas. En 1972 se publica el primer informe del Club de Roma, con el título LosLímites del desarrollo. También la reflexión científica se desplaza de las búsquedasparticulares a las valoraciones generales de las innovaciones introducidas en losúltimos decenios. Galbraith, en 1967, hace un balance de las transformacioneseconómicas y sociales. Y Monod, en 1970 explica el impacto de la biologíamolecular sobre la cultura actual. La contraposición de las ideologías, después de la efímera exasperación de 1968, pierde importancia frente a las nuevasresponsabilidades referentes a las sociedades organizadas y a toda la familiahumana.


Por lo que se refiere a la arquitectura, es necesario considerar sobre todo el desarrollo de las tecnologías electrónicas y su influencia en la circulación de lasimágenes.


La utilización de los equipos mecánicos y eléctricos para el cálculo y la información-hecho posible gracias al álgebra de Boole, ideada a mediados del siglo pasado- se experimenta en Alemania y en Estados Unidos entre las dos guerras, y lleva a la realización en 1944 de la primera calculadora digital- Mark I de Harvard-. Pero en la posguerra, el desarrollo de estas máquinas se verá dificultado por el tamaño, el precio de sus componentes y las válvulas termoiónicas. Los progresos decisivos se refieren a la invención, en los laboratorio norteamericanos, de los nuevos componentes: el transistor en 1948, el transistor llano sobre lámina de silicio en 1958 y el chip o microprocesador en 1971.


El chip permite la producción y la difusión universal de las calculadoras impresas, de bajo precio y pequeño volúmen; transforma la tecnología de los medios de comunicación sin hilos, la radio y la televisión, extendidas en la primera y en la segunda posguerra respectivamente; hace posible la automatización de las instalaciones industriales y domésticas y, en conjunto, de todas las operaciones repetitivas en el trabajo y en la vida cotidiana. Al mismo tiempo , los satélites artificiales a partir de la segunda mitad de los años setenta) y los cables de fibras ópticas (a partir de los primeros años setenta) mejoran la capacidad de los distintos sistemas de comunicación a distancia. Todas estas innovaciones hacen entrever una ‘sociedad de la información’ y una ‘revolución microelectrónica’ que cambian y cambiarán radicalmente el mundo en el que vivimos.


También en esta fase el impacto inicial es causado por las nuevas cantidades; ya que no se trata -como en las fases precedentes- de cantidades de bienes, sino de servicios y noticias, que invaden todos los niveles de la vida pública y privada con una fuerza que no tiene precedentes en el pasado.


La mayoría de estas circunstancias contrastan con las que, medio siglo antes, caracterizaron el comienzo del movimiento de la arquitectura moderna. La modernización de la arquitectura se basaba en su acercamiento a la industria; ahora la industria pierde importancia frente a los servicios. La carrera hacia los grandes números y las grandes dimensiones había sido considerada un progreso de gran utilidad para la contestación a los modelos de la cultura tradicional; ahora las cantidades materiales acumuladas por el desarrollo pasado se convierten en amenazadoras, y las cantidades formales difundidas por la microelectrónica asedian directamente la mente humana, con unos efectos que, desde un principio, se manifiestan como problemáticos. En el campo específico de la arquitectura, la escalation de la tecnología en el ambiente natural e histórico ya no puede considerarse como un proceso ilimitado, y requiere a su vez un control tecnológico más agudo y más exigente, un nuevo estilo homogéneo, dominado, por la vía intelectual, un repertorio de imágenes no mucho más amplio del tradicional, fracasa de forma clamorosa frente al flujo, enormemente mayor, que sale de los instrumentos de la tecnología contemporánea. Se repite en mayor medida, la crisis de las formas de los primeros productos industriales que tuvo lugar a mediados del siglo pasado: no existe un método eficaz para seleccionar una producción más abundante y más veloz, y ésta cae fatalmente bajo las leyes del mercado que igualan todas las referencias formales y las mezclan continuamente. Toda propuesta que contrapone un repertorio moderno a uno tradicional, o cualquier repertorio a otro, se convierte en insignificante en un mercado que requiere simultánea o sucesivamente todos los repertorios posibles, para hacer frente a todas las ramificaciones de la demanda. Esta gravitación, que hace inevitable el eclecticismo, invade en los años setenta y ochenta el mundo de los mass-media y el de los bienes de consumo -más rápido- incluyendo las decoraciones y la mayor parte de los productos industriales, y atrae en buena medida a la arquitectura, como veremos más adelante.


Después de un periodo prolongado de desarrollo estable y de persuasiones intelectuales arraigadas, se abre un periodo de oscilaciones, de riesgos, de reflexiones: es lo que Galbraith llama ‘la época de la incertidumbre’. La arquitectura está necesariamente implicada en esta transformación; por lo tanto es imprescindible tenerla en cuenta, y la incertidumbre pasa de las experiencias a las reflexiones históricas sobre las experiencias. 


Toda valoración debe hacerse a escala mundial , que es la que vale definitivamente en nuestro campo. Es posible todavía distinguir dos líneas de búsqueda que parten respectivamente de las situaciones del tercer mundo -donde predominan los problemas del desarrollo- y de las de los países avanzados, donde predominan los problemas de la reconversión; pero tienden a integrarse en una nueva síntesis, distinta de la del pasado.


 

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