BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"
6.-España.
En los años setenta, sobre todo a mediados de la década, la arquitectura española se resentirá gravemente de la rotura del ciclo desarrollista, que se había convertido en la característica de los años sesenta. En todos los países capitalistas desarrollados se pasará de una época de auge del sistema de producción a un período de profunda crisis del sistema de mercado, acentuada por la crisis del petróleo que se inicia en 1973. Esta crisis se producirá a caballo entre la saturación del mercado de consumo masivo y el grave problema de los limitados recursos del planeta: tanto por el agotamiento de los recursos, esencialmente los energéticos base del gran aparato productivo, como por la progresiva contaminación y deterioro del entorno, peligros que motivarán el auge de los movimientos ecologistas.
A nivel superestructural, de los procesos culturales generales, la década de los setenta hereda uno de los legados más ricos, inteligentes e innovadores de la historia del pensamiento humano, que contará con hitos como el llamado espíritu del mayo de 68, las nuevas teorías estructuralistas y lingüísticas y, en definitiva, un fuerte proceso de debate y teorización en todas las disciplinas del campo de las Ciencias Sociales.
Precisamente también durante el período 1965-1968 se producirá en el campo de la cultura arquitectónica un proceso de reformulación y discusión, fruto del cual serán las aportaciones de Gregotti, Grassi, Alexander, etc., y, sobre todo, las dos obras teóricas más cruciales de la reciente vivencia de la arquitectura: L'architettura della città de Aldo Rossi (1966), y Complexity and Contradiction in Architecture de Robert Venturi (1966), que tendrán una enorme influencia en la década de los setenta.
El proceso de revisión y crítica de los principios de los CIAM, desarrollado contemporáneamente a su aplicación masiva en la mayoría de países, culminará en posturas revisionistas, como la del Team X, o abiertamente renovadoras como la de Rossi o la de Venturi.
Rossi, Grassi y otros han resituado la arquitectura en la línea de su tradición arquitectónica y urbana, revalorizando y haciendo didáctico el valor del legado histórico y redefiniendo el entroncamiento de las cuestiones básicas de la arquitectura en base a su propia vivencia a través de los tiempos. Robert Venturi, en un esfuerzo muy de la época por integrarlo todo, ha planteado y mostrado cómo la inserción de elementos y signos de la cultura y lenguajes populares y de consumo es capaz de reforzar la capacidad significativa de la arquitectura.
Los tres focos culturales de la arquitectura española, el madrileño, el catalán y el vasco - que empezará a tomar cuerpo en esta dé cada -, estrechamente vinculados a lo que sucede en Italia y Estados Unidos, serán sensibles a estas dos aportaciones teóricas.
Los arquitectos con sede en Madrid asumirán lentamente y sin grandes cambios estas nuevas aportaciones disciplinares, manteniendo el peculiar predominio de los temas constructivos y desarrollando el énfasis en la experimentación y autonomía formales. En cambio, la Escuela de Barcelona, ya en crisis, quedará apuntillada al comprobar cómo el tratamiento individual de cada obra, el lenguaje de la obra singular que habían propugnado, estaban en contradicción con una visión de la arquitectura como principio conformador de la ciudad.
A partir de ahora, según un proceso de decantación formal, se intentarán utilizar las armas disciplinares en la misión cotidiana de construir la ciudad, más próximos, por tanto, a la coherencia tipológica y a la adecuación histórica y geográfica que a las preocupaciones vanguardistas.
La historia, la memoria, sometida y controlada por la razón durante el predominio del Movimiento Moderno, aparece de nuevo y se ha de aprender a convivir con ella. Por esto gran parte de la arquitectura se va convirtiendo en ecléctica y hace el collage su mecanismo compositivo preferente.
Desaparición y relevo de la generación de los maestros del Movimiento Moderno, crisis del modelo tradicional de arquitecto, abierta dicotomía entre la arquitectura de autor y la que define las calles de nuestras ciudades, valor del dibujo arquitectónico por sí mismo, progresiva preocupación por la ciudad y la arquitectura de la historia, uso del collage como mecanismo de composición son algunos de los rasgos característicos que más genuinamente definirían la arquitectura de este período y que se manifestarán entre los arquitectos españoles.
El trascendental cambio político operado a partir de 1975, de tal manera que el Estado español dispondrá en 1978 de una Constitución democrática, tendrá entre otras repercusiones en el campo disciplinar, el consiguiente reforzamiento de la actividad de los municipios democráticos y de los Estados autónomos, lo cual, a pesar de los lastres del pasado que condicionarán sus intervenciones, será un estímulo para dar un más amplio campo de acción a la arquitectura culta, elevando el bajísimo nivel medio de las realizaciones de la arquitectura de consumo e intentando controlar el desastroso crecimiento urbano operado en las últimas décadas.