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El Templo del Agua pertenece a la secta más antigua del budismo tántrico en Japón. Se encuentra en la isla de Awajishima, cerca de Kobe, en un pueblo llamado Hompukuji. El terreno es accidentado, para llegar hay que ascender por una serie de colinas que le proporcionan unas magníficas vistas a la bahía.


 El templo Hompukuji quizás es el proyecto que mejor muestra la aportación del arquitecto a la cultura del país. Entre los bosques de bambú, las montañas, los campos de arroz y el mar, el edificio aparece como un lago encerrado en una fina estructura oval de hormigón. Es una experiencia sensorial que rompe con la tradición milenaria de la construcción de templos en Japón, que son de madera, ortogonales y están emplazados sobre podios (el visitante tiene que ascender para aproximarse a ellos). Sin embargo el Templo del Agua, es de hormigón, de forma elíptica y está sumergido. Pero el misticismo que evoca es similar al resto de templos budistas. Tras sus formas se camuflan símbolos pertenecientes a la doctrina budista y a la tradición japonesa.


 Tadao Ando mezcla los materiales y las técnicas de occidente con la naturaleza de oriente. El viento, la luz y el agua tienen un papel primordial en su obra,  la sintonía entre arquitectura y naturaleza induce a la meditación y al ascetismo. La experiencia sensorial, comienza al acercarse al templo, que emerge como una superficie pulida de cemento entre árboles y matorrales. En la parte exterior se encuentra la parte más antigua del conjunto y un cementerio. Un sendero ascendente conduce hasta una vegetación que se abre para mostrar la obra de Ando. Un largo sendero de grava da acceso al lugar. Hay que entrar a través de aberturas entre muros tras los que se descubre el estanque ovalado, que es a su vez el techo del templo. Para acceder al santuario hay que bajar una escalera que corta el estanque en dos.


 Podría decirse que el templo consta de tres áreas: la aproximación, la poza de agua y el templo en sí. Los dos primeros se organizan en una recta y un arco que abrazan una elipse. El tercero se acomoda en una trama regular que se acoge al interior de la elipse. En el interior, una penumbra recibe al visitante, que va transformándose en luz rojiza definida por una trama de madera color bermellón, común en la arquitectura tradicional japonesa. El espacio más sagrado del templo se encuentra en la zona más oscura.


 Con un lenguaje sencillo y austero, el templo se comunica con el paisaje de forma abstracta pero contundente, sin renunciar tampoco a un claro lenguaje moderno.


Ainhoa RUIZ ALFAGEME

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