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CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.


Pág. 299-304. "El debate sobre la decadencia de las biblioteca en Europa y Norteamérica, donde las tasas de alfabeización se acercan al 100% nos puede hacer olvidar el resto del mundo. Lo cierto es que en algunos países de desarrollo acelerado, el número de bibiotecas se está incrementando igualmente. Es más, crear una biblioteca nacional que rivalice con las de los países ricos se ve como un símbolo de orgullo nacional y un indicio de que la nación ha alcanzado la madurez económica. Quizás la biblioteca nacional más llamativa de cuantas se han construido en el siglo XXI sea la de China, concluida en el 2008. Se erige junto a la anterior biblioteca, levantada en 1987; sin embargo, desde el punto de vista arquitectónico, ambos edificio no podrían ser más dispares. El antiguo edificio con su fachada plagada de ventanales y su aspecto obsoleto, parece un anodino hotel de los años setenta. Por el contrario, el nuevo, más que un edificio parece una sofisticada obra de diseño industrial. Unos sinuosos paneles aerodinámicos de metal forman un tubo cuyo aspecto recuerda vagamente a los muebles de madera contrachapada y perfil curvilíneo tan populares a comienzos del siglo pasado. El tubo en cuestión, con dos extremos de cristal, se encuentra elevado en el aire sobre una caja del mismo material. Se trata de un tipo de arquitectura pensada para destacar a escala urbana. Pekin es una capital moderna desbordada por su propio crecimiento, y la nueva biblioteca está orientada hacia una autovía muy transitada que sufre los efectos de la congestión del tráfico. Sólo un gesto arquitectónico como este podría competir en un entorno tan inhóspito.


La biblioteca se ha diseñado para ampliar, y no para sustituir, el edificio antiguo. Si éste último tenía cuarenta salas de lectura el nuevo incorpora un gran espacio abierto que da cabida a 2.900 usuarios. Entre las dos bibliotecas pueden acomodar a 12.000 lectores diarios. En el interior del nuevo edificio, la sala de lectura principal, toma la forma de un patio escalonado en el cual cada nivel (con estanterías abiertas en sus lados grandes) se va haciendo cada vez más pequeño. De especial interés resulta el nivel inferior; sus paredes están tapizadas con un facsímil completo del Siku Quanshu, y el recinto contiene una mampara de cristal tras la cual se ve esta extraordinaria complicación de toda la literatura china reunida entre 1775 y 1782. La valiosa obra por lo tanto, se encuentra en el corazón simbólico del edificio y refleja el propósito de la nueva biblioteca, que aspira a ser un repertorio de todos los libros del país. 


La de Pekin, no es la única biblioteca nacional del país asiático, pues existe otra en Shagai. Las colecciones librarias chinas han sufrido un pasado turbulento. A mediados del siglo XX, durante la revolución cultural el Partido Comunista instigó una represión brutal de todo aquello que identificaba como resistencia intelectual y académica a su doctrina. La mayoría de las bibliotecas cerraron sus puertas, y las que permanecieron abieras no recibían lectores, por miedo a ser acusado de conspirar contra el Estado. La destrucción de libros de este período, tuvo efectos desastrosos: numerosos textos antiguos debieron de ser ocultados o sacados clandestinamente al extranjero para evitar su desaparición. E incluso, pasada la peor época la libertad de expresión continuó sujeta a graves restricciones. Sin embargo, el mismo aparato estatal que antaño se opuso a las bibliotecas las apoya en la actualidad. Hoy en día, el estado Chino promueve activamente la investigación académica y la disponibilidad de equipamientos bibliorecarios como parte importante del impulso hacia la modernización y crecimiento económico de la nación. De esta manera la Biblioteca Nacional de Pekin, no sólo se propone reunir todas las obras publicadas en China, sino también hacer accesible al gran publico la más amplia colección de títulos occidentales en todo el pais, que en la actualidad representa el 25% de unos fondos compuestos por aproximadamente 1.9 millones de títulos. Y como sucede en todas aquellas bibliotecas que ejercen la función de depósito legal, también aquí se padecen enormes problemas de almacenaiento.

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