Págs. 115-158. “Metrópolis”
DE LA CARTA DE ATENAS A LA CIUDAD GLOBAL
Al analizar los componentes segregativos del modelo del urbanismo global se comprueba que, en realidad, se trata del canto de cisne del urbanismo tardorracionalista, que no es más que la ulterior reformulación rentable de la zonificación del urbanismo racionalista. El modelo urbano y territorial que propone el neoconservadurismo liberal, cuyos intereses económicos no tienen raíces en ningún lugar, no solo pretende sustituir el entorno natural, los centros históricos, las calles y los espacios públicos, sino que las cuatro funciones o partes esenciales del urbanismo racionalista de La Carta de Atenas -vivienda, trabajo, esparcimiento y circulación- han implosionado por utilizar el término de Jean Baudrillard, y han encontrado su concreción en los cuatro elementos urbanos esenciales de la ciudad global: habitación en la urbanización cerrada, trabajo en el centro terciario representativo, esparcimiento y consumo en los centros comerciales y centros de ocio, y circulación por las autopistas. La ciudad global se conforma de una manera incluso mucho más objetual e inconexa que la ciudad moderna de La Carta de Atenas. De hecho, tanto La Carta de Atenas como la ciudad global se basan en borrar la historia de la ciudad en la medida en que debe servir de soporte a un sistema de producción que no necesita conciencia y al que le molesta la memoria. El sueño delirante de la tábula rasa, en la raíz de la ciudad moderna, se ha ido reproduciendo desde Los Angeles o Atlanta hasta Singapur, Shanghái o Hong Kong. El crecimiento en suburbios y barrios cerrados periféricos discurre parejo al abandono de los centros históricos, convertidos en slums, como ya señalaron Adorno y Horkheimer. Es entonces cuando, abandonadas a su suerte, las calles tradicionales de los centros históricos se convierten en trinchera, en lugares para atravesar velozmente dentro del coche, un lugar donde compiten los vendedores ambulantes y los comercios depauperados en las plantas bajas sobre las que la ciudad yace abandonada. Una vez depauperados, los centros se presentan como nuevas oportunidades de negocio global. De este modo, el mercado se convierte en el salvador y el planificador urbano que transpone la lógica del simulacro y la diversión de los centros comerciales a la ciudad real. Prueba de ello es la reconversión del área de Times Square, en Nueva York, encargada a la empresa Disney en la década de 1990, donde la ciudad real se convierte en una escenografía para el consumo seguro de la clase media suburbana, que viene a contemplar el exotismo que les ofrece la ciudad.
No todas las periferias de las ciudades globales se tratan de la misma manera. El análisis de la ciudad de Madrid permite ver claramente quién habita cada zona según usos y funciones. La zona sur de la ciudad, históricamente el cinturón obrero, acumula vertederos, graveras, cementeras depuradoras, centrales térmicas e incineradoras. Por otro lado, la zona norte acumula campos de golf y urbanizaciones residenciales de lujo, parte de ellas cerradas. La alta concentración de capital financiero y representación de empresas multinacionales produce como resultado una fuerte segregación socioeconómica que queda reflejada en el territorio y en los medios de transporte: el transporte público para los trabajadores, emigrantes y mujeres, las autopistas para los coches de lujo del norte de la ciudad.