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“Un híbrido entre memoria y futuro”. Sant Just Desvern. Bajo Llobregat. Área metropolitana de Barcelona.


 Rondaba el año 1970 cuando una vieja fábrica de cemento sedujo al equipo del RBTA – Ricardo Bofill Taller de Arquitectura. Datada del primer periodo de industrialización de Cataluña; la fábrica era hasta entonces una amalgama entre arquitectura vernácula, galerías subterráneas y salas de producción y maquinaria. Brutalista y ambigua; no es a primera vista un lugar propicio para un estudio de arquitectura y menos; para una vivienda.


Sin embargo; en palabras del mismo Bofil:


“... la forma y la función deben disociarse; en este caso, la función no creó la forma; contrariamente se demostró que cualquier espacio puede adaptarse al uso que el arquitecto elija si es lo suficientemente hábil. Actualmente aquí vivo y trabajo mejor que en cualquier otro lugar. Este es para mí el único sitio donde puedo concentrarme y asociar ideas de la manera más abstracta. Tengo la impresión de vivir en un universo cerrado que me protege del mundo exterior y el día a día.  La Fábrica es un lugar de trabajo por excelencia. Aquí la vida transcurre como una secuencia continua, con muy poca diferencia entre el trabajo y el ocio. Siempre será una obra inacabada, hubo que reestructurar y rehacer los espacios con una habilidad especial para poder adaptar el uso que se iba a dar a cada uno, con lo que la fábrica de cemento ofrecía..."


Hablar de la fábrica es hablar de surrealismo, de espacios inconexos y de ambiguas proporciones; pero también de los lugares con encanto que caracterizan el espacio. El complejo se divide en 3 grandes bloques constituidos por el estudio, la residencia y el enorme jardín que perimetra el conjunto. Cada uno de estos espacios se sitúa estratégicamente en un lugar en base a las prestaciones que estos podrían ofrecer y en relación a la función que dentro se iba a desempeñar.


El estudio; dividido en cuatro plantas relacionadas por una imponente escalera en espiral, se sitúa en 6 de los 10 silos de la fábrica aprovechando la gran altura y la luminosidad de la estancia. A su vez; el resto de dichos silos y sus correspondientes galerías subterráneas se convirtieron en oficinas, laboratorios de modelos, archivos, biblioteca y sala de proyecciones. Destaca el espacio conocido como “La Catedral” un espacio multifuncional pensado para albergar exhibiciones, reuniones y conferencias.


La residencia se divide en dos zonas: una cocina en planta baja de uso semi público y demás dependencias del domicilio en la planta superior; de manera que se privatizan dichos espacios. Uno de los espacios más importantes del domicilio es la conocida como “La Sala Rosa”: conocida así por el Tadelakt marroquí que impregna sus paredes. En los cuatro silos restantes se disponen varios apartamentos destinados a albergar visitas.


La fuerte tendencia brutalista del edificio se suaviza gracias al jardín romántico que lo rodea en toda su extensión: palmeras, eucaliptos, olivos y cipreses campan a sus anchas por muros y fachadas envolviendo el hormigón visto.


A fin de cuentas; La Fábrica es un ejemplo del poder transformador que tiene la arquitectura. El equipo de RBTA consiguió una reconversión nunca antes vista. A diferencia de otros edificios; el paso del tiempo favorece a La fábrica manifestando esa atmósfera de renovación continua, resultado de una suma de diversos elementos, similar a lo que ocurre con la arquitectura popular.


Esther Aldecoa Dávila


 


 

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