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FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.263-350.“El racionalismo ”


Como se ve, asumiendo el tema del Existenzminimum como el más emblemático del código racionalista, resulta bastante poco rígido, muy alejado de ser una serie de preceptos fijos e indeclinables. Fue un código precisamente en la medida en que, aun estando basado en postulados lógicos y compartidos, permitía una amplia gama de respuestas. En efecto, si nos fijamos en los barrios de ensanche realizados por Ernst May entre 1925 y 1930 en Francfort, reflejan puntualmente la metodología unitaria del racionalismo, desde el design hasta el urbanismo, sus implicaciones con las artes figurativas, en una palabra, su código—estilo; sin embargo, si analizamos la entidad de la intervención, la autonomía de cada uno de los barrios aun dentro de la homogeneidad del plano y, sobre todo, la feliz coexistencia entre arquitectura y naturaleza influyendo en ello la experiencia inglesa de May, que había trabajado anteriormente en Inglaterra con Unwin, uno de los realizadores de la primera ciudad-jardín, podemos afirmar que el nuevo Francfort se diferencia claramente de las restantes realizaciones arquitectónico-urbanistas del racionalismo.


 Otros numerosos ejemplos demuestran estas variaciones de los mensajes en la unidad del código. En la propia urbanística de Gropius el código admite manipulaciones muy diversas, sin hablar de los barrios realizados por Taut en Magdeburgo, por Haesler en Celle o por Martin Wagner en Berlín. En el barrio Törten de Dessau, que presenta en planta un esquema radial entorno al edificio de la cooperativa, puede decirse que es la red viaria, con calles limitadas por una doble banda de casas en hilera, la que determina la configuración de todo el conjunto. Por el contrario, en el barrio de Dammerstock, cerca de Karlsruhe, la planimetría general constituye uno de los primeros ejemplos donde se afirma la independencia del esquema viario con respecto a la configuración y disposición de los edificios. Esta diferenciación rigurosa se desvanece nuevamente, a su vez, para dar lugar a una tercera situación en el barrio de Siemensstadt, construido en Berlín en 1929. Por motivos orográficos y paisajísticos, coexisten aquí la tendencia a alinear los edificios según las calles (pensemos en los edificios alargados proyectados por Bartning, Scharoun y Gropius) y la tendencia a disponer perpendicularmente a la red viaria los bloques de edificación (por ejemplo, en los edificios de Häring, Forbat o Henning). La comparación entre este barrio y el precedente muestra algunos aspectos particulares interesantes, en lo que se refiere a la tipología de edificación. Los edificios de Karlsruhe, quizá para compensar el abstracto rigor urbanístico, presentan una volumetría articulada, una alternancia de volúmenes macizos y espacios vacíos en los balcones. En Berlín tenemos la situación contraria: a la composición urbanística más flexible corresponde una masa de edificación más compacta. En la zona proyectada por Gropius, que aquí como en Dammerstock coordina el trabajo de otros arquitectos, las partes macizas predominan sobre los vacíos, tratados como simples huecos horizontales. A pesar de este esquematismo, el tema de la articulación volumétrica presente en toda la obra de Gropius aparece en la leve vibración plástica de la balaustrada maciza, que sobresale del plano de la fachada.


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BANHAM, R.,  Teoría y diseño en la primera era de la máquina. Edit. Paidos. Barcelona, 1977.


Págs. 267-278.“La Escuela de Berlín”


Cualesquiera que fueran las influencias personales y literarias que obraron sobre esta actitud, además del grupo G existía a mediados de la década 1920-1930 una creciente presión social que impulsaba las ideas de Mies y las de otros arquitectos berlineses en esta dirección racionalista y futurista.  Desde 1924 aproximadamente, los órganos progresistas de los gobiernos locales en distintas partes de Alemania comenzaron a encargar y construir en gran escala proyectos para barrios de viviendas de bajo costo, y una proporción sorprendentemente grande de estos trabajos fue asignada a modernistas relativamente extremistas: el grupo Ring estuvo muy ocupadp en los  suburbios de Berlín hasta después de 1930. Dadas las construcciones financieras del país en esta época, estos Siedlungen debían construirse ateniéndose a los presupuestos más estrictos y era necesario un enfoque despiadadamente racional para aprovechar al máximo el comportamiento de los materiales, de la maquinaria y de todo metro cuadrado cubierto, como así también del terreno ocupado. Ernst May y su equipo, trabajando en el Departamento Municipal de Construcciones de Frankfurt-am-Main explotaron al máximo las investigaciones sobre economía y rendimiento; este grupo desarrolló técnicas especiales de construcción, desarrolló muebles y artefactos especiales, a fin de reducir los costos y acelerar las tareas de edificación. Cosa desusada en el programa de este tipo, la calidad arquitectónica de los edificios fue muy satisfactoria y la del planeamiento urbano es ya proverbial,  sobre todo en el barrio de Römerstdat. Aunque los arquitectos berlineses no disponían de una organización de las investigaciones equivalentes (5), su obra no se encuentra muy a la zaga de aquélla, y la calidad arquitectónica de sus trabajos es similar.


Esta calidad puede definirse en pocas palabras: la mayoría de los barrios estaban construidos por bloques de cierta longitud y una altura de tres a cinco pisos, dispuestos a lo largo de caminos de acceso; la estructura era de ladrillo o, mejor aún, de bloques porosos (cindres-block), casi siempre revocados; las ventanas eran más bien pequeñas, y su tamaño exacto estaba determinado conforme a los requisitos mínimos de luz natural. Fue preciso luchar para poder concretar cualquier pretensión estética en estas largas fachadas y expresarla sobre la base  de los elementos dados. En la práctica, esto significó variar el color del revoque para los pisos bajos y los “altillos” buscar efectos rítmicos y proporcionales en la distribución de las ventanas y encontrar la oportunidad de algún alivio tridimensional en las esquinas o en cualquier otra interrupción, como por ejemplo en la necesidad de disponer locales para el comercio. El nivel generalmente alto de estas fachadas constituye una de las principales realizaciones de la arquitectura alemana durante la década 1920-1930, pero esta realización posee también un aspecto irónico; como estos barrios de bajo costo constituían también el grueso de la arquitectura moderna visible alrededor de Berlín, dieron origen a la leyenda (respaldada por ciertos deseos lecorbuserianos) de que la arquitectura moderna es, por su misma naturaleza, un estilo barato de construcción.


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CURTIS William. J.  La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs. 241-255“La comunidad ideal: alternativas a la ciudad industrial”


Aunque Le Corbusier no iba a construir nunca una versión completa de ninguna de sus ciudades ideales, su espíritu siguió  inspirando gran parte de su producción posterior. Esto ocurrió también con otros arquitectos de la década de 1920, quienes empleaban las oportunidades singulares como experimentos con vistas a un conjunto mayor. En cierto sentido,  los ejemplos de viviendas de las Weissenhofsiedlung de Stuttgart en 1927 tuvieron este papel para los participantes. Pero en la República de Weimar había entidades que permitían la construcción de viviendas odernas en un frente más amplio. En efecto, la constitución de la nueva república alemana en 1919 acentuó el control estatal sobre el uso del suelo, uno de cuyos propósitos era proporcionar hogares para todos. De hecho, las reformas relativas a la vivienda no pudieron hacerse efectivas hasta después de 1923, con la estabilización temporal de la economía. Los resultados se vieron del modo más espectacular en ciudades como Breslau, Hamburgo, Celle, Berlín y Frankfurt.


Frankfurt fue un caso especial, ya que allí los propósitos de los sindicatos y de las cooperativas socialdemócratas fueron muy eficaces en cuanto a su influencia política. El alcalde de la ciudad, Ludwig Landmann, tenía un interés especial en la vivienda, interés que había monifestado con un libro titulado Das Siedlungsamt der Grossstadt (La función de las colonias residenciales en la gran ciudad, 1919). En 1925 invitó a Frankfurt al arquitecto Ernst May, le confirió los poderes y loe respaldó con el aparato oficial para destinar suelo a la modernización. May ya había realizado una serie de pequeñas comunidades agrícolas en Silesia a principios de la décaa de 1920, la cuales habían reflejado  la influencia evidente de las ideas de Howard, pero, en comparación, su nueva misión tenía una escala colosal. Las numerosas Siedlungen (colonias residenciales) que él y au colaboradores proyectaron para Frankfurt en los cinco años siguientes se basaban sólo vagamente en los principios de la ciudad jardín, aunque se prestaba mucha antención al entrono natural,  a la creación de espacios vivideros higiénicos, y a la proximidad al lugar de trabajo. Igualmente importante era el compromiso con la pruducción industrial en serie de proyectos residenciales con un fundamento racional. May y sus colaboradores acometieron las más esmeradas investigaciones sobre la logística del uso y la producción a todas las escalas, desde los espacios extriores hasta las viviendas individuales y los accesorios más pequeños. De aquí surgió por ejemplo, la famosa “cocina de Frankfurt” diseñada por Grete Schutte-Lihotzky. Al parecer, este espíritu de análisis entusiasmó a los arquitectos modernos comprometidos de otras partes de Europa, que entendían que se trataba de una prueba de que la tecnología se estaba apartando de los voracer propósitos de la economía liberal para aproximarse a un objetivo socialmente responsable.  Por otro lado, sos oponentes se dieron prisa en parodiar la invasión “inhumana” y “científica” del hogar.


En cuanto a trazado y aspecto, las Siedlungen estaban también muy alejadas de las cass familiares aisladas de la ciudad jardín, con sus cubiertas inclinadas y sus alusiones rústicas. Un trazado característico era el de un bloque largo y bajo de entre tres y cinco alturas con accesos y escaleras entre los pisos pareados situados en cada planta. Esto llevaba a una repetición casi monótona de módulos y elementos contructivos estandarizados, que los arquitectos intentaban humanizar mediante una razonable atención a las proporciones, la escala, la luz, la sombra y el detalle. Los presupuestos ajustados no permitían veleidades, pero el ascetismo se tornaba una buena costumbre como expresión de la discipllina cooperativa y el rigor moral. Las superficies planas, blancas o de colores se animaban en todo caso gracias al juego de sombras de los árboles y la yuxtaposición de las praderas y le vegetación.


De este modo las ideas de la ciudad jardín y las formas abstractas de la nueva arquitectura se unían en una imaginería convincente con la que se pretendía presentar los valores del socialismo ilustrado. Resumiendo, parecía como si las aspiraciones utópicas de la vanguardia y las realidades sociales de la época llevasen el mismo compás: los conjuntos de viviendas de Römerstadt, Bruchfeldstrasse y Praunheim se publicaron mucho y fueron defendidos con entusiasmo por los paladines de la izquierda como ejemplos de lo que podía conseguirse cuando se permitia a la arquitectura moderna alcanzar su “verdadero” destino: no la exaltación de la elegante bohemia de la clase media sino la emancipación de la clase obrera de su servidumbre., la mejora de las condiciones ambientales en un frente amplio, y la armonización de la mecanización y la naturaleza. Sin embargo, el encanto no tardó en romperse a finales de la década cuando los aumentos en el coste de los materiales llevaron a un rápido descenso de la calidad, cuando quedó claro (como ocurrió en Rusia) que la imaginería en absoluto era necesariamente bien acogida ni comprendida por la población, y cuando las fuerzas reaccionarias atacaron violentamente la nueva arquitectura por su supuesta orientación comunista.


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MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 27-78. “Historias”


En 1929, el mismo año que en Frankfurt se creaba una tradición bifronte – por un lado, el racionalismo de las Siedlungen coordinadas por Ernst Mayy del II CIAM y, por otro lado, la tradición crítica de la Escuela de Frankfurt con Walter Benjamin, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer– el poeta y escritor Georges Batailleescribía un breve artículo sobre “Arquitectura” en la revista Documents, que iniciaba una nueva corriente de crítica a la arquitectura por su alianza con el poder. 


Ernst May (1886-1970)formado en el lenguaje expresionista ocupo el cargo de asesor del Ayuntamiento de Frankfurt entre 1925 y 1930, llevó a cabo el plan regulador de la ciudad y promovió 25 Siedlungen de distintos tamaños y morfologías, ente los que destaca una de las primeras en construirse, la Römerstadt (1927-1928), perfectamente integrada en la ladera del rio Nidda. Dicha Siedlung construyó una síntesis de la idea de ciudad jardín, procedente de Ebenezer Howardy trasladada a Alemania por Hermann Muthesius(de hecho, Ernst May trabajó con Raymond Unwin) y de la propuesta de la vivienda racionalista. Es por ello que la Römerstadt, una especie  de “Siedlung jardín” se adapta tan bien a la topografía, a la orientación y a las vistas. Más tarde, y debido al crecimiento incesante de la demanda de vivienda y a la crisis económica de 1929, que derivaría del advenimiento del nacionalismo, las condiciones productivas se fueron imponiendo y exigieron soluciones urbanas drásticamente simplificadas, racionalistas y repetitivas. Una de las últimas propuestas del equipo de May, el Siedlung Goldtein(1930), conformado ya por la infinita repetición de bloques, nunca llegó a realizarse.


Esta producción seriada de viviendas se basó en piezas clave, como la cocina de Frankfurt diseñada por Margarete Schütte-Lihotzky, y en la disponibilidad de un sector de la construcción que utilizaba la tecnología de prefabricación y puesta en obra más avanzada del momento. En un período muy breve, entre 1925 y 1930, Ernst May consiguió realizar unas 30.000 viviendas en Frankfurt por lo que llegó a solucionar prácticamente el problema de la vivienda en aquellos años previos a la crisis de 1929. No olvidemos el singular soporte legislativo y económico del que se partía: la Constitución de la República de Weimar aprobada en 1919, en la que se establecía el “derecho a un alojamiento salubre” para todo ciudadano alemán. Según este artículo, el estado debía controlar la distribución y la utilización del suelo como medida destinada a salvaguardar un buen uso, y la Administración tenía que establecer el nivel mínimo estándar para las viviendas construidas bajo la iniciativa pública. Era el primer país que reconocía este derecho a la vivienda y esta obligación del Estado para con sus ciudadanos.


Para divulgar dicha experiencia en Frankfut, y también para formar a la sociedad alemana sobre los nuevos usos de la vivienda moderna, May fundó y dirigió la revista Das neue Frankfurt(1826-1931), donde publicaron sus obras además de las de May y Schütte-Lihotzky, Raymond Unwin, Walter Gropius, Heinrich Tessenow, Le Corbusier, Adolf Loos, Laszlo Moholy-Nagy, Ludwig Hilberseimer o Sigfried Giedion. En la revista se presentaron en detalle todos los proyectos de Frankfurt, con los repertorios de los modelos de planta y los sistemas constructivos, y también se promovieron debates sobre la vivienda social y los nuevos barrios.


A causa de los efectos de la crisis de 1929, en 1930 May se trasladó a la Unión Soviética, donde permaneció durante tres años, realizando proyectos para nuevas ciudades industriales en Siberia y proponiendo el plan de expansión de Moscú (1932). Después de la II Guerra Mundial volvió a trabajar en Alemania y realizó proyectos para Kenia y Uganda hasta 1954. 

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