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 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987. 


Págs.. 61-84.“ La época de la reorganización y los orígenes de la urbanística moderna (1983-1850)” 


El movimiento neogótico. 


El año 1830, que señala el comienzo de las reformas sociales y urbanísticas, señala también el éxito del movimiento neogótico en la arquitectura.


 La posibilidad de imitar las formas góticas en vez de las clásicas está presente en la cultura arquitectónica desde mediados del siglo XVIII y acompaña con manifestaciones marginales todo el ciclo del neoclasicismo, confirmando implícitamente el carácter convencional de la opción neoclásica.


 En el cuarto decenio del XIX esta posibilidad se concreta en un verdadero movimiento que se presenta con motivaciones precisas, tanto técnicas como ideológicas, y se contrapone al movimiento neoclásico. Como resultado de este enfrentamiento se llega a una aclaración decisiva sobre los fundamentos de la cultura arquitectónica; de hecho, el nuevo estilo no reemplaza ni se une al precedente, como sucedía en épocas pasadas, sino que permanecen uno junto al otro como hipótesis parciales, y todo el panorama de la historia del arte se presenta, muy pronto, como un conjunto de múltiples hipótesis estilísticas, una para cada uno de los estilos pasados.


 Quizá sea así posible ver la relación que une el movimiento neogótico con las reformas estructurales de esta época. Las reformas comienzan cuando los problemas de organización derivados de la revolución industrial se delinean con suficiente claridad y se hace evidente la imposibilidad de conservar las antiguas reglas de conducta. Al mismo tiempo, en lo que a arquitectura se refiere, no parece posible mantener la ficticia continuidad con la tradición clásica, y se patentiza la naturaleza convencional del recurso a estilos del pasado, si bien el problema queda sólo planteado a la espera de una solución no convencional.


 En el siglo XVIII, el uso de las formas góticas se presenta como una variante del gusto por lo exótico, y tiene un carácter marcadamente literario. B. Langley, en 1742, publica un curioso tratado, Gothic Architecture Restored and Improved en el cual trata de deducir de las formas medievales una especie de nuevo tipo de orden, pero su intento no es seguido. En 1753, el novelista H. Walpole manda reconstruir en estilo gótico su villa de Strawberry Hill, en Twickenham (figura 59); en 1796, J. Wyatt construye para el literato W. Beckford la residencia de Fonthill Abbey, que de acuerdo con los deseos del cliente debe ser «un edifico ornamental con la apariencia de un convento en ruinas, pero que contenga todavía alguna dependencia al amparo de la intemperie».


 


 


 

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