pág.102-105. "Al igual que la Biblioteca Marciana de Sansovino, tambián la Laurenciana que proyectó Miguel Angel para la florentina Basílica de San Lorenzo tuvo una historia agitada. Fue encargada por el Cardenal Julo de Médicis al poco de ser elegido papa con el nombre de Clemente VII en 1523. Cuando Miguel Angel abandonó Florencia en 1534 para no volver jamás, las paredes de la sala de lectura ya estaban terminadas, y también el tejado, pero faltaban por ejecutar el ornamentado techo y el maravilloso suelo enlosado. Tampoco había comenzado el tallado de las mesas y la antesala estaba incompleta, de hecho no se concluyó hasta el siglo XIX. En 1559 MIguel Angel envió desde Roma una maqueta de barro de la excepcional escalera de la Biblioteca Laurenciana, un edificio que por fin fue inaugurado en 1571, cuarenta y dos años después del encargo original, a sólo siete años de la muerte de Miguel Angel.
Aunque el edificio parece haberse conservado intacto, sufrió alteraciones importantes en el siglo XIX. El espacio original constaba de una única sala alargada en forma rectangular. La concepción de la biblioteca como sala diáfana no era nueva, pero el diseño de Miguel Angel no tenía precedentes. Lo característico de los recintos bibliotecarios anteriores es que eran bajos y abovedados o bien que dejaban las vigas y cerchas de madera a la vista. Un plano de sección de la Biblioteca Laurenziana revela que el espacio no es totalmente cuadrado (mide 10,54 m de ancho por 8.54 metros de alto) aunque el techo es plano y de madera. En conjunto por lo tanto, se trata de una caja alta y alargada de forma rectangular. Originariamente, queda iluminada por ventanas dispuestas a ambos lados de la estancia en paredes laterales completamente simétricas. Cada una constaba de quince intercolumnios delimitados por pilastras que alojaban una hilera de ventanales, y otra encima de ella, ocupada por ventanas ciegas. En el siglo XIX, y en una intervención que sólo podemos calificar como un extraordinario acto de vandalismo arquitectónico, se anejó una sala de lectura al flanco oriental de la biblioteca. Esto conllevó que se obstruyeran la mayoría de los ventanales de ese lateral, y que se retiraran algunos de los pupitres. La puerta que da acceso a la nueva sala, sintoniza con el estilo arquitectónico de la estancia original, pero su intrusión arruina por completo la concepción de Miguel Angel que consistía en construir un espacio rectangular de perfecta simetría, iluminado por ambos constados e interrumpido únicamente por dos puertas ubicadas, respectivamente en cada uno de los dos extremos de la sala. En la actualidad, es preciso recurrir a la imaginación para reconstruir mentalmente el primitivo aspecto de la biblioteca.
Frente a la Biblioteca Marciana, que destaca por su fachada, en la Laurenciana el exterior pasa prácticamente desapercibido. Es dentro del edificio donde nos encontramos con el triunfo de la inventiva. La construcción se levanta sobre un conjunto de edificaciones monásticas dispuestas en torno a un claustro de dos alturas. El visitante asciende por una gran escalinata cubierta por una bóveda de cañón hasta la primera planta del claustro, y seguidamente accede por una puerta de pequeñas dimensiones al vestíbulo o ricetto. Este diseño manierista, constituye uno de los espacios más descritos de la historia de la arquitectura, a pesar de que no se concluyera hasta mucho después de la muerte de Miguel Angel, y en todo caso, de un modo ajeno a sus intenciones originales.
La Sala principal de la Biblioteca Laurenziana, incluso en su configuración actual, resulta verdaderamente imponente. Las largas paredes reciben el tratamiento de fachadas invertidas. No era viable utilizar columnas completas o semicolumnas porque los muros tenían que ser livianos y delgados, por lo que Miguel Angel reucrrió a hileras de pilastras de piedra. Estas no arrancan del nivel del suelo, sino de un plinto creado por una faja de piedra a la altura de la parte superior de los pupitres que forman un dado. Ciertos dibujos del propio Miguel Angel reflejan que el artista contempló la posibilidad de disponer de niveles de ventanas de aproximadamente las mismas dimensiones quizás para conseguir una estancia cuya altura y anchura fueran iguales, pero las constrincciones estructurales dificultaron una vez más ese empeño. El techo plano se escogió en parte por el mismo motivo, pues no había ningún elemento que soportara los empujes de una bóveda, suponiendo que Miguel Angel hubiera querido construirla. No parece muy provable que esta posibilidad llegara a plantearse en serio.
La renovación última de la Laurenciana en la historia del diseño bibliotecario ha sido objeto de un amplio debate. El historiador de la arquitectura James O´Gorman se esforzó por rebatir la idea de que el paso desde los espacios abovedados a los recintos rectangulares marcara un cambio sustancial, y demostró que las bibliotecas configuradas como espacios diáfanos no interrumpidos por columnas, ya existían cuando se construyó la Laurenciana. Algunos espacialistas modernos han sugerido que la Biblioteca de San Marcos proyectada por Michelozzo y otras de diseño afín, imitaron deliberadamente la arquitectura religiosa, para subrayar el propio origen eclesiástico de las colecciones, y que la biblioteca de Miguel Angel representa una secularización de la arquitectura bibliotecaria. Esta teoría anclada en que el concepto de los espacios abovedados son religiosos y los no avobedados son seculares, resulta anocrónica, pues no tiene sentido en el contexto de la época. En cualquier caso, Miguel Angel era conocido por su oposición a la secularización teórica en el ámbito de la arquitectura. Para comprender el verdadero significado de esta biblioteca hay que atender al propósito que inspiró su diseño.
Cuando Julio de Médicis se convirtió en papa, decidió emplear una parte de su ya considerable fortuna en crear un símbolo que representaran el duradero poder de la familia Medicis en Florencia. Para ello eligió dos proyectos, los dos anexos a la Basílica de San Lorenzo; la Nueva Biblioteca y una Sacristía también de nueva construcción, que acogería las tumbas de los Médicis. Con extraordinario acierto escogió a Miguel Angel para que se hiciera cargo de ambos proyectos, y tanto en un caso como en otro, Buonarotti recibió el orden de no escatimar gastos en la ejecución de las obras. Los motivos que impulsaron la construcción del mausoleo no requieren explicación, pero la elección de la biblioteca como símbolo de la filantropía precisa algún comentario. En el ámbito de la erudición, es posible que el humanismo surgiera como finómeno independiente, pero su florecimiento como movimiento cultural que trascendió el estudio de antiguos manuscritos polvorientos (y que llegó a definir toda una cultura identificada como Renacimiento) se debió sin duda al fuerte apoyo económico recibido. Juan de Médicis (1360-1429) sólo poseía tres libros, mientras que su hijo Cosme (1389-1464) se relacionó activamente con los sabios su la época y sufragó la construcción de la Biblioteca de San Marcos. Como han demostrado los estudiosos, los Médicis no se limitaron a apoyar discretamente a un puñado de sabios solitarios, sino que hicieron ostentación de su apoyo a las ciencias y las artes para justificar y fortalecer su posición política. El conocimiento y el fomento de su adquisición se convirtieron en un símbolo más de su poder.
Vistas desde esta perspectiva, tanto la Biblioteca de San Marcos como la Laurenziana no fueron simples donaciones realizadas a la ciudad, sino auténticos espaparates de la inflluencia de los Médicis, diseñadas para exhibir sus contenidos en todo su esplendor. Y lo que es más importante, ambas bibliotecas se proyectaron pensando ya en un número concreto de volúmenes que habrían de custodiar, puesto que las colecciones que se depositaron en ellas ya existían con la anterioridad a la construcción de los recintos. Depués de terminar San Marcos, los Médicis siguieron coleccionando libros, pero no los donaron a la biblioteca que se habían construido que consideraban completa. En lugar de ello, guardaron en sus casas las nuevas adquisiciones a la espera de construir nuevos edificios apropiados para mostrarlas en un marco idóneo. Como se guardaban los nuevos volúmenes en el interin, continúa siendo un misterio. Es posible que muchas de aquellas adquisiciones no salieran nunca de sus cajas.
Precisamente a la luz de esta concepción - la de la biblioteca como escaparate de una colección muy concreta - hay que entender el diseño de la Biblioteca Laurenciana. Aunque se construyera en la era de la imprenta, su función era exponer con orgullo manuscritos encuadernados en forma exquisita, en una época en la que los libros impresos se seguían viendo como alternativas más baratas y de inferior calildad a "los libros de verdad": los que se copiaban a mano en un pergamino. Tras su donación al pueblo, la donación de los Médici, se consideró completa. No hacía falta diluir su calidad con nuevas adquisiciones de inferior valor. En este sentido, la finalidad era exponer los libros con todo el lustre posible. "