págs. 86-91.Así, la primera critica de Boccioni –aunque dirigida al callejón sin salida de moda pompier a la que deseaba hacer frente en la escultura contemporánea- podía haberse aplicado, con la misma pertinencia, a la obra posterior a 1904 de arquitectos secesionistas como Joseph Olbrich y Alfred Messel, el primero por los almacenes Tietz, en Düsseldorf, y el segundo por los almacenes Wertheim, en Berlín. Boccioni escribía: “Encontramos en los países germánicos una obsesión ridícula por un estilo gótico helenizado que se ha industrializado en Berlín y se ha desvirtuado en Múnich”. Del mismo modo, el positivo interés de Boccioni por ampliar el campo del objeto escultórico para incorporar su entorno inmediato tenía connotaciones que eran intrínsecamente arquitectónicas. Y todo ello lo hizo explícito en el prefacio al catálogo de la primera exposición de escultura futurista, celebrada en 1913: «La búsqueda de la forma naturalista aparta la escultura (y también la pintura) tanto de sus orígenes como de su fin último: la arquitectura.»