Imprimir

Biblioteca de Santa Genoveva

Bibliotheque de Sainte - Geneviéve
  • 1843 - 1850
  •  
  • LABROUSTE, Pierre François Henri
  •  
  • París
  • Francia
obras/14576_8.jpg imagenes/756_1.jpg obras/35583_29.jpg imagenes/752_1.jpg imagenes/753_1.jpg imagenes/750_1.jpg obras/14597_8.jpg obras/35583_8.jpg obras/14580_8.jpg obras/14583_8.jpg

CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.


pág.227-230.El hierro y la Biblioteca de Santa Genoveva. "Aunque la École des Beaux Arts y la convocatoria de concursos fuera quizás responsable de una determinada manera de concebir los proyectos, sería injusto suponer que éste método implicó una uniformidad en las tendencias arquitectónicas. A lo largo del siglo XIX, los profesionales no dejaron de debatir sobre el desarrollo de un estilo apropiado y digno que expresara los principios de la época. En Inglaterra, la publicación en 1836 de la monografía Contrasts, escrita por el arquitecto A.W.N.Pugin (1812-52) reavivó el interés por el diseño gótico, un interés que nunca había desaparecido de la arquitectura inglesa. En Berlín, Karl Friedrich Schinkel (1781-1841) se distanció del clasicismo de sus primeras obras para alcanzar un estilo próximo al románico, donde el ladrillo  era protagonista. En la propia École, la rebelión, liderada por el arquitecto Henri Labrouste (1801-1875), adoptó la forma del estio Neo-Grec. A pesar de su nombre, el neogriefo no preconizaba un regreso a la arquitectura de Grecia, sino más bien la creación de una nueva y expresiva architecture parlante: una arquitectura que hablara o proclamara su función o propósito. Es precisamente a la luz del movimiento Neo griego como debemos valorar la aportación arquitectónica de una de las bibliotecas decimonónicas que más ha dado que hablar: la de Santa Genoveva, obra del porpio Labrouste.


Hacia 1800 la antigua biblioteca de Sta. Genoveva había desbordado su recinto original, por lo que hubo de trasladarse a la planta superior del liceo Enrique IV, tras el Panteón. El solar que se le asignó a Labrouste, al norte del Panteón, media 86 m de largo aunque su anchura era únicamente de 29 m. Posteriormente el arquitecto declararía que aquellas dimensiones le habían hecho descartar por imposible la idea de una explanada ajardinada que separara la fachada de la biblioteca de la plaza. En su lugar, se vio obligado a diseñar un único volumen que ocupara el emplazamiento por completo. Sin embargo, la idea de contar con un jardín no se perdió del todo, pues se convirtió en el tema del vestíbulo de entrada, decorado por unos murales, en los que los árboles y arbustos parecen asomarse por encima del muro que rodea un jardín.


El empleo del hierro por parte de Labrouste en la construcción de la biblioteca, no fue una reacción racionalista fente a las tradicionales estructuras de mamposteria. En los años cuarenta del siglo XIX el hierro se usaba con mucha más frecuencia de lo que se suele pensar. Aquella era la época del ferrocarril, y por toda Europa se construían estaciones de tren con cubiertas de hierro. Pero también era la época del alumbrado de gas. La Biblioteca de Santa Genoveva no se construyó con hierro por capricho de Labrouste, sino porque había que alumbrarla con luz de gas, de modo que desde el principio, el pliego de condiciones estipuló el empleo del hierro como medida de proteción frente a los incendios. La elección del material, por tanto, no fue ni una idea del autor, ni tampoco una novedad absoluta en una construcción de este tipo. Tampoco era la primera biblioteca que se iluminaba gracias al gas, ni la primera en usar grandes estanterías modulares (ya se venian empleando por lo menos desde mediados del siglo XVIII), aunque todo ellos se haya afirmado en alguno u otro momento con respecto al edificio de Labrouste. La originalidad del edificio reside en la forma en como su arquitecto combinó aquellos elementos ya existentes, y en como los expresó, en lugar de ocultarlos, por medio de formas tradicionales. 


Toda la planta baja de la biblioteca se dedicó al depósito, para lo que se instalaron numerosas filas de estanterías de gran altura a las que se accedia con escaleras de mano, y que fueron sustituidas hace mucho tiempo por otras modulares de acero. Del depósito arrancaban una escaleras que conducían a la sala de lectura en la planta superior. El uso del alumbrado de gas permitió a Labrouste reducir el tamaño de las ventanas de la planta baja. La iluminación del vestíbulo de acceso resulta especialmente tenue y ello realza la sensación de estar caminando a la hora del crepúsculo en un jardín alumbrado por farolas. Los pilares cuadrados se asemejan a unas gárgolas que soportan las vigas de hierro del techo.El vestíbulo conduce a una escalera -la iluminación es más intensa gracias a las ventanas superiores- que marca el camino al visitante. En lo alto de la escalera, un mural reproduce La Escuela de Atenas de Rafael. A partir de este punto se accede a la sala de lectura, un unico espacio rectangular que ocupa la totalidad del primer nivel. En contraste con la planta baja, esa queda generosamente iluminada por unos enormes ventanales abiertos en todos los lados del recinto.


La sala de lectura principal tiene, una configuración más tradicional. Sin duda, sus galerías se inspiran directamente en el proyecto de la Biblioteca Nacional que firmara Boullé. Los lectores se encuentran separados de las estanterías por una verja de hierro, y la hilera de estantes inferior apenas supera la altura de la cabeza, por lo que resulta fácil alcanzar los libros. Vista en sección, la biblioteca, aparece retranqueada, como en el proyecto de Boullé, de forma que la galería queda encima de un pasillo y de la hilera inferior de estanterías. El pasillo es una innovación de Labrouste. Débilmente iluminado, por unas ventanas diminutas, aporta un espacio adicional para el depósito de libros. La cubierta de la sala de lectura consta de dos filas de arcos de hierro fundido que arranca desde una línea central de esbeltas columnas del mismo material. El espacio no habría requerido en realidad el apoyo de las columnas centrales que se introdujeron por motivos puramente estéticos. Las obras empezaron en 1843 por el cuerpo principal de la biblioteca, aunque los bocetos suguieren que Labrouste aplazó la delineación detallada de la obra de hierro hasta 1845, cuando la mampostería estaba bastante avanzada. El arquitecto, creó así un nuevo lenguaje decorativo que se ajustaba al material urilizado. 


De todas las caracteristicas de la biblioteca de Santa Genoveva, la fachada es la que ha generado más comentarios. Una vez más, parece que Labrouste no se ocupó de la decoración hasta una fase tardía del proceso, cuando las obras ya estaban relativamente avanzadas. Los paneles de piedra bajo las venanas llevan inscritos los nombres de 810 autores famosos en orden cronológico. El primer nombre, en el panel de la esquina noroccidental, es el de Moisés, mientras que el último, en el nororiental, es el del químico J.J. Berzelius, lo que representa la historia del conocimiento desde la teología hasta la ciencia moderna.


La Biblioteca de Santa Genoveva ejerció una influencia enorme: su fachade se imitó con profusión, entre otros, y de forma muy destacada por parte del estudio de arquitectura de Mckin, Mead & White en el proyecto de la Biblioteca Pública de Boston erigida entre 1887 y 1895, aunque la configuración interna de este edificio es muy distinta a la de la biblioteca parisina. En Francia, esta obra consagró a Labrouste y contribuyó a su nombramiento como arquitecto de la Biblioteca Nacional en 1854. Tras supervisar varias labores de reformas de este último edificio Labrouste se dedicaría a nuevos proyectos. El primero en la Biblioteca Nacional, fue el nuevo depósito (o magasin) realizado a base de estanterías de hierro y terminado en 1867. Le siguó el diseño de una nueva sala de lectura, la salle des imprimés, en 1869. Ambas obras están realizadas en hierro. Las estanterías del depósito distribuidas en cuatro pisos, son autoportantes. Cada piso tiene únicamente dos metros de altura, con lo que los bibliotecarios pueden retirar los volúmenes, sin ayuda de escaleras de mano. Los suelos construidos de emparrillado de hierro,  permitieron que la luz procedente de las claraboyas del techo se filtre a través de ellos. El depósito resulta visible desde la sala de lectura, a través de una enorme ventana de cristal situada detrás de la mesa de los bibliotecarios, que es donde los lectores solicitan los libros que necesitan."


 --- 


CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


págs. 21 - 31.“La idea de una arquitectua moderna en el siglo XIX” 


Dentro del confuso pluralismo de la batalla de los estilos, se solía olvidar que las cualidades duraderas de la arquitectura eran propensas, como siempre, atender los rasgos obvios del estilo, como el uso de columnas en un caso o de arcos apuntados en otro punto el siglo XIX tuvo su parte de obras maestras que no eran categorizables por su uniforme estilístico oportunidad a un bando histórico en particular( neoclásico, neogótico, neorrománico o cualquier otro). La extraordinaria calidad arquitectónica de la biblioteca Sainte Genevieve de París( 1843 - 1850), obra de Henry Labrouste, no consistía tanto, después de todo, en su inspiración en ese o aquel prototipo clásico modelico, si no que era fruto de una síntesis extraordinariamente profunda de forma y contenido, en sintonía con la cultura, tecnología y los ideales. 


Págs.33-51 .“La industrialización y la ciudad. El rascacielos como tipo y símbolo”


Si los objetos de la ingeniería podían describirse como un equipamiento en bruto, carente de los nobles atributos del arte de la arquitectura, también podían darse el caso inverso, es decir, que las actividades, vinculadas a la historia, de la profesión arquitectónica se estuviesen volviendo redundante debido al brío y la habilidad de los ingenieros. Este último punto de vista iba a convertirse en una pieza habitual del folclore del movimiento moderno en el siglo XX, y que quedaba bien representado por los escritos de Sigfried Giedion, quien veía el siglo XIX como una era esquizofrénica que se debatía entre la cultura ‘verdadera’ de la integridad estructural y la ‘falsa’ de los esquemas agonizantes de la representación arquitectónica. En realidad, esto era una exageración, pues arquitectos tan diferentes en sus creencias como Henri Labrouste(con su biblioteca Sainte-Geneviève, de 1843-1850) y Thomas Deane y Benjamín Woodward(con su Museo de Oxford, de 1855-1860) habían recurrido eficaz y deliberadamente a las estructuras con esqueleto de hierro en el interior de sus construcciones. Estas eran obras cuidadosamente concebidas en las que las yuxtaposición y el contraste de las esbeltas piezas metálicas y los muros articulados de fábrica eran aspectos esenciales y complementarios de la idea arquitectónica.El edificio de Labrouste sometía la tecnología y la artesanía a la imagen rectora de una institución  cívica del conocimiento, con unos exteriores de piedra, sobrios y arqueados, sin un estilo histórico en particular, y con un único espacio interior, etéreo y bien iluminado, para la ‘formación’ (posible por la capacidad resistente del hierro).


 ---


FRAMPTON, K., Historia crítica de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona,1987. 


pág.12-19  Transformaciones culturales: la arquitectura neoclásica, 1750-1900.


En 1840 Labrouste fue nombrado arquitecto de la biblioteca de Ste-Geneviève de París, que se había creado para albergar parte de las colecciones embargadas por el estado francés en 1789. Basado aparentemente en un proyecto de Boullée para una biblioteca en el palacio Mazarin, de 1785, el diseño de Labrouste consiste en un muro perimetral de libros que encierra un espacio rectilíneo y que sostiene un techo abovedado, de estructura metálica, dividido en dos mitades y apoyado además en una fila de columnas de hierro en el eje central.


---


KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "


pág. 1028-1051. La Edad del hierro. 


La nueva tectonologia.


De nuevo fue en Francia donde la nueva tecnología se aplicó a algo novedoso en la arquitectura comercial, el gran almacén. Este fue inicialmente una institución parisina, y un resultado directo de la liberalización de todo el comercio en la Revolución de 1789. Los primeros en surgir fueron grandes tiendas que vendían telas y accesorios relacionados -lencería, zapatos, sombreros- y cobraban precios fijos. Lo que hicieron posible el metal y el cristal fue dejar el piso bajo completo y el entresuelo abiertos al exterior con ventanas de cristal plano, y tener un patio central con un techo acristalado sobre él.


Los edificios públicos eran una cuestión más seria. Cuando Labrouste se arriesgó a trabajar con hierro y cristal en la biblioteca de Ste. Geneviève de París, fue rotundamente ridiculizado. Su sala de lectura principal del segundo piso es actualmente muy admirada, precisamente por ser tan premonitoria de las cosas que iban a suceder. Está dividida en dos naves cubiertas con bóveda de cañón por una hilera central de delgadas columnas de hierro. Las bóvedas son delicadamente soportadas por arcos con una filigrana de volutas, mientras que los muros de mampostería, que presentan una estructura inspirada en el Renacimiento, pero muy original, tienen sus propias hileras de arcos de ventanas. La escala se aproxima a los interiores visionarios de Boullée -del que vimos un proyecto para biblioteca en el capítulo anterior-, y ciertamente la nueva tecnología llevó a los volúmenes vastos, puros y geométricos del neoclasicismo más cerca de la realidad. La biblioteca del Museo Británico, un poco más tarde, con su gran sala de lectura circular, también introduce soportes de hierro y suelos de hierro. Obviamente se fijó en el gran ejemplo de Labrouste, pero a su vez contribuyó a la gran obra maestra del autor francés de la década de 1860, la Biblioteca Nacional. Esta tiene una espléndida sala de lectura cubierta por una serie de ligeras bóvedas de terracota que descansan sobre columnas de hierro y arcos, y que están horadadas por óculos. Es un diseño seguro, la máxima expresión de la elegancia y la flexibilidad metálica. Pero paradójicamente, por esta época el hierro estaba perdiendo el favor popular que había obtenido en la primera mitad del siglo, especialmente desde que el Crystal Palace había sorprendido y deleitado a las muchedumbres que visitaban la Gran Exposición de 1851 en Londres, celebrando los logros de la industria moderna.


 ---


PEVSNER, Nicolaus ., Pioneros del diseño moderno. De William Morris a Walter Gropius. 


Págs.109-136. “La ingeniería y la arquitectura en el siglo XIX”


Hasta ahora, todas nuestras referencias sobre el hierro han sido estimuladas por estructuras que no eran arquitectura con A mayúscula. Cuando se llega a edificios civiles o iglesias, el campo de aquéllos, dispuestos a emplear el hierro con franqueza y convicción estética, se estrecha considerablemente de inmediato. Los dos edificios más sobresalientes del 1840, eso es de la década anterior al Crystal Palace, son la Biblioteca de St. Geneviève en París, de 1843-50, y el Coal Exchange de Bunning en Londres, de 1847-49. La Biblioteca de Labrouste es de un exterior neorrenacentista reprimido y en su interior tiene dos naves con arcos y bóveda de cañón corrido donde las extremadamente elegantes columnas separando ambas naves, son de hierro a la vista descansando ambas bóvedas sobre arcos de tracería de hierro que conectan las columnas con los muros exteriores de piedra. El London Coal Exchange de una libertad semejante en cuanto a la exposición del hierro, aunque mucho más libre su despliegue de una ornamentación elaborada. Hacia el 1850, el Oxford Museum, construido Deane & Woodward bajo la supervisión inmediata y la bendición de Ruskin, tiene altas columnas de hierro y mucha ornamentación en hierro, en formas góticas y naturales. Durante la misma década, en 1854-95, Louis-Auguste Boileau cometió la temeridad de introducir en la iglesia de St. Eugène, en París, no solamente columnas de hierro sino también bóvedas acostilladas del mismo material. Durante la década siguiente, junto a su hijo Louis-Charles hizo lo mismo en y escribió también varios libros sobre las ventajas del hierro en la arquitectura. Baltard, el arquitecto del Mercado, se unió a los Boileau en la iglesia de St Augustin en París, en 1860-61, empleando columnas, arcos y una cúpula de hierro.


---


TRANCHTENBERG M. HYMAN I., Arquitectura de la Prehistoria a la Modernidad. Edit. Akal (Madrid,1990).


Pág.589. Uno de los grandes edificios culturales del siglo XIX que utilizó el hierro de una forma prominente y visible fue undudablemente la Biblioteca de Ste. Geneviève, en Paris, diseñada por Henri Labrouste y construida en 1842-50. La luminosa estructura (85x21m) de dos alturas que ocupa completamente un solar amplio y poco profundo, es engañosamente simple en esquema: el piso inferior está ocupado por estantería a la izquierda, a la derecha el depósito de libros raros y el espacio de la oficina, con un vestíbulo central que conduce a la sala de lectura, que ocupa por completo el piso superior. La estructura férrea de esta sala de lectura - una columna vertabral de delgadas columnas jónicas de hierro fundido que dividen el espacio en dos naves y que sostienen los arcos colados de hierro que cargan las bóvedas de cañón de yeso reforzadas por mallas de hierro - siempre había sido venerada por los modernistas por su introducción de la alta tecnología a un edificio monumental.  Pero la admiración por la obra maestra de Labrosute estuvo limitada a su tratamiento del hierro. El caparazón de mampostería, incluso aunque proporcionado con elegancia y decorado con sutileza, fue lamentado como un bulto encarcelador y moribundo. Afortunadamente, la erudición actual ha expuesto la ceguera de este enfoque al verdadero carácter del edificio. la edificación es un efecto importante no por causa de su utilización del hierro, sino por la forma en que está utilizado, y la obra es grande como un complejo y significativo conjunto. En otras palabras, en la Biblioteque de Ste Geneviève nos encontramos en la cumbre de nuestra pirámide de la arquitectura de alta tecnología. En este pináculo, las cosas eran bastante distintas de la base, , ya que a diferencia de un puente de ferrocarril, de una nave para trenes, o una fábrica, en la biblioteca de Labrouste no había una clara necesidad de utilizar el hierro. La anchura de la sala de lectura podía haber sido abovedada con técnicas tradicionales y la utilización del hierro no suponía economías significativas. Ciertamente no implicaba ningún progreso de ingeniería (si bien la bóveda de yeso sobre hierro era ingeniosa). En la utilización del hierro, Labrosute había hecho una afrimación resuelta que sólo puede entenderse en el contexto de la construcción en su totalidad, una obra que resultó ser un modelo del eclecticismo sofisticado del período. 


El sistema por el cual Laboruste dotó a su estructura de sentido era brillante. Su idea fundamental era identificar el edificio con una biblioteca dándole la apariencia de un libro. Tal idea, por supuesto le habría gustado a Ledoux. Uno puede imaginarse incluso cómo Ledoux, que como recordamos había proyectado un prostíbulo en forma fálica y un taller de cobre como un barril en forma de aro, podía haber concebido una biblioteca así. Pero en los días de Labrouste, no estaba permitido llegar tan lejos en tales entusiasmos espontáneos y románticos. La solución tenía que ser más razonable estructuralmente, funcionalmente responsable e históricamente alusiva. El recurso principal iconográfico de Labrouste era uno de los medios arquitectónicos más antiguos - la inscripción. Inscribió su edificio con nombres de 810 autores cuyos libros iban a estar contenidos allí. Los nombres fueron grabados en paneles de piedra que corren por detrás del muro-estantería y van cronológicamente de izquierda a derecha alrededor de las tres fachadas públicas del edificio, haciendo de este modo que parezca un libro ya que leemos los nombres en secuencia como palabras ceñidas en un libro.


El recurso de la inscripción extendida era una llave para la imagen del edificios como una biblioteca; otro fue creado por medios de la alusión arquitectónica. Las primeras bibliotecas en las que Labrouste se inspiró fueron dos de las soluciones más prominentes al problema de la construcción de una biblioteca exenta de dos pisos en un solar largo y estrecho; la biblioteca del Trinity College de Cambridge, de Chistopher Wren (1676), y la más famosa librería de S. Marco de Jacopo Sansovino en Venecia (1536). Lo que Labrouste tomó de ellas fue su estructura de arco sobre pilar. Pero rechazó su articulación adintelada de columnas como formas estructuralmente no esenciales que no transmiten la función del edificio. Para ocupar el lugar encontró otras fuentes - una fue el Banco Medici, en Milán de los años 1460 (transmitido en un dibujo hecho por el arquitecto y tratadista del Renacimiento Filarete). La biblioteca de Paris presenta una aproximación misteriosamente cercana a este edificio en sus  proporciones largas y bajas, sus pisos inferior cerrado y superior abierto, las ventanas pequeñas de alféizar estrecho en la zona inferior, su friso de festones e incluso la decoración de enjutas sobre las ventanas principales. La mayor disparidad entre Labrouste y su modelo es la forma del piso superior, donde las ventanas milanesas están reemplazadas por una hilera de arcos sobre pilares. Esto transforma el piso superior en un reflejo de los lados del famoso Templo Malatestiano de Alberti, en Rímini. Pero otra vez hay una discrepancia; aparte de algunas tumbas de la dinastía Malatesta, los arcos de Alberti están completamente vacíos ya que una fachada cuyos vanos están medio llenos con mamparas, Labrouste las convirtió en una fuente antigua, el templo Ptoloméico egipcio. 

Subir