Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”
El Palazzo Carignano, el muro ondulado, planta flexible. Lo más importante de la obra de Guarini se construyó en Turín, donde vivió desde 1666 hasta su muerte; era prepósito de la orden teatina y, al mismo tiempo, trabajaba como ingeniero al servicio del Duque de Saboya. Fue en Turín donde construyó sus mejores iglesias y palacios. Uno de éstos, el Palazzo Carignano (I680), es un ejemplo del modo en que sus creaciones arquitectónicas adquirieron una flexibilidad que era casi igual que la de la obra de Borromini. Este palacio, con su intrincado frente y el modelado de sus escaleras, influyó sin duda en la arquitectura palacial del periodo posterior en el sur de Alemania. El gran vestíbulo abovedado de entrada, de trazado elíptico, forma el núcleo del proyecto. El movimiento elíptico del vestíbulo se comunica a las dos alas de las escaleras situadas a su derecha y a su izquierda, y de ellas pasa a todas las partes del muro ondulado exterior. Pero a pesar del vigor arquitectónico que Guarini muestra en esta obra, la disposición del interior del edificio no es una propuesta para solucionar esos problemas estrictamente residenciales que afrontaban los arquitectos de la época. Toda la energía de la arquitectura italiana de este periodo se estaba consumiendo en los interiores de las iglesias. Por decirlo de un modo más técnico: toda esta imaginación desbordada se estaba dedicando a modelar enormes espacios interiores. Esta generalización es válida en el propio caso de Guarini, que realizó su obra maestra en la iglesia de San Lorenzo (I668 1687), en Turín